Amaral (Teatro De La Axerquía) Córdoba 09/07/17

Fotos: Raisa McCartney

Pues sí, señores, y mira que lo sentimos por la horda de sordos detractores que hemos tenido que padecer a lo largo de las dos últimas semanas, pero esta no es que sea una buena manera de despedir un Festival de la Guitarra (las mayúsculas ahora están más justificadas que nunca), sino que probablemente haya sido la mejor. Hasta hace unos días uno más entre los disidentes escribía en redes sociales algo tan subjetivo y descabellado como “un festival de la guitarra sin rock”, ignorando de paso que ese mismo día a apenas un par de kilómetros del Teatro de la Axerquía –escenario que volvió a ser el blanco perfecto para las cansinas peroratas de siempre- tocaba una tal Ana Popovic, prestigiosa instrumentista serbia que, que se sepa, no ha compuesto aún ninguna canción del verano. O que una semana atrás inauguraba el ciclo un tal Robe Iniesta, no caracterizado precisamente por su facilidad para sonar en los 40 Principales o aberraciones mediáticas similares. Es eso, el comentario sesgado e interesado, el ombliguismo inamovible y el empeño en que el cartel de cada año debe ser diseñado por los guitar heroes de turno en lugar de por los programadores, que son todos unos ignorantes y unos recién llegados, lo que hizo que para próximas ediciones se haya puesto en solfa, sin necesidad, la idea de subvertir el sentido primigenio de un festival que primaba las seis cuerdas por encima de cualquier otra virtud a la hora de pergeñar los diversos eventos. ¿Hablamos de los conciertos de Cañizares, Niño de Pura, Ricardo Gallén, Kurt Rosenwinkel y algún otro, por citar los más próximos a ese virtuosismo que parece ser para muchos la única condición imprescindible para figurar en el cartel? Pues sí, aunque no quisieran darse cuenta, también estuvieron ahí, solo que no les interesa hablar de ellos. Para ir abreviando en la introducción, el cierre que Amaral le dieron a esta 37ª edición fue sencillamente impecable. Les va a pesar a esos de los que hablamos, sí, y mucho, pero es lo que hay.

Veintiocho canciones. Más de dos horas y media dejándose la piel en el escenario. Iluminación y sonido perfectos. Una banda complacida y complaciente. Canciones que ya son historia del pop (no digamos rock, que se nos enfadan) español. Personalidad aplastante. Música, señores, música que emociona y sorprende. Al final, cuando los altavoces se mecen con el “Moon river” de Henry Mancini y el grupo se une para saludar, no son pocas las miradas alucinadas y las alabanzas a un directo sencillamente espectacular que no deja de sorprender con cada nueva gira. Esta, en la que presentan fundamentalmente las canciones de Nocturnal, un álbum que nos devuelve a unos Amaral arriesgados y profundos, adapta el puñado de clásicos que jamás dejarán de tocar a un sonido orgánico en algunos casos (precioso comienzo con “Unas veces se gana y otras se pierde” o la recuperación de “Cuando suba la marea”), como las revisiones acústicas de “La niebla”, ya presente en Nocturnal Solar Sessions, apéndice de su último álbum, “Salta” (la sorpresa de la temporada, tras años de obviarla en sus conciertos) y “Moriría por vos”; y más intrincado en otros, como las bases de “Noche de cuchillos” o la aproximación al sonido disco de “Chatarra”, uno de sus temas más emocionantes al que, esto va en el debe, desproveen de sentido en vivo.

Del resto poco más se puede decir, salvo que la guitarra de Juan Aguirre sigue sonando igual de personal e inconfundible y que protagoniza la línea melódica de “Lo que nos mantiene unidos”, “500 vidas” o “Llévame muy lejos”, reservada esta para los bises junto con “Sin ti no soy nada”, otra imprescindible, con la misma precisión de siempre y en ese discreto segundo plano que no impiden que se note su capitanía al frente de una banda renovada que conserva al gran Toni Toledo a la batería e incorpora el bajo de Ricardo Esteban y el piano de Tomás Virgós, amén de los diseños y proyecciones que acompañan en todo momento las evoluciones de una Eva Amaral desatada y en plena forma vocal y física. Lo de esta mujer debería ser estudiado como ejemplo de vocación y entrega. Un animal de escenario, un huracán de comunicación que hace que el mensaje fatídico de “Kamikaze”, la brutalidad rítmica de “Revolución” o el remanso rabioso de “La ciudad maldita” engorden su valía con la pasión de una auténtica jornalera del rock, que al fin y a la postre es lo que es.

Cuando has escuchado tantas veces piezas perfectas de pop como “Días de verano”, “El universo sobre mí”, “Hoy es el principio del final”, “Marta, Sebas, Guille y los demás” y “Sin ti no soy nada” y te siguen diciendo cosas, te siguen hablando de algo que sientes como propio y sigues admirando la forma en que se tocan, se palpan, se te pasan por la cabeza y el corazón, lo único que pides es que al acariciar de nuevo tu “Estrella de mar” favorita suene aún mejor, con una coda final que la embellece, y que al “Salir corriendo” metafóricamente hablando te sientas igual de feliz que cuando gritabas “No sé qué hacer con mi vida” y nadie te escuchaba, con la diferencia de que ahora lo cantan contigo un par de miles de personas. Cuando Eva dice que ha llegado el momento de irse, de sumergirse en una corriente ya conocida pero deseada “Hacia lo salvaje”, también sabes que luego apenas sabrás “Cómo hablar” tras escuchar la intro a piano y voz de “En el tiempo equivocado” y justo antes de caer en la cuenta de que, pase lo que pase en el futuro y pasara lo que pasara en el pasado, “Nadie nos recordará”. Para entonces, el teatro ya estaba puesto en pie y los incrédulos empezando a convertirse en devotos. Quienes ya lo éramos nos remitimos al comentario, que también los hubo por la otra parte, de un amigo que aseveraba a la mañana siguiente “ayer vi a Amaral por cuarta vez… y mañana los vería una quinta”. Les aseguro que el autor de la frase es un rockero de base, pero de los que llevan toda la vida escuchando música. Música, sí, en la máxima acepción de la palabra.

Un comentario en «Amaral (Teatro De La Axerquía) Córdoba 09/07/17»

  • el 12 julio, 2017 a las 10:12 am
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    Te aplaudo. Me ha parecido cojonuda la crónica,tanto tanto que me he emocionado al leer (y al sentirme identificada) con tu colega al decirte al día siguiente las muchas veces más que vería a Amaral siendo un rockero de añejo.

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