Entrevistamos a Ana Béjar

La compositora Ana Béjar hace unos meses que sacó al mercado un estimulante disco de versiones bajo el título de Everything I Say (Madrugada Records). Béjar deja en todas ellas su impronta personal aun teniendo que lidiar con temas -como el caso del clásico de Donna Summer “I Feel Love”- que han devenido hitos generacionales e intocables joyas museísticas para mucha mente cerrada.

«Nunca me sentí cómoda en este universo de hombres que es el mundo del rock»

La elección de los temas para este EP es muy variada. ¿Cómo llevaste a cabo la selección?

El sello mejicano Música Solar me invitó a formar parte de un tributo a Nick Cave, ya había colaborado con el sello mejicano cuando grabé para ellos “La materia no existe”. Escogí “The Ship Song” porque pensé que con mi voz podría darle un giro de tuerca y reinterpretarla exagerando la intimidad emocional de la original.

La versión de Vic Chesnutt también surgió de otra petición por parte de un sello catalán, para otro homenaje, esta vez del malogrado artista americano. Programé un ritmo bastante sostenido, casi atávico y sustituí la guitarra distorsionada de Chesnutt por una mandolina eléctrica, a partir de ahí conecté con la canción de una forma muy especial y me dejé llevar.

“Ponce de León Blues” de Beachwood Sparks la grabé en Algeciras y fue como reconstruir los trocitos de una carta de amor.

“I feel love” de Donna Summer fue todo un reto. Recuerdo los hits de Donna Summer que oían mis padres cuando yo era pequeña, así que de alguna manera forman parte de mí. Me divertí mucho, la produje yo y también toqué todos los instrumentos, gemí, grité, fue mi fiesta particular. Reconozco que hubo momentos en los que casi desisto porque estilísticamente está en mis antípodas, pero ocurrió algo muy anecdótico: estaba en un café comentando con un amigo sobre lo difícil de readaptar el tema y sobre si debía tirar la toalla, cuando comenzó a sonar por los altavoces del bar

“I feel love” a todo trapo, la divina providencia me estaba animando a continuar…

Versionas algún tema cantado por hombres, y en el caso de Nick Cave nos hallamos ante un referente del rock con testosterona y me encanta como la llevas a tu terreno, que me niego a llamar femenino, pero dotas a la canción un halo fantasmagórico y fronterizo. ¿Qué te parece esta hornada de roqueras que están tensando una nueva dialéctica para entender el mundo siempre machista del rock?

Nunca me sentí cómoda en este universo de hombres que es el mundo del rock. Desde muy joven luché contra el rol “chica cantante” porque no veía el rol “chico cantante” entre mis colegas que hacían lo mismo que yo. Eran los chicos los que sabían de guitarras, de pedales, de sonido, de producción … y si no sabían, tampoco te dejaban espacio para crecer en esos aspectos pues ellos mismos se atribuían esas parcelas de la música.

Cada vez más mujeres artistas desempeñan una labor activa y consciente, dando visibilidad a este problema y reclamando el mismo trato y derechos que nuestros compañeros. Esa visibilización es crucial para que las cosas cambien. Nosotras nos estamos asociando, nos organizamos, nos defendemos. Somos esa hornada de rockeras que lo tenemos muy claro, porque no solo interpretamos, sino que también producimos, escribimos y arreglamos nuestras canciones y las de otros. Todavía estamos lejos de una igualdad de oportunidades o de consideración. Aunque cada vez somos más, todavía no he conocido personalmente a ninguna productora en el ámbito del rock o folk, tampoco conozco muchas instrumentistas…, pero insisto, afortunadamente esto está cambiando gracias a hombres y mujeres maravillosos con una sensibilidad más inclusiva e igualitaria.

Nuevo sello discográfico. ¿Qué ha motivado este cambio?

Con mi anterior trabajo, editado por Luscinia Discos, disfruté por primera vez de llevar adelante un proyecto desde una perspectiva femenina, algo que valoro mucho, cansada de una industria dirigida y constituida mayoritariamente por hombres, como comentábamos antes. Cuando estaba terminando este disco coincidió que una vieja amiga acababa de poner en marcha Madrugada Records, con artistas afines a mí, como Javier Colis o Pablo Cobollo, y me sentí como en casa.

 

Creo que The Good Man (2016) fue un disco que no se supo valorar como es debido…  ¿Por qué crees que no tuvo más repercusión?

The Good Man formó parte de las listas más importantes de lo mejor de 2016, di muchos conciertos en España y también me permitió girar en Alemania y Holanda. Es el primer disco que saqué bajo mi nombre y tenía que darme a conocer en solitario, así que me asombró el buen recibimiento de público y prensa para ser un primer acercamiento en solitario. Pero si te refieres a que hubiera debido tener más repercusión, yo también lo creo [risas].

Siempre has sido una mujer que trabaja en los márgenes, muy a tu aire. ¿En qué te sientes más cómoda, en tu faceta de cantautora o en la de artista experimental con Edith Alonso, Anna Stereopoulou, Carlos Suero, etc…?

Hacer canciones como he venido haciendo muchos años con una formación de rock batería, bajo, voz y guitarra me aburre. Me atrae todo lo que suponga un cambio de perspectiva, una excusa para investigar diferentes aspectos de la música. Aprender y crecer, sólo así me divierte.

La banda en este Everything I Say suena muy compacta. ¿Cómo llevaste a cabo la elección de los músicos y que han aportado a tu música?

Me alegro de que suene a banda, pero no es tal, ya que he grabado sola el 95% de las pistas. Ha sido un trabajo muy artesanal y solitario. Los toques de mis colegas hacen que el disco suba tantos. Con José Ojeda por ejemplo, comparto esa especie sonoridad lynchiana que le ha ido tan bien a la canción de Cave; Isasa consigue con el lap steel llegar al punto más emocionante del tema de Chesnutt y David G. Bonacho toca el violín en “Ponce de Leon blues” con sabor sureño… David me acompañó con el violín por primera vez en un concierto en Radio 3 hace casi veinticinco años, así que es muy emocionante seguir colaborando juntos.

«Mi voz es el corazón de mi música, y la instrumentación mi cabeza»

Un rasgo que siempre me ha encantado en tu música es la voz. ¿Qué papel juega en la estética de tu sonido?

Mi voz es el corazón de mi música, y la instrumentación mi cabeza. Poder expresarme con la voz ha sido siempre el sentido de mi música. Desde pequeña componía mis propias canciones y me pasaba horas canturreando. Escribo las melodías vocales, los textos y luego viene el acompañamiento; si la melodía me surge con una guitarra seguro que es porque ya estoy oyendo en mi cabeza la melodía de la voz. Hace unos años descubrí el shutri-box y desde entonces suelo llevarlo en directo porque puedo hacer segundas voces de una forma muy orgánica: es un instrumento de fuelle, una suerte de pulmón-corazón portátil que ha dado un color muy sugerente a mis canciones.

Desde la perspectiva que a el paso del tiempo: ¿qué opinión tienes del indie noventero español, del cual formaste parte? ¿consiguió dejar referentes, estéticas revolucionarias, obras de referencia o hubo mucho onanismo y copia?

Hablar del indie español de los noventa es hablar de un movimiento muy inexperto donde estaba todo por hacer, con una fuerza e iniciativa sin parangón, eso ya en sí es revolucionario. Muchas bandas y sellos como Elefant Records o Astro Discos se abrieron paso en un país donde la música que nos traíamos entre manos no interesaba demasiado a la la industria musical que todavía estaba tratando de estrujar beneficios resacosos de la nueva ola. Dejó poso, por supuesto, y de él nacieron muchas bandas que grupos emergentes reivindican en la actualidad. Con la perspectiva de los años voy viendo más clara la línea evolutiva de las diferentes bandas y sellos, y veo cómo aprendimos todos y por qué hemos llegado hasta aquí.

¿Que proyectos tienes entre manos?

Mi próximo LP ya está listo, lo terminamos de mezclar hace un par de semanas y estoy muy emocionada con el resultado, no quiero adelantar mucho más por ahora. También comenzaré en breve una obra experimental de Edith Alonso donde trabajaré como actriz. Así que mucho por delante, pero quiero ir despacio y saborear a su debido tiempo.

 

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