The Presets – Pacifica (Modular Recordings)

No es bueno hacerse de rogar tanto tiempo desde la última publicación de un disco. Corres el doble riesgo de ser abandonado y olvidado por tus seguidores o crear tan altas expectativas que sólo respondan al «más dura será la caída». The Presets han corrido con ese riesgo, y en cierta manera han sufrido la maldición por haber hecho esperar tanto tiempo a su público.

Vale que desde que en 2008 publicaran su multiplatino Apocalyso, en Australia se han convertido en unas estrellotas, pero por aquí todavía no somos suficiente multitud los que los aclamamos. Y he de reconocerme víctima de tan larga espera, puesto que cuando pillé por primera vez el álbum, lo cogí con la misma ansia e ilusión, que inmediata dejadez y sensación de hastío: «Estos tipos ahora son más ñoños, suenan a lo que no quieren, no terminan de encontrar el rail adecuado para transmitir» pensó el plumilla de mí. Pero han bastado unas cuantas semanas de castigo en la estantería de «discos pendientes de repesca» para darme cuenta del error.

Pacifica contiene buenísimas piezas de música electrónica, que si bien cuando pecan lo hacen por empalagosas, en la mayoría de cortes destilan una querencia y un regusto por y hacia el trance noventero, en una correctísima conjunción con el electro y el house de estribillos pegadizos que lo convierte en otra gran colección de canciones del dúo de Sidney. Tiene la contradicción a su favor y a su contra, valga la redundancia semántica, porque mientras por momentos los sientes cargantes con tanta maquinaria en marcha («Youth in Trouble»), otras veces es el exceso de caramelo («Promises» y «Ghosts») el que te parece desentonar. Pero si masticas a dos carrillos, prometo que el regusto final es de lo más adictivo y sano («Fast Seconds»).

Claro que no llega a la brutalidad catedrática de Apocalypso, porque claro, aquél luchaba a su favor con el ejército de «This boy is in love» o «My People», pero os aseguro que puestos a decir burradas los australianos aquí no se quedan cortos, como refleja la maravillosamente agónica «A.O.»

Cuando la conjunción del hierro y el caramelo encuentra la justa aleación aparecen joyitas como «Fall», la ya mencionada «Fast Seconds», «Surrender» y prácticamente la totalidad del disco. Deberé hacer acto de contrición y enmendar mi error votando el disco como imprescindible de este año que ya casi acaba. Y además debo poner de manifiesto que aún a pesar de su larga espera, estamos ante el tercer acierto pleno en la carrera de los australianos. Tres de tres ¡no está nada mal chaval!

 

 

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