Black is the colour of music (I): Al Green y el universo Hi Records

Muchas veces, cuando hablamos de música soul -y por ende, de prácticamente toda la música hecha por afroamericanos- caemos en frecuentes tópicos. Siempre tienden a aparecer los mismos nombres, una y otra vez, como si ese acervo constituyera tan sólo una pequeña parcela de la música pop, como podría ser, por ejemplo, el glam rock. Siempre aparecen por ahí Aretha, Otis, como mucho Marvin, pero casi nunca Bobby Womack, Jackie Wilson, los hermanos Isley, Etta James, Irma Thomas, Betty Wright o tantas otras y otros que merecen iguales o más parabienes que todos esos nombres repetidos hasta la saciedad por y para mentes que no buscan en absoluto profundizar en un género fascinante, que alberga muchos subgéneros y que cimenta prácticamente toda la música que suena en la radio en nuestros días.

Un personaje sin duda clave en todo el proceso de construcción del soul es Al Green. Cantante, showman, animal de las fiestas y posteriormente hombre de iglesia redimido que durante un período de tiempo de más o menos ocho años nos brindó un catálogo de canciones y discos absolutamente impecable y esencial para entender este estilo de música. No obstante, no lo hizo él solo. El apoyo de un sello como Hi Records, que merecería también un reconocimiento paralelo al que se da a otros muchos más predicados como Atlantic, Motown o Stax, y sobre todo, la presencia a su lado de un productor tan sabio como Willie Mitchell, así como de un plantel de músicos que la discográfica tenía en nómina y que construyeron lo que se denominó el Memphis sound fueron claves en su éxito y poso de su obra, que desde este momento afirmo que es absolutamente descomunal, mucho más allá de los dos o tres éxitos eternamente reivindicados del cantante, a saber: “Take me to the river”, “Tired of being alone” y por supuesto, “Let’s stay together”. Hay mucho, pero que mucho más.

 

El actual reverendo Al Green -entonces muy alejado de ser un hombre de iglesia- además, se las arregló para mantener viva la llama del soul sureño en un momento, los setenta, en el que el soul de Philadelphia empezaba a anticipar el reinado de la música disco. El se mantuvo en la carnosidad de un sonido que fue distintivo y marca de fábrica tanto suya como de todos los artistas de Hi Records.

Nacido en Forrest City, Arkansas, el 13 de abril de 1946, pero pronto trasladado al estado de Michigan junto a su familia, el pequeño Albert empezó su andadura en algo así como unos Jacksons versión gospel, con nueve años dio forma junto a sus tres hermanos a The Greene Brothers, agrupación que su padre gobernaba con mano férrea, tanto, que siendo ya adolescente acabó expulsado de la misma por resultar ser un adorador del diablo Jackie Wilson y tener ideas de hacer su camino de forma independiente.

Obtenida de esta abrupta forma su carta de libertad, dio forma a los Creations, banda que integró junto a compañeros de instituto y que tras diversas idas y venidas acabó transformada en Al Greene and The Soul Mates, con quienes grabó en 1968, la primera canción que le propició su ascenso a las ligas mayores, un “Back up train” que fue un hit, llegando a lo alto de las listas de r’n’b del país, aunque el lp subsiguiente no llegó a causar el impacto esperado.

Esto dio bríos a nuestro protagonista, que comenzó a labrarse una sólida carrera en solitario, bajo el recortado nombre de Al Green, y a buscar contrato discográfico. Es ahí cuando entran en juego Hi Records y el hombre clave de toda esta historia: Willie Mitchell. Mitchell vio actuar a Green una noche en un club de Texas y quedó prendado de la presencia y la capacidad vocal del joven, al que inmediatamente vio el suficiente potencial como para reflotar la escudería de Hi, que andaba algo pocha en comparación a otros sellos que se estaban llevando la palma de oro del soul.

Hi Records había sido puesta en funcionamiento en los años 50 por Ray Harris, que era amigo de Bill Black, bajista de Elvis y por tanto, pudo estar presente en varias de las grabaciones del rey en Sun Records, cosa que le animó a probar suerte en el negocio. Inicialmente, Hi fue un sello eminentemente de rockabilly, el sonido inicial de Elvis, Carl Perkins y otros tantos, pero poco a poco fue evolucionando con los tiempos y especializándose en sonidos de rock instrumental, canción humorística (o novelty, como la llaman los americanos) o unas incursiones en el rhythm and blues que no acababan de fructificar del todo hasta que entró en juego el mencionado Willie Mitchell, respetado líder de banda en los clubes de Memphis y trompetista, que tenía un gran oído y gusto para la producción. Al asumir éste el timón de la dirección musical, la cosa fue cambiando sensiblemente, sólo necesitaban a un artista carismático que les proporcionara hits.

Cuando Willie conoció a Al, supo que era ese diamante en bruto que podía pulir para ganar millones de dólares. Además, Al tampoco era una marioneta: sabía componer su propio material y tenía una personalidad que no requería de ninguna directriz para brillar por sí misma. Sólo faltaba encontrar el sonido que le diera el toque perfecto para que su voz despegara como merecía en la radio. Mitchell y sus músicos, los Hi Rhythm, que se contaban entre lo más ilustre de una región tan musical como Memphis, sabían dar el punch necesario a las canciones sin necesidad de imitar a nadie. Eso generó un sonido para el cual Al Green era la guinda perfecta.

El primer intento de poner toda la maquinaria de Mitchell y Hi al servicio de la sensual voz de Al, lleva por título “Green is blues” y ya da ciertas claves de una combinación infalible de talentos, pero de algún modo, el repertorio basado en versiones y unos pocos originales (a destacar la infecciosa “Get back, baby”, compuesta por el cantante) no lograron conjugar la magia para que llegara el necesario hit. Por eso, quizá, la continuación se hizo esperar, pero en esta ocasión, para dar de lleno en la diana: Al Green Gets Next To You (1971) era un bombazo de disco que contenía dos hits incontestables, la rendición prácticamente irreconocible que Mitchell y Al urdieron del tema de Norman Whitfield y Barrett Strong que da título al disco y ese “Tired of being alone” del segundo, que tomó al asalto los primeros puestos de los charts y queda como una de las marcas de fábrica más reconocibles de nuestro protagonista, que además encontró junto a su productor al fin su sonido definitorio en un disco que es un portento de sonido sureño, sudoroso y altamente cargado de contenido sexual, merced a esos estratégicos falsettos que el reverendo sabía colocar tan bien aquí o allá para dar énfasis y derretir a la más pintada.

Y esto no era más que el principio de una vertiginosa carrera hacia el éxito más rutilante. En tan sólo cinco años, el de Arkansas encadenaría éxito tras éxito, discazo tras discazo, dando forma a una de las carreras más apabullantes que jamás haya desarrollado un afroamericano. El siguiente paso, significó el que quizá sea el hito por el que siempre será recordado: la canción “Let’s stay toghether”, es el fruto de la colaboración entre Green, Mitchell y el batería de los míticos Booker T & The MG’s, Al Jackson Jr. Su ascenso al número uno del hot 100 del Billboard estaba asegurado con esa infalible incitación al baile romántico. Un tema absolutamente genial que después serviría también de single de regreso para una Tina Turner renovada tras deshacerse de Ike y por supuesto, adquiriría condición de eterno tras su inclusión en la película Pulp Fiction, de Quentin Tarantino. Por si fuera poco, el lp que lo acompañaba no ofrecía fisura, y eso que estaba compuesto casi en su totalidad por canciones escritas por el mismo intérprete, con alguna colaboración de Mitchell y el espacio para alguna versión, entre las que ofrece especial interés la apropiación que hace del “How can you mend a broken heart”, de Bee Gees.

 

En este disco, además, se certifica definitivamente la poderosa relación entre el cantante y la banda que, capitaneada por Willie Mitchell y compuesta por los tres hermanos Hodges, el batería Howard Grimes o diversos músicos robados al sello Stax, como el propio Al Jackson o los míticos Memphis Horns, demuestra ser el traje perfecto, elegante y sexy, que necesita una voz tan atómica como la de Green, que empieza a ser considerado como un sucesor natural de Sam Cooke y Otis Redding.

Hi Records se convierte así en un referente de sonido y una fábrica de éxitos, que por supuesto no se queda sólo en Al Green. Pronto empiezan a llegar a su escudería nuevos talentos, o artistas ya rodados anteriormente a los que sabrán sacar todo el jugo. Es el caso de, por ejemplo, Syl Johnson, que venía de facturar dos discos soberbios en el sello Twilight (Dresses Too Short y la magistral obra protesta Is It Because I’m Black) y convencido por Willie Mitchell firmó una serie discos con Hi realmente imponentes, con Back For A Taste Of Your Love o Diamonds In The Rough a la cabeza. Algo parecido pasó con Otis Clay, que estuvo en varios sellos hasta recalar en Hi y conseguir un enorme éxito con la eterna “Tryin’ to live my life without you”, que posteriormente popularizaría aún más Bob Seeger.

Con todo, si hubo alguien en el sello capaz de hacer realmente sombra a nuestro protagonista, esa fue Ann Peebles. Con un estilo fuertemente basado en el blues, la de Missouri fue presentada a Willie Mitchell por un trompetista con el que solía actuar en clubes de Memphis. El avispado productor vio inmediatamente potencial en ella y forzó su fichaje por Hi, con los que comenzó a cosechar éxito tras éxito a través del fantástico equipo de composición que formaban ella misma, Don Bryant y Bernard Miller, aquél trompetista que la presentó a Mitchell. Así, llegaron nada menos que siete álbumes y una relación con su sello que terminó con el cierre del mismo en el año 1978, pero que fue realmente fructífera mientras duró. Ahí quedan canciones increíbles como “Part time love”, “99 lbs”, “Until you came into my life”, “I’m gonna tear your playhouse down” o “I can’t stand the rain”, canción para la eternidad, constantemente revisada, entre otros, una vez más, por Tina Turner, que la hizo suya con gran éxito en 1984.

Volviendo a Green, el muchacho no tuvo problemas para reivindicar el éxito cosechado con “Let’s stay together” con su siguiente single y álbum, un I’m Still In Love With You, que por contener la exitosa canción titular, así como ese bombazo llamado “Love and happiness” llegó sin ningún problema al número 4 de las listas de Estados Unidos. La fórmula obtenida por el tándem formado por Al y Willie, así como otros ocasionales colaboradores en la composición como el ya mencionado Al Jackson probaba ser prácticamente infalible. El artista empezaba a ser considerado una figura indispensable en el panorama soul, un semi-dios que gozaba de fama, fortuna, y todos los vicios y compañía femenina que deseara, cosa que de momento sabía llevar con alegría, pero le acabaría pasando factura.

En 1973 llega la que probablemente sea su obra maestra en forma de disco. Call Me reúne todas las virtudes que habían cimentando el cantante, su productor, el sello y su banda a través de una colección de canciones absolutamente inapelable, empezando por la sedosa a la par que bailable canción titular y continuando por maravillas como “Here I am (come and take me)”, otro éxito incontestable, o barbaridades para derretirse como “Have you been making out ok”, junto a las que se atrevía a emular a los grandes del country, un género eminentemente blanco, con rendiciones de “I’m so lonesome I could cry”, de Hank Williams o una especialmente profunda lectura del “Funny how time slips away” de Willie Nelson. Un disco, en definitiva, de una solidez, que hacía difícil pensar que el aparente pozo sin fondo de ideas del equipo de composición y producción no se secara.

Pero así era, no parecía agotarse. Y buena muestra de ello la dan discos como Living For You, con el hit “Let’s get married” o de nuevo la obra maestra que supuso Al Green Explores Your Mind, con bombazos como “Sha-la-la (make me happy)” o la absolutamente eterna -también versionada mil veces por, entre otros, Talking Heads– “Take me to the river”, pieza que da fe, nunca mejor dicho, de esa curiosa relación que siempre supo establecer su autor entre la música sacra y la profana.

En 1974, por tanto, Al Green estaba sentado en la cima del mundo. Pero, ¡ay! el precio de la fama es elevado. Sus “aficiones” empezaban a pasarle por encima igual que un bulldozer. Él, en el fondo, lo sabía. Por eso aquella noche de octubre tenía un mal presentimiento. Al solía tener varias novias aquí y allá, para poder desplegar a conciencia el mucho “amor” que sentía en su interior. Eso a nivel carnal era muy satisfactorio, pero podía volverse complicado cuando ellas querían algo más que una relación esporádica y promesas varias. Eso le ocurría a Mary Woodson, una mujer capaz de perder los papeles por él hasta niveles insospechados. A lo largo del día, le había pedido matrimonio, a lo que él respondió con evasivas que no dejaban demasiada esperanza al alcance. El hecho de ya estar casada con otro hombre no frenaba los objetivos de Woodson, que ya había hecho intentonas de suicidio con anterioridad para llamar la atención del cantante y forzarle a subir al altar. Pese a los signos de claro desequilibrio por parte de la muchacha, Al no lo vió venir: cuando estaba frente al espejo arreglándose para salir sólo tuvo tiempo de ver por el rabillo del ojo la figura de esa mujer con un caldero lleno de agua con sémola hirviendo, que inmediatamente le echó a la espalda. Tras hacerlo, se encerró y se pegó un tiro con el revólver de su amante, hospitalizado de urgencia con grandes quemaduras que requirieron injertos de piel y mucho tratamiento para superarse.

Durante todo el tiempo que Al Green pasó en el hospital, no dejaba de preguntarse qué había ocurrido, hasta qué punto había llegado su vida disipada y alejada del camino recto para alcanzar tal dramática situación. La culpa le torturaba y su educación sureña y fuertemente enraizada en el mundo de la iglesia (recordemos que empezó como cantante de gospel) hicieron que volviera la mirada hacia dios. Comprendió que todo este tiempo había estado equivocado. Dios era la respuesta a todos sus problemas e iba a intentar a partir de entonces dedicarle su vida.

No obstante, sus planes a corto plazo no cambiaron. Tras un rentable disco de grandes éxitos que recopila lo más granado del trabajo desarrollado en los años pasados, en 1975 entrega Al Green Is Love, sexto disco consecutivo en alcanzar el número uno de las listas de r’n’b de su país y con un contenido, capitaneado por el éxito “L-O-V-E”, que dejaba ver esa nueva dirección que quería dar a su vida, con cierto tono meditativo que era toda una novedad en su obra y en el que brillan especialmente los tiempos lentos como es el caso de la maravillosa “I wish you were here”. Además, por si fuera poco, es la primera vez en que el cantante se involucró en la producción y el disco aparece acreditado como una coproducción con Mitchell.

Con Full of fire continúa participando de manera más activa en la producción, pero la fórmula comienza a dar signos de agotamiento. La repetición de esquemas y un sonido que ha ido evolucionando con el tiempo, pero no lo suficiente, dados los rápidos cambios en el gusto del público que comienza a auspiciar la aparición de la música disco hacen que, pese a que no funcionó mal a nivel de ventas, no esté al nivel del resto de la discografía de nuestro protagonista, al igual que tampoco lo está Have A Good Time, aparecido el mismo año, 1976, y que mantiene un nivel aceptable, pero no tanto como tenía acostumbrado a su público y además, supuso el fin de su colaboración con Willie Mitchell.

Pese a que su ritmo de trabajo no había descendido, Al no dejó de reflexionar sobre su modo de vida y su espiritualidad. Dios se había plantado en su camino como una tabla de salvación y no iba a girar la mirada, de modo que se ordenó sacerdote de la iglesia pentecostal y compró un templo, el Full Gospel Tabernacle, en Memphis, muy cerquita de Graceland, desde donde comenzó a ejercer su ministerio, sin que ello, por otro lado, interfiriera en su profesión artística, que continuó, aunque por derroteros cada vez más centrados en la música gospel, de los que The Belle Album (1977) es una muestra magistral. Completamente producido por Green (a Mitchell no le interesaba el rollo espiritual), es una preciosidad de trabajo. Una de sus más altas cotas que, sin embargo, no encontró continuidad en futuros álbumes.

Todo esto coincidió, además, con el fin de Hi Records. La compañía había visto como sus ventas descendían con peligrosidad. El giro hacia la espiritualidad de su artista estrella no ayudó, pero tampoco el ascenso de una música disco que no cuadraba con su estilo sureño de hacer música. El sello fue vendido a Al Bennett, originalmente presidente de Liberty Records, que intentó mantenerla a flote sin éxito. No obstante, con el paso de los años su catálogo se ha ido reeditando periódicamente, haciendo honores a un legado verdaderamente descomunal.

Una caída del escenario en 1979 hace que nuestro protagonista deje las giras y renuncie casi por completo a la música secular, centrándose en su iglesia, aunque de vez en cuando durante los años ochenta y noventa del siglo pasado hace incursiones, sobre todo colaboraciones estelares, en la misma. Así, apareció junto a Annie Lennox cantando “Put a little love in your heart” para la banda sonora de Los Fantasmas Atacan Al Jefe, e interpretó el clásico “Funny how time slips away” junto a Lyle Lovett, lo cual le valió su noveno Grammy.

Su inducción a mediados de los años noventa en el Rock And Roll Hall Of Fame, temprana en comparación a muchos otros, vino acompañada de una ATÓMICA actuación en el show de David Letterman (cuyo visionado recomiendo a tod@s) y un álbum algo fallido titulado Your Heart Is In Good Hands, que no supuso el esperado regreso que merecía semejante intérprete, por no contar con la producción adecuada. No obstante, el regreso se hizo esperar algo más, pero al fin llegó, con el nuevo siglo: en el año 2000 publicó su autobiografía,Take Me To The River, recibió un Grammy honorífico por toda su carrera y lo más importante: volvió a juntarse con Willie Mitchell para hacer un disco.

 

I Can’t Stop (2003) era, al fin, todo lo que podría esperarse de uno de los grandes del soul. El sonido, bajo las órdenes de su viejo compinche, volvía a ser carnoso, sensual, sudoroso y las canciones volvían a tener el mojo de los setenta. Un regreso por todo lo alto que tuvo continuidad cinco años después con el todavía mejor y más afinado Lay It Down, un trabajo que sonaba como si los años no hubieran pasado y eso que no contaba con Mitchell a los mandos, sino con el joven portento Questlove, líder de The Roots. Un trabajo que incluso le reportó un pequeño hit con “Stay with me (by the sea)”, a dueto con John Legend, pero que permanece como su última incursión seria en el mundo de la farándula, al margen de las esporádicas giras, ocasionales apariciones televisivas o colaboraciones con otros artistas, que también caen de vez en cuando.

Quizá esté bien así. El reverendo continúa cantando y recuperando su legado, aunque esté cada vez más mayor y la voz no le responda igual, pero por lo que puede verse por ahí aún puede hacer un buen papel y quién sabe, a lo mejor algún día nos sorprenda con un nuevo disco, pero desde luego siempre nos quedará sumergirnos en su vasto y excelso catálogo (y ya de paso, con todo el de Hi Records) para deleitarnos de nuevo con la que es y siempre será una de las más grandes voces del soul. Un hombre que ha convivido con los demonios, ha cantado como los ángeles y al final, vio o creyó ver a dios, aunque muchos cuentan de él justo lo contrario, en definitiva lo que queda de todo eso es la tremenda contribución a la música popular de uno de esos artistas que hacen estallar en mil pedazos el corazón de cualquiera.

Enlace al recopilatorio Hi Records: The Soul Years

Enlace a Playlist con lo mejor de Al Green

2 comentarios en «Black is the colour of music (I): Al Green y el universo Hi Records»

  • el 14 noviembre, 2020 a las 10:40 am
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    Magistral repaso a la carrera de Al Green y, por extensión, a la de ese magnífico y medio olvidado sello que fue Hi Records. Ann Peebles es otra figura que debería estar entre las grandes, desde luego. ¡El soul es inagotable! Gracias por el artículo.

  • el 15 noviembre, 2020 a las 4:52 pm
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    Al Green es uno de los titanes del soul, dotado de una voz y un carisma inigualables. Un verdadero coloso. El repaso es magnífico y recoge todos los momentos destacados de una rutilante trayectoria.
    Yo quiero más, que esta serie continúe.

    Gracias

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