Benjamin Biolay – Grand Prix (Universal)

Son pocas las carreras discográficas tan intachables como la del francés Benjamin Biolay. A lo largo de nueve discos, y durante estos últimos veinte años, el de Villefranche-sur-Saône (Lyon) ha conseguido captar la atención y la unanimidad crítica de público y especialistas con su imagen de enfant terrible de la chanson en continuo diálogo con el pop, el rock, la música con ornamentación de cámara, el tecnopop, etc. Este brillante Grand Prix (Universal, 2020) es, para quien esto suscribe, uno de sus mejores cancioneros – ¿el mejor después de Trash Yé Yé (2007)? – ya que hallamos a un interprete en plenas facultades vocales, y a un compositor que sabe vestir sus melodías con arreglos refinados, medidamente calculados sin atisbo de forzar la máquina y sonar impostado. Un artista en el Everest de su carrera.

Veinte años abalan a Biolay. Años en los que ha ido describiendo trayectorias de ida y vuelta, siempre con quiebros de fuga. Desde sus comienzos ayudando a una debutante Keren Ann revisitando la chanson a ritmo de bolero entre otras veleidades, pasando por su colaboración con Chiara Mastronianni (su esposa en ese momento) en Home (2004), o la fantasía de reescribir un Buenos Aires idílico en discos estupendos como Palermo Hollywood (2016) o Volver (2017). Tradición y anhelo de romper estereotipos. La ecuación para alguna vez ser recordado.

En este álbum el francés parece decirnos de forma simbólica que ser cantante es como dejarse la vida en cada verso, en cada arpegio, tal y como lo hicieron en su momento grandes automovilistas que, en las inquietantes curvas de los circuitos, algunos perdieron la vida. Comienzan a rodar estos surcos con el alma tecnopop y sexy del Serge Gainsbourg de su última etapa en “Comment Est Ta Peine? la cual está dedicada a Jules Bianchi fallecido en 2015 a los 26 años. Esta inclinación por la bola de espejos sigue con la siguiente (“Visage Pâle”) con excelsos arreglos de sintetizador y un Biolay cantando como nunca.

Las guitarras (el arranque es muy Nirvana) esculpen la aguerrida “Idéogrammes”que desemboca en un estribillo que es pura fanfarria. Las curvas son sinuosas en este pentagrama sin desperdicio, y que siempre consigue sorprender: “Comme Une Voiture Volée” pespuntea rock con disco music; las cadencias funk satinado de “Grand Prix” es otra de las gemas que deleitan los sentidos, lo mismo que se puede decir de “Papillon Noir” cuyos bucles entre sintetizadores y guitarras tanto recuerdan a New Order. La eternidad se persigue y se encuentra con discos como este.

Escucha Benjamin Biolay – Grand Prix

 

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