Wilco – Palacio de Vistalegre (Madrid)

Ayer actuó Wilco en Madrid dentro de una serie de conciertos publicitados con el adjetivo de sublimes. Dice la R.A.E. que este adjetivo significa excelso, eminente, de elevación extraordinaria.  Pero como hablamos de Wilco, grupo al que muchas veces se tilda como la banda de rock perfecta, también vemos que la R.A.E. dice que la perfección es poseer el grado máximo de una determinada cualidad o defecto. Aparquemos por un momento la dialéctica para centrarnos en el espectáculo.
El concierto empezó con unos veinte minutos de retraso sobre la hora prevista, cuando se apagaron las luces, la figura cada vez más oronda de Jeff Tweedy se adentró en las letras de «Ashes of American Flags», y arrancó el ritual del rock. Que se haya programado un concierto publicitado como sublime en un sitio tan poco amigo de la acústica como ese de Vistalegre, es insólito y dio fe de ello el omnipresente eco descontrolado (reverb para los puristas) que mantuvo  a gran parte del público desconcertado y desconcentrado por más tiempo del deseable. El propio Tweedy ya bien avanzado el concierto bromeó con la locura del sitio, en el que los gritos del respetable, las palmadas y los solos de guitarra se repetían infinitamente en el espacio mientras el sonido rebotaba por todo el recinto.

Aún así, bastante atemperado el problema auditivo, llegó el momento de las emociones y en eso Wilco saben como nadie llegar a la patata. Corazones anhelantes para un rock de corte clásico y con algunos brillantes titubeos, cada vez lo son menos, de rock experimental. Esa es la jugada que les ha ayudado a congregar un público ecléctico, bueno, eso y sus tremendas e inspiradas composiciones, amén de sus directos.  «Art of almost» como segundo cartucho de la noche ya nos confirmó que el concierto andaría entre esos dos adjetivos, ¿sublime o perfecto? Parte de la magia de Wilco reside en saber cargar como nadie las medias tintas, aparte de la precitada ambigüedad entre lo clásico y la experimentación, les ayuda esa pose chulesca a medio camino entre los Rolling Stone más ácidos y el perfecto grupo de estudiantes universitarios. La noche fue arrolladora en cuanto a repertorio, de la elección de canciones esta vez si que se podría decir que estuvieron todas las que son. Dos horas de concierto dio para paladear las guitarras sudorosas, vaporosas, gamberras, ácidas y de colores que con maestría en el difícil arte de conjugar academia y exhibición, dejaron al personal ensimismado con «At last that´s what you said». Se gozó con cargas moduladas también en cuanto a melodías y técnica en «Spiders» o «Impossible Germany», esta última vitoreada con alegría desde el gentío. Insultante ver el desparpajo hedonista de Nels Cline maltratando para placer del público el mástil de su guitarra, imposible insultar la seriedad que desempeña, como decía una canción.

Hubo tiempo para la alegría y la fiesta como en «Hummingbirds» coreada con alma de karaoke, a la que le sobrevino un divertido discurso de Tweedy que se preguntaba porque ya nadie escribía cartas de fans para leer y tirar, en vez de aturullarles con pancartas en los conciertos que no eran capaz ni de entender…»yo no soy listo» llegó a espetarle a alguien que intentaba descifrar una pancarta relacionada con Argentina.

Fue sorprendente el feo que el público le hizo a «Kamera», a pesar de haber supuesto un punto de inflexión en su carrera, y justo ahí el concierto tropezó. Menos eléctricos que en su formato para festival, la verdad es que cuando empezábamos a preguntarnos que estaba pasando, y la distracción se apoderaba de las mentes, llegaron los bises y la noche volvió a resurgir de entre las tablas.

Continuando con los constantes cambios de guitarras, que a decir verdad restaban un poco de concentración, hasta dos guitarras por canción y músico llegamos a contar en un desfile de instrumentos de todo tipo, con dos mástiles, de seis, de ocho, de doce cuerdas…llegamos a «Via Chicago» y su celebrada distorsión destroza-melodías que hizo la canción más grande aún, si cabe. Luego sin tomar respiración ya estaba el conjunto entonando «Jesus, etc» o dedicando «Monday» a Radio3 por la bendita repetición de cada lunes en el programa de Carmona «Hoy Empieza Todo».

Volvieron un segundo bis con los aires entre el funky y el soul de «Hoodoo Woodoo», mientras que un amigo de la banda venido de Woodstock queríamos creer y que al final resultó ser un técnico de montaje, se contoneaba cual bailarina de strip-tease, descamisado, bigotudo y con cencerro en mano. Desconcertante cuanto menos, por ser benévolos.
En fin que tal vez la intensidad de la noche no fue ni tan alta como la esperada ni la concentración llegó a tan alta estima como es costumbre de la banda, así que digamos que perfecto esta vez no fue. Pero sublime sí y con nota, con mucha nota. Si hasta la R.A.E. lo dice, por algo será.

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