The Strypes + Max Meser (Sala But) Madrid 3/02/18

La gira española de los (aún) jovencísimos The Strypes llegaba a Madrid el pasado sábado, pasando por por la sala But, después de haber cosechado un casi “sold out” en la bilbaína sala Kafe Antzokia. Recalco de lo de “jovencísimos” porque a pesar de haber pasado ya cuatro años de su disco debut, en aquel en el que tenían que ir con los padres de gira,  sus componentes no sobrepasan la veintena.

Curiosa mezcla de público en la madrileña sala, para esta actuación propiciada por: Live Nation y Mercury Wheels, gente mayoritariamente joven en las primeras filas y personal más mayor en las partes traseras de la sala, mods de la “vieja guardia” e incluso algunos progenitores “rockeros” acompañando a sus hijos, o viceversa.

Antes de que los irlandeses saliesen a escena, abrieron para ellos, Max Meser y su banda con una actuación de diez. Ya me había prevenido la propia Eneida Fever, parte de la promotora Mercury Wheels, de los directos apabullantes del joven multi instrumentista, y no exageraba nada. Del cuarteto comandado por el espigado rubio no hay que poner ni una pega, y todos fueron parte fundamental del bolo, pero si hay que hacer hincapié en algún musico, lo haría en la parte femenina de la banda, la baterista Gini Cameron, que con su forma aparentemente destartalada de darle a las baquetas; imprime un ritmo endiablado a sus compañeros.

Aunque Max Meser nació y pasó su infancia en Sabadell, muy pronto se fue a Holanda y allí formó su primera banda. Altamente influenciado por The Beatles y el Nederbeat, es poseedor de esa capacidad, para muchos inalcanzable, de componer hits inmediatos. Así, Max y los suyos comenzaron un set de una media hora, con “Mr. Jimbo” y “Who´re Ya Goin´ To Blame”, ambas pertenecientes a su último álbum, Pictures (2017), para seguir repasando otros temas como: “Broomstick Man”, “Love”, o “Square Room”.

Intercambiado instrumentación como si nada; teclado, armónica y guitarra, acometieron la siempre difícil tarea de contentar a un público que, mayoritariamente, había ido a ver a los irlandeses. Ya para el final, temas como: “Moth Situation”, “Weak for Love”, o la versión rápida de “Mr. Jimbo”, pusieron el colofón ideal para un set impecable.

Nunca dejara de extrañar cuando los “pipas” son unos señores mayores y los que salen a escena unos jovenzuelos y eso es lo que inevitablemente ocurre en todos los shows de The Strypes. Una vez convenientemente colocado todo el escenario, el cuarteto del condado de Úlster salió dispuesto a llevarse todo por delante, tal y como corresponde a las cosas de la edad. Nada mejor que comenzar con la velocísima versión del tema “Rollin´and Tumblin´” del bluesman Hambone Willie Newbern, para sentar las bases de un concierto que se presumía certero y directo.

Seguían igual de efectivos con dos temas de su álbum Little Victories (2015); “Eighty-Four” y “Cruel Brunette”, para enlazarlo con la siempre bestial “(I Need a Break From) Holyday”, para mayor gloria del bajista Pete O’Hanlon, el histrión del grupo que, con su clásico “mod style” no para de dar saltos por todo el escenario en cada show. La sombra de Dr. Feelgood sobrevolaba firmemente durante la interpretación de: “Black Shades Over Red Eyes”, “Hometown Girls” y “Angel Eyes”, mientras el guitarrista Josh McClorey, más comedido que su compañero a las cuatro cuerdas, ponía orden sobre un sonido algo empastado.

El Rock & Roll se escapa a cualquier razonamiento lógico, de ahí que un concierto que pudiera haber sido una auténtica bomba de relojería, se convirtiera a ratos en algo irregular, sobrado de poses por momentos, y rozando demasiado el cliché en otros. Pero, no nos engañemos, estamos ante una banda arrebatadoramente joven, que engancha perfectamente con los de su generación y también con sus padres o abuelos.

Por eso, volvieron a la carga con temas inapelables como: “Behind Closed Doors” o “Mistery Man” y todo arreglado para sus fans, a los que poco les importa que, el vocalista Ross Farrelly cada vez que se cuelga la guitarra, sea prácticamente como objeto ornamental.

Esperemos que en el futuro logren mantener el tipo, e incluso vuelvan a las composiciones urgentes de su primer trabajo, pero sobre todo; que no terminen por convertirse en una parodia de sí mismos.

 

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