Weezer – Everything Will Be Alright In The End (Republic)

¿Necesitaba el mundo un nuevo disco de Weezer? Pues probablemente no, pero si hasta hemos permitido que Bono se meta en nuestros iTunes sin habérselo pedido, no encuentro razones por las que no deberíamos dar a Rivers Cuomo una nueva oportunidad para recuperar algo del crédito que se dejó por el camino allá por principios del nuevo siglo.

Prejuicios aparcados pues, nos encontramos ante un loable esfuerzo por sonar mínimamente vigentes, por recuperar la frescura del Green Album (01), porque no vamos a pedirles ya que rememoren los días del Blue Album (94) o de Pinkerton(96) , dos absolutas joyas que siempre justificarán cualquier descalabro posterior, cuando la inspiración desapareció y todo lo que vino fueron esfuerzos vacíos para justificar nuevas giras con las que saciar nuestras ganas de volver a oír esos clásicos con las que tanto llegamos a quererlos. Dudo que ellos mismos llegaran a tomarse nunca en serio discos como Make believe (05), Raditude (09) o Hurley (10).

En este apreciable Everything will be alright in the end (14) cohabitan las canciones que arrastran el presente más borrascoso (guitarras pesadas a lo Sum 41 que maldito favor les hacen) en las prescindibles «Ain´t got nobody» o el single «Back to the shack»  y las bromas privadas de «Cleopatra» o «Da Vinci» que se quedan en tierra de nadie, con números vigorosos que transitan con nervio y tino melódico «Eulogy for a rock band», «Foolish father» y «Lonely girl». Hasta ahí, pocos motivos para la euforia, para que nos vamos a engañar. Pero entonces llegamos a «Go away», certero dueto con su fan declarada Bethany Cosentino de Best Coast, que se pone las gafas de sol y entona un pequeño himno capaz de hacerte volver a mediados de los noventa y, sobre todo, la melosa «The British are coming» que, letra patriótica y prescindible aparte, se corona como la mejor del lote gracias a un estribillo bastante potable y a un desarrollo que nos recuerda a lo que más nos gustaba de Weezer. Sí, puede que sean nuestras ganas más que su brillantez lo que nos hace elevar su cotización pero al menos se dejan escuchar y dejan una sonrisa que ya nunca pensábamos que podríamos recuperar con ningún nuevo material suyo. Poco importa a estas alturas que empañen el final del disco con tres vacíos ejercicios de rock musculoso cargados de solos delirantes sin ninguna dirección. ¿Es todo esto suficiente para estar hablando de un buen álbum? Pues no lo tengo claro, pero al menos sí que parece un digno esfuerzo por no caer en la autoparodia y recuperar parte de las sensaciones perdidas. En otras palabras, es un disco digno pero poco más, y viendo cómo venían gastándoselas desde hace más de diez años, ya es bastante.

Ahora que se cumplen veinte años del Blue Album, siempre tendremos la opción de recrearnos en la melancolía y recordar cómo éramos y cómos sentíamos en aquellos maravillosos años. Es por ello que quizás debiéramos valorar este nuevo trabajo más por lo que tiene de ejercicio nostálgico que por su propio valor musical. Al fin y al cabo, Weezer siguen existiendo y eso es ya más que suficiente. O debería serlo.

 

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