Willard Grant Conspiracy + Doghouse Roses – Moby Dick (Madrid)

Posiblemente este show era uno de los que más esperaba este año. Willard Grant Conspiracy son una de esas bandas especiales para uno que, de una forma u otra, siempre permanecen agazapadas para el gran público o para la pléyade periodística. Su American Gothic profundo, sentido, real y alejado de efectismos a lo Woven Hand, nunca ha gozado del respeto que merece una longeva carrera que no conoce bache. Robert Fisher ese gran –en todos los sentidos- hombre aterrizaba en Madrid el pasado viernes para absorbernos con su garganta fastuosa y la ayuda prestada por la formación que perfectamente le acompañaba en esta ocasión.

Bien es cierto que los discos más memorables de la banda son de un manierismo instrumental bárbaro, sirva como ejemplo el magno Let it roll (06), miles de arreglos e instrumentos elevando cada tema hasta dejarnos secos de tanto drenaje emocional. Es por ello que temía que una sala tan pintoresca y encantadora como Moby Dick, a pesar de esas virtudes, no permitiera desplegar una gran número de músicos en su diminuto escenario. Al final, este detalle no importó sobremanera: Fisher con ayuda de la banda telonera, el dúo de Glasgow Doghouse Roses, y un fiel violinista se bastaron para transportarnos a su pantanosa imaginería.

La pareja escocesa abrió la velada con una agradable muestra de folk americano. Recordaron a los mejores Cowboy Junkies, pero con un tono mucho más campestre y menos solemne e insondable. La dama mostró una gran voz, posteriormente acompañó inmejorablemente a los coros en el grueso de la noche; Y el caballero, portentoso guitarrista, brindó grandes arpegios con ritmos simultáneos.

La verdad que se me antojaba imposible saber cómo trasladarían Willard Grant Conspiracy trasladar al directo los temas de Pilgrim Road (08), un trabajo que acude al gospel ayudado constantemente por el piano. Un piano que, según nos contó Fisher, se rompió y no pudo venir de gira. Por ello, “Vespers” fue de las pocas paradas en él. Mejor, me parece mucho más endeble que el resto de su andadura, la verdad.

El disco que fue repasado, y de qué manera, no fue otro que el colosal Regard the end (04). Hasta cuatro temas llegaron a sonar desde “la pop” –en palabras de nuestro predicador nocturno- “Soft hand” pasando por “The trials of Harrison Hayes”, “Fare three well” y el momentazo de la noche: el helador sortilegio litúrgico de “The ghost of the girl in the well” con unos juegos de voces brutales.

La profundidad y la introspección fueron los aliados de la noche para el combo que mereció y recibió una silenciosa atención desde el bello inicio con “Dance with me” hasta “Lady of the snowline”, final asombroso con el violinista tocando un serrucho con su arco –fantasmal sensación-. No faltó ni siquiera un espiritual norteamericano cantado a capella por Fisher que sobrecogió hasta a las vigas de la sala.

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