The New Raemon – Sala Wah-Wah (Valencia)

Lo primero, un consejo: estén atentos y si oyen que un tal The New Raemon visita su ciudad. No se lo pierdan, no se arrepentirán. Se lo digo yo, que 24 horas después todavía lamento que ese barbudo diera las gracias y se bajara del escenario.

Y eso a pesar de que el concierto del de Cabrils (“vila gastronòmica”) empezó con bastante retraso. El bueno de Ramón y sus compañeros (entre ellos, el inefable Ricky Falkner de Standstill) estaban cogiendo fuerzas a golpe de proteína en la pizzería de al lado. Y debían de estar muy buenas a juzgar por la digestión que hicieron sobre el escenario: un concierto espectacular.

Tampoco se podía negar que el público que casi llenaba la sala y que mayoritariamente se agolpaba junto al escenario venía entregado de antemano. Por algo sería. Quizá por ese genial A Propósito de Garfunkel (BCore, Cydonia), de lo mejorcito del pasado año; o por esa segunda entrega, un mini-LP con nombre de cinta de serie B (La Invasión de los Ultracuerpos). Tal vez porque Ramón Rodríguez parece un tipo al que confiarle tus penas para que las convierta en canciones cicatrizantes.

“La cafetera”, “Fuera complejos”,… Ramón y compañía empezaron fuerte, sin ambages ni remilgos. La experiencia es un grado y, en este caso, que tanto el catalán como el resto de la banda saben lo que se hacen sobre un escenario no ofrece ninguna duda. Una tras otra, las canciones acabaron cayendo hasta sólo dejar fuera tres o cuatro temas del repertorio de The New Raemon; cayó también una celebradísima versión de la “Mano izquierda” de Nueva Vulcano (incluida en su segundo disco), y una canción nueva llamada “La siesta”.

“El disco es muy corto, ya lo sabéis”. Y el concierto también. Supo a muy poco esa primera parte porque lo bueno, si breve, dos veces bueno, y en este caso era buenísimo. Ramón reservó para el final ese hit encantador que es “Tú, Garfunkel” y que, en aquel momento de intensidad y felicidad generalizada, parecían cantar hasta las camareras. Tras aquel regalo, la vuelta al escenario se hacía imprescindible; Ramón hizo una concesión a los más fans y, acompañado sólo por el teclista de Madee, nos regaló “L’Antarctica”, una canción “para pegarse un tiro”. Cerró la noche definitivamente, él solo, con una acertada versión de Wilco.

Grande, Ramón, grande.

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