Tindersticks – Playa Club (A Coruña)

Una noche mágica, inolvidable, de esas que esperas que no se acabe nunca, que no amanezca, que nadie ni nada turbe lo que estás viviendo en esos momentos.
Te atrapan, te enganchan, te hacen fijar la visión hacia un punto fijo y abrir la boca como si intentases con ella también atrapar las melodías que pueden escaparse de los oídos.

La banda de Stuart Staples es así. Muy grandes. No necesitan teloneros para calentar al personal. El público va a verlos a ellos. Unos teloneros se hubiesen llevado el engorroso problema de no ser apreciados verdaderamente ya que las ansias de escuchar a Tindersticks agotarían los recursos de la gente para poder apreciar las artes de los mismos.

Aunque el concierto estaba programado para las 00:00, el grupo salió al escenario a la 01:00. Una espera algo prolongada, pero que sirvió para que las quinientas personas allí congregadas fueran buscando los mejores espacios para poder contemplar de cerca a estos trovadores del siglo XXI.

Simplemente viéndolos salir del camerino uno se da cuenta de lo que conlleva ser un Tinder. Son músicos de verdad. Con todas las letras. Sólo contando las guitarras que llevan para su espectáculo, uno puede preguntarse: ¿cuántos grupos van a tocar?. Y es que aunque su música pueda sonar muy sencilla, sin grandes elocuencias, … son preciosistas en su minimalismo.

Pero la fuerza de Tindersticks no radica sólo en su música. Sí, la voz de Stuart es exclusiva. Esa voz grave resalta sobre las bellas melodías. Su actitud de dandy melancólico, con una apariencia sobre el escenario de un verdadero “gentleman”, … es puro magnetismo.

Sus temas más gloriosos contaron con la estimable compañía de los de su nuevo trabajo, Waiting For The Moon (lee la crítica aquí), el cual presentaban en sociedad.

Y realmente suenan espectaculares en directo, así como lo hacen en su versión estudio. Incluso Dickon Hinchliffe, violinista de la banda, hizo alarde de su magnífica voz al interpretar “Until The Morning Come”, mientras Stuart acariciaba las cuerdas de la guitarra.

Hay conciertos para todos los momentos y estados de ánimo. Esta cita fue la de la acentuación de la belleza y la magnificiencia de los sonidos esplendorosos y bien ordenados. Y lo son tanto que, como buenos británicos, marcaron un concierto de una hora y media y de ahí no pasaron.

¡¡Qué noche más bella esperando la luna!!

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