Broken Records – Until the Earth begins to part (4AD/Pop Stock)

Sombreros fuera: tal vez estemos ante uno de los mejores discos del año, aunque eso es algo que normalmente no sabemos hasta mucho tiempo después. En todo caso, y tras la pomposa exageración que simplemente buscaba llamar la atención del lector, hay que rendirse ante el gran debut de los escoceses Broken Records con este Until the Earth begins to part, del que ya nos habían adelantado varios singles a lo largo del año pasado, entre ellos “If the news makes you sad, don’t watch it”, toda una carga de profundidad contra el acomodo y la apatía de la sociedad occidental actual.

Su multitudinaria formación (7 miembros), su uso de instrumentos de viento y cuerda, la afectada voz de Jamie Sutherland y sus épicas cabalgadas a lomos del folk de raíces actualizado, consiguieron que la revista NME, siempre tan original, les bautizara como los Arcade Fire escoceses. Algo de eso hay, pero cada nueva escucha va revelando más y más capas de influencias, algunas más añejas que otras, hasta que finalmente el parecido con sus colegas canadienses se reduce a algunos momentos aquí y allá, como cuando entra la percusión en “A promise” o en el crescendo increíble de “Nearly home”, que abre el disco de forma brutal, sin anestesia ni preparación previa.

¿Y el resto del tiempo, a qué suenan? Para empezar, imaginemos un cruce entre los primeros Waterboys, antes de “Whole of the moon”, con los Dexy’s Midnight Runners. Pues más o menos así obtendríamos la mencionada “If the news makes you sad, don’t watch it” (con permiso de los Levellers), “Thoughts on a picture (in a paper, January 2009)”, la muy escocesa “A good reason” o “If Eilert Loevborg wrote a song, it would sound like this”. Claro que Broken Records son una banda actual, así que también se notan en su sonido influencias de grupos escoceses más recientes, como The Twilight Sad o Frightened Rabbit, o de otros más lejanos geográficamente como Beirut.

Los medios tiempos, fantásticos, dan al disco un toque melancólico de otoño lluvioso. Escuchar “Wolves”, “Ghosts” o el inicio de “A promise”, cuando todavía te estás imaginando en un pub escocés levantando una jarra de cerveza al ritmo de acordeones y violines, supone un contraste sublime que se renueva y redescubre a cada escucha. Incluso en una misma canción podemos pasar del susurro suplicante, del piano lastimero, a un orgiástico desmadre que envidiarían los mismísimos Pogues. Y no queda ahí la cosa: si afinamos el oído incluso podemos divisar, allá a lo lejos, retazos de The Verve, Radiohead o de los mejores momentos del primer disco de Coldplay. Hay quien dice, incluso, que se le apareció el fantasma de Jeff Buckley mientras escuchaba el disco de noche, en la oscuridad. Curiosamente el hecho de juntar tantas influencias no perjudica el resultado final, ni produce el temido efecto dispersión que tantas veces se disfraza de eclecticismo.

El libreto no incluye las letras, pero las intuyo comprometidas. El propio Sutherland hace algunos comentarios al respecto en entrevistas recientes. Admira el inconformismo y la rebeldía de The Clash, se ocupa y se preocupa por lo que ocurre en el mundo, por las injusticias, por las desigualdades. El tono épico de “Nearly home” está inspirado, aunque por la letra no lo parezca, en los famosos discursos de Martin Luther King. Una foto de un soldado israelí abrumado ante lo que estaba viviendo en Gaza le sirvió para crear “Thoughts on a picture…” Seguramente Broken Records hubiesen estado ahí, con Billy Bragg y los Housemartins, de haber vivido los 80.

¿He dicho que también hay momentos en los que me recuerda a Neutral Milk Hotel? Vale, ya me callo. Pero recuerda, antes de cerrar esta página: posible disco del año.

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