The Strokes – Comedown Machine (RCA Records)

Una ley económica defiende que hay ciertos artículos cuya demanda apenas varía aunque su coste se incremente progresivamente. Al consumidor le gusta tanto un producto o su consumo es tan esencial que antes dejará otras cosas que renunciar a su compra. El tabaco o la gasolina serían buenos ejemplos de esta ley. Y por lo que se ve los Strokes deben pensar algo parecido: no importa cuán malos sean sus discos, siempre habrá gente, mucha gente, que los seguirá demandando. Y ellos siempre estarán allí para ofrecérselos.

En mi humilde opinión hacen mal. Lo que necesitarían es romper, decir que se acabó y que nunca jamás volverán a tocar juntos. Luego dejar que pase el tiempo, que empiece a crecer la nostalgia y en cuanto algún gurú en el futuro los reivindique hacer un donde dije diego y volver a lo grande para encabezar los carteles de festivales de medio mundo mientras la gente asegure que jamás dejó de escucharlos. Pero supongo que Casablancas y compañía tienen más integridad y vergüenza torera que un servidor y están decididos a ir hasta el final a morir con las botas puestas.

Así pues, después del largamente esperado Angles (2011) que se saldó con un disco relativamente digno pero fácilmente olvidable, nos llega Comedown Machine del que apenas se puede decir nada bueno pero tampoco nada muy malo y eso es algo todavía peor. Puestos a estrellarse más vale hacerlo a lo grande. La pena es que el disco empieza con sus dos mejores temas «Tap Out» y «All The Time», el primero un refrito blondiesque con mucho de disco ochentera y el segundo un tema que no desentonaría demasiado en alguno de sus primeros álbumes, que hacen albergar vanas esperanzas al oyente. Pero después solo vienen canciones anodinas y aburridas difícilmente escuchables de principio a fin que se hacen muy largas repitiendo una y otra vez la misma idea inexistente. Es sorprendente ver de qué manera languidece una banda que apenas hace diez años conseguían desprender tanta fuerza en sus trabajos.

La sensación que queda es que, más allá del agotamiento de una fórmula, las fuerzas creativas están bajo mínimos. No me interesa lo más mínimo cual es la relación personal entre los miembros de la banda (supongo que mala, como siempre), pero me queda claro que o mucho han de cambiar las cosas o los Strokes hace tiempo que dijeron la última palabra merecedora de ser escuchada.

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