Thomas Cohen – Bloom Forever ([PIAS])

El de Thomas Cohen es uno de esos discos que corren el riesgo de quedar sepultados entre la avalancha de novedades que atiborran nuestros oídos en estos tiempos tan saturados de estímulos. Lo es más todavía si uno cae en la tentación de quedarse con los titulares que aparecen al googlear su nombre: nueve de cada diez lo presentan como “el viudo de Peaches Geldof”, y la primera entrevista que aparece es con la revista…ejem…Hola. Algunos, un poco más enterados, mencionan su pasado post-punk con el grupo S.C.U.M. Así, de entrada, todo huele demasiado a hype, a poner una vez más el sensacionalismo por delante del arte.

Sin embargo este disco de Thomas Cohen, Bloom Forever, merece mucho ser tenido en cuenta. Diría que habría que intentar escucharlo abstrayéndose de las circunstancias en las que fueron concebidas las canciones, pero es prácticamente imposible hacerlo. El orden en que se sitúan en el disco no anima a ello, pues es el mismo en el que fueron escritas y, a través de sus letras, puede seguirse el doloroso proceso por el que ha pasado el cantante. Se abre el telón con “Honeymoon”, que recuerda a Richard Hawley por la voz, la placidez, los intervalos instrumentales y la elegancia que desborda, donde se narra la felicidad que vive la pareja en esos primeros e idílicos días. Similar línea sigue “Bloom forever”, bellísima balada dedicada a su segundo hijo. Las guitarras cristalinas, los coros luminosos… Sabiendo cómo acaba todo es imposible no pensar en esas películas donde la felicidad familiar inicial funciona como presagio de la tragedia. Cohen echa mano del “Love and only love” de Neil Young para “Hazy shades”, donde algo parece empezar a truncarse. La voz se oscurece, recordando ahora más a Richard Ashcroft que a Hawley. Llega entonces “Country home” con sus steel guitars que se alternan con guitarrazos de impotencia y rabia coronando una impactante letra: “Mother had gone…”

Paradójicamente, el disco empieza a abrirse a la esperanza a partir de ese momento. “Ain’t gonna be no rain” es una llamada a seguir adelante, y unas notas de piano pueden evocar la salida del sol tras la tormenta. El título de “New morning comes” es suficientemente explícito. A pesar de alguna recaída anímica (“Only us”), la historia termina mirando hacia adelante, abrazando la vida sin renunciar a los recuerdos agradables, con sintetizadores, arreglos y las nubes abriéndose en el cielo.

Sería muy osado y exagerado decir que Bloom Forever es el Berlin de nuestra época, pero cuesta mucho no acordarse de la obra maestra de Lou Reed al transitar por esta penosa historia, además realmente vivida en primera persona en este caso. Sublime exorcismo del dolor y exquisito abrazo a la vida.

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