Click ‘n Roll, Fotos Icónicas (II): Peinetas Johnny Cash

ÉL, en mayúsculas y sin rechistar. «Jim Marshall es el fotógrafo del rock´n´roll». Lo dice su colega de profesión Annie Leibovitz, quien sabe algo del tema. Sentencia que queda respaldada por la ingente colección de imágenes que nos dejó en su carrera. Aparte de la estrella musical de turno, eran Jim y su adosada cámara Leica quienes no podían faltar. No en vano, era el inmortalizador requerido para todo sarao de calado que aconteciese en los 60 y en los 70. Pocos podrían decir que fueron fotógrafos oficiales de Woodstock, Monterey y el infame Altamont. Casi nadie puede afirmar que fotografió el último concierto de los Beatles en el Candlestick Park de San Francisco. Ningún otro fotógrafo recibió un premio de la industria de la música (un Grammy ni más ni menos), por documentar su historia.

Aunque su vertiente fotográfica en el mundo musical eclipsó todo lo demás, cubrió también los movimientos sociales de los años sesenta, retrató a los mineros en Kentucky en un proyecto sobre la pobreza o inmortalizó a New York y sus calles. Siempre con un fino ojo bressoniano y una proximidad y descaro envidiables.

Pero sería su fuerte personalidad la que marcaría su fotografía. Quienes le conocen, coinciden en definir al señor Marshall como una persona compleja, que puede pasar de grano en el culo a amor eterno en cuestión de segundos. Su intensidad y pasión le hicieron romper barreras en círculos muy cerrados, para ser visto como el miembro de la banda que lleva colgada una cámara en vez de una guitarra. Esto sería clave para poder realizar las fotos intimistas de las estrellas del momento, «a los artistas en su ambiente», como él mismo definió, hecho que le diferencia de los demás.

Jim Marshall foto

 

Comenzó su andanza de la mano de dos sellos discográficos de peso: Atlantic y Columbia. Fue este último el que le contrató para realizar la mítica que nos atañe. No es fácil elegir en el armario de Jim Marshall, de hecho, seguro que volveremos a él en el futuro. Apartamos a un lado las de Miles Davis, Janis Joplin o Bob Dylan, para escoger el «Flipping the bird», una de sus estampas más icónicas y una de las más pirateadas también, a nivel rostro de Che Guevara.

A mediados de los 60, tras 10 años de éxitos y excesos, Johnny Cash se encontraba en una situación difícil a nivel comercial, en parte debido al consumo de drogas. En 1968, recuperado un poco de sus adicciones, planeó llevar a cabo un proyecto que rondaba en su cabeza desde que grabó «Folsom prison blues» en 1955. Contra todo pronóstico, la idea de girar por prisiones estatales obtuvo el visto bueno de Columbia Records.

La canción fue inspirada mientras prestaba servicio militar en Alemania, donde les proyectaron la película Inside the walls of Folsom Prison. Johnny cuenta como se sentó, con papel y lápiz, a pensar cuál es la peor razón que puede tener una persona para matar a otra. El resultado fue la mítica línea: «I shot a man in Reno, just to watch him die». Por cierto, a modo de extraña conexión, la ciudad donde se asentaba el regimiento de Cash era Landsberg, sitio que cuenta con otra prisión, famosa por alojar a un tal Hitler, a quien le dio también, en dicho lugar, por escribir otro tipo de literatura: Mein kampf.

 

Volviendo al renacer de Johnny Cash, su jugada fue todo un acierto y se llegaron a realizar cinco conciertos grabados en cárceles, siendo muy destacados los dos primeros: At Folsom Prison y At San Quentin, ambas portadas realizadas con fotos de Jim Marshall. Fue el 24 de febrero de 1969 en San Quentin donde se gestaría la famosa instantánea.

Cuenta el propio Jim, alma gemela de Johnny, que todo ocurrió de una manera muy rápida durante la prueba de sonido. Cash se encontraba ya un poco mosqueado con el equipo de grabación de TV, cuando Jim dio en el clavo al soltar la siguiente frase: «Johnny, vamos a hacer una foto para el alcaide de la prisión». Y es ahí, cuando el pájaro salió a pasear. El hijo de Johnny Cash, John Carter Cash, llegó a decir que la colección de fotos de las dos primeras prisiones, recopiladas en un libro, son el formato perfecto, ni el vídeo podría haberlo documentado mejor.

Johnny Cash en la cárcel

Casualidades que te da la vida, Jim Marshall se encontraba en esa época en libertad condicional por uso indebido de armas de fuego. Y es que como él mismo confiesa: “los coches y las pistolas me han metido en problemas, las cámaras no”. A ello habría que sumarle la cocaína, de la que era gran consumidor y llegó a convertirse en su verdadera perdición. Sus demonios personales coincidieron a finales de los 70 con la explosión del “business” musical, que cada vez era más restrictivo y corporativo. Las productoras dejaron de contar con Jim y sus malos hábitos, entrando su vida en decadencia absoluta.

Nunca tuvo hijos, él decía que lo eran sus cámaras, y sus relaciones de pareja fueron en general difíciles y tortuosas. Una de sus novias, Abigail Folger, fue una de las personas asesinadas, junto a Sharon Tate, en el famoso homicidio ideado por Charles Manson. Su segunda mujer, le abandonó tras ser encerrada con clavos en un armario. Un carrusel de vida, de estrella del rock en toda regla. Hasta tal punto era carismática su persona, que el actor Dennis Hopper basó su papel de fotógrafo loqueras de Apocalypse Now en el mismísimo Jim.

A las puertas del nuevo milenio su existencia seguía en la misma espiral destructiva hasta que entró a trabajar con él Amelia Davis. Dividiendo su tiempo entre secretaria y salvavidas, consiguió sacar a flote el lado más humano del fotógrafo, aunque cuenta que no fue nada fácil. Es la responsable de redirigir su carrera en sus últimos tiempos y de producir varios libros y el documental que destacamos aquí abajo.

Jim Marshall estuvo en el sitio y momento adecuado, no una vez, sino durante años. Más de 500 fotos suyas han sido utilizadas para portadas de discos o de revistas. Era el elegido por los propios artistas, a quienes supo retratar de manera magistral tanto fuera como dentro del escenario. Casi con toda probabilidad no haya existido ni existirá un fotógrafo musical con su impronta, con sus claroscuros en el lado personal, pero con un legado artístico difícil de superar.

 

Consulta las otras entregas de Click ‘n Roll aquí.

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