1981: The Cure – Faith (Fiction/Polydor)

Los discos que cambiaron nuestra vida

Corría 1989 cuando con apenas 16 años, descubrí este disco. Era la época de las TDK de 60 o de 90, de los discos, maxis y 7 » a 45 revoluciones por minuto -el cd llegó a casa en 1990 con Bossanova de Pixies, para estrenarlo-. Por aquél entonces los tótems de mi habitación eran el Joshua Tree, Music For The Masses, Darklands, Ocean Rain, The Queen Is Dead… y por encima de todo, Standing On a Beach de The Cure, recopilatorio que poco a poco, (cada vez que juntaba algo de dinero) iba descubriéndome un nuevo capítulo en la discografía de la banda de Robert Smith.

Sólo tenía en mi poder en aquellos momentos Kiss Me, Kiss Me, Kiss Me (1987), Three Imaginary Boys (1979) y el recién estrenado Disintegration (1989), cuando decidí (no sé si por la portada o por qué) comprar Faith, del que sólo conocía “Primary” y no era especialmente mi canción favorita. La magia del vinilo (algo impensable y demasiado pretérito para la generación ipod) y la soledad del dormitorio de un impresionable adolescente, hicieron el resto.

“The Holy Hour” abría un álbum de curiosa portada gris, mediante un bajo machacón y omnipresente, al que se iba sumando un repetitivo sonido de batería. Todo se fundía con guitarras afterpunk, teclados ambientales y una voz apática llena de reverb y ecos, con las que se construían esas ocho canciones en 36 minutos de una densidad demoledora, plagadas de ambientes y de profunda melancolía. Mis jóvenes oídos quedaron impresionados ante un trabajo claustrofóbico y tremendamente angustioso.

Era colocar Faith en el plato y darle la vuelta, y otra y otra más,… para volver y volver a escucharlo. Desde el primer momento se convirtió en un disco especial, no era uno de esos para compartir con a los amigos, era para escucharlo en soledad, para leer las letras, fijarse en cada matiz y descubrir todos sus secretos.

Su tristeza y su temática decadente y siniestra transcurrían entre lo religioso (“The Holy Hour”, “Faith”), los parajes asfixiantes (“Other Voices”), depresivos (“All Cats Are Grey”),… los devaneos postpunk (“Primary”, “Doubt”) o la muerte (“The Drowning Man”, “The Funeral Party”). Algo más de media hora que te dejaba hecho polvo, pero con ganas de volver a repetir la experiencia. Algo que aún hoy, es necesario hacer de vez en cuando.

Gracias a discos como este y a otros que cito al principio, nada volvió a ser lo mismo.

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