Billie Eilish – Happier Than Ever (Darkroom/Interscope Records)

A Billie Eilish el oropel de la fama le llegó temprano – tan solo diecisiete años-, y con un disco que trataba sobre sus traumas e incertidumbres. When We Fall Asleep, Where Do We Go? (2019) ponía en el disparadero mainstream a una joven con mucho talento, aunque un tanto perturbadora para las multinacionales. Acaparó la mirada de la gente; unas miradas inquisidoras que intentaron encasillarla y domesticarla dentro de unos estereotipos de música de/y para las masas, aunque con su punto extraño.

Los Grammy catapultaron a la artista, y millones de telespectadores pudieron ver como las manos de Smokey Robinson y Ringo Starr pasaban el testigo a la gran esperanza del pop. Pero Billie Eilish es una estrella del pop que no quisiera serlo: la fama teen que encarna no parece que encaje dentro del instinto (pulsional) de forjarse una vida bien aprovechada económica y socialmente, de la resiliencia en la superación de retos, y en donde la debilidad no es nada rentable. Sus oscuros relatos no son aquellos que inoculan felicidad como lucha en una opción personal y mercantil, como bien dicen los filósofos Edgar Cabanas y Eva Illouz, y me temo que, aun a expensas de que sea devorada por el mismo sistema que ella intenta dinamitar, Eilish es una teenstar de lo más testaruda.

La artista angelina canaliza, de nuevo -y con más aspereza si cabe- el sinsentido del éxito, ese espejismo que parece que se adapta a los tiempos a golpe de talonario y risas enlatadas. Junto a su Bernie Taupin particular, su hermano Finneas, se meten en la habitación y graban canciones que son como dardos envenados contra ese producto envenenado que es la felicidad en el siglo XXI. Lo hace en este maravilloso Happier Than Ever (Interscope, 2021) en donde aparece en portada (y fotos interiores) cual Julie London en tiempos de gifs.

Un cancionero que se sumerge, entre sinuosas capas de beats repetitivos, que acompañan al fraseo narcótico de Eilish en el arranque del disco, “Getting Older”, una hermosa balada en la que hace repaso a los estragos piscológicos que el éxito ha causado en ella: “Things I once enjoyed/Just keep me employed now”. Tremenda sentencia y es solo el principio.

Los sonidos que parecen ya marca registrada por los hermanos O’Connell reverberan en el entramado nervioso de temas como “Oxytocin” (beats aguerridos en una producción que me recuerda a las de William Orbit), o “NDA” que es otro retrato de la estrella asediada por los medios (“Did you think I’d show up in a limousine? No/Had to save money for security/Got a stalker walking’ up and down the street/Says he’s satan and he’d like to meet”).

El groove latino esculpe “Billie Bossa Nova” acompañada por la guitarra acústica de Finneas y loops eléctricos chispeantes. La mirada alicaída a lo Lana Del Rey queda prendida en “Halley’s Comet” y en la magistral “Everybody Dies”, otra historia de incertidumbres sobre el final de la existencia.

El perfil acústico de “Your Power” teje una amarga semblanza de abuso de poder que sufrió Billie Eilish de manos de un hombre (“Try not to abuse your power/I know we didn’t choose to change/You might not wanna lose your power/But power isn’t pain”), y redondea el disco con “Male Fantasy” y la mirada masculina ya no es la que nombra a su cuerpo. Ella es dueña y señora de su destino.

Escucha Billie Eilish – Happier Than Ever

 

 

 

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