Entrevistamos a Chucho, que tienen nuevo disco

Chucho tienen nuevo disco, Corazón Roto y Brillante (Intromúsica, 2020), una obra conceptual sobre una ruptura, que llega con la compañía del libro Pere y María, escrito por Fernando Alfaro y editado por esta casa. La historia de una pareja rota que vertebra el argumento de todas las canciones del disco, algo que no habíamos encontrado en la carrera de un autor que desde finales de los 80 con Surfin’ Bichos, ha entregado más de una decena de álbumes con sus distintas encarnaciones.

Lo nuevo de Chucho sorprende por su frescura y da continuidad a Los Años Luz (2016), con el que volvían después de una separación a comienzos de siglo. Hablamos con Fernando de sus nuevas canciones y aprovechamos para hacer un recorrido vital y emocional por los discos de su banda.

«Siempre tuve alergia al asunto de los discos conceptuales, me sonaba a hippy y yo crecí con el punk»

Chucho parece ser un proyecto Guadiana en los últimos años, aparece y desaparece de pronto. ¿Qué circunstancias y motivaciones se han dado para el regreso de la banda este 2020?

Bueno, yo no hablaría de proyecto Guadiana. Recordemos que hace justo un año publicamos el maxi Magic +, con nuevas versiones de la canción, celebrando el 20 aniversario de ‘Tejido de felicidad’. Entonces, tres años no es un tiempo excesivo entre discos y más si tenemos en cuenta que los tres miembros de Chucho, además de vivir lejos unos de otros, tenemos otros proyectos. En mi caso, aparte de dos giras con Surfin’ Bichos y la reedición de todo su catálogo en 2017 y 2019, publiqué en 2018 bajo mi nombre ‘Sangre en los surcos’, un proyecto bastante monumental también, con sus giras además. Pero este era y es el momento de Chucho. Era lo previsto y planeado desde nuestra última gira en 2017.

Corazón Roto y Brillante viene bajo el apelativo, si se me permite decirlo, de “conceptual”, cuenta la historia afectiva y ruptura entre Pere y María, que además de disco, vendrá acompañada de un relato escrito. ¿Cómo surge esta historia? ¿Por qué has considerado necesario que la historia se vertebrara a través de música y literatura?

Siempre tuve alergia al asunto de los discos conceptuales, me sonaba a hippy y yo crecí con el punk. Pero este no es un disco conceptual al uso: las canciones funcionan perfectamente por separado. No son capítulos que se necesiten entre sí. Pero juntas, es evidente que cuentan una historia, la historia de una ruptura personificada en Pere y María. Una historia que fue como un torbellino que me empujó también a escribir el relato. El relato no explica las canciones, que son en último término inexplicables, pero se articula exactamente igual que el disco: contiene 12 capítulos coincidentes con las 12 canciones del disco, en su mismo orden. No explica las canciones, más bien establece una especie de diálogo con ellas y entre ellas. Un diálogo de fantasmas.

 

Un artista que escribe tanto desde las tripas, desde la experiencia de la vida que nos va paulatinamente abollando, ¿Cómo consigue la distancia suficiente para universalizar su obra, que sirva para cualquiera que se acerque? ¿Es esto algo que realmente te preocupa o parir música para ti es un acto de catarsis en el que poco más importa?

El primer impulso al hacer una canción, y casi todo el proceso de composición, si que es esa catarsis de afirmación propia. Pero en seguida uno se da cuenta de que está comunicándose con otros humanos, y de que el hecho de que todos seamos eso, humanos, nos hace compartir mucho más de lo que parece. Y eso es emocionante. Cualquiera que sea la historia que se cuente, todos la hemos vivido de algún modo.

Me sigue llamando mucho la atención la forma en que decides si una canción o disco formará parte de tu carrera en solitario, de Chucho o de Surfin’ Bichos, si es que este último punto utópico fuera realizable. ¿Hay algo interno y consciente que realiza esta selección o parte fruto de las necesidades o el azar?

Simplificando mucho diría que grabo cada disco con los compañeros y las circunstancias de ese momento. Con las canciones que en ese momento tengo. Aunque luego es posible que haya una especie de selección no del todo consciente, siguiendo un plan o siguiendo el caos. El caos y las casualidades tienen mucho que decir en la creación musical, o literaria. Y los accidentes.

Como fan de toda la vida, en tus últimos trabajos había una cosa que me daba muchísima rabia, y consistía en encontrarme grandes canciones empobrecidas por la producción final. En este caso, creo que el sonido hace justicia a las canciones. ¿Estás contento de cómo suena Un corazón roto y brillante?

Sí, mucho. Fue un acierto confiarnos a Sergio Pérez, el productor. Desde el principio hablamos de cómo tenía que ser el sonido del disco, y medio en broma hablábamos de “brillante, presente y moderno”. BPM. El disco tenía que sonar muy claro y lúcido para contar bien esa historia muy de dentro que cuenta.

Este disco parece retomar los orígenes de trío con Chucho. Capto bastante la esencia, pero parte del filo, del colmillo, del extremismo, del peligro primigenios parecen algo difuminados, salvo en alguna canción como “Hoamm”. Considerando, como hago, que esos compañeros de viaje siguen en el tuétano de tu espina dorsal ¿de qué manera esa mala hostia y truculencia aflora ahora en tu arte?

Cada disco o cada canción cuenta la historia que cuenta. No sé yo cómo sería entonces esta historia de amor, ruptura y resentimiento, con ese colmillo al que aludes… Llega a los extremos que tiene que llegar, a los extremos de las emociones. No se puede forzar eso, ese extremismo. Bueno, se puede, pero el resultado será seguramente una mierda. Por otro lado, cada disco suena como tiene que sonar –dejando aparte circunstancias materiales o un mayor o menor acierto con el sonido final– según la historia que está contando. Eso sí, hay veces en que el oyente tiene –tenemos– que hacer un pequeño esfuerzo extra, como cuando escuchamos ciertas grabaciones antiguas, o grabaciones de campo. ‘Los años luz’, por ejemplo, es un disco de garage cósmico y de pop fuera del tiempo que se valorará más con los años. Ya me han pasado estas cosas antes.

 

No me cuesta encontrar canciones en tu carrera que forman parte de mi ADN y me han construido como persona, me han acompañado en los momentos luminosos y en los más oscuros. Me alegra encontrar una más para la colección en este disco, “Agente Sebso”. Cuéntame algo más sobre esta canción.

El agente Sebso –tal como se refleja en ‘Pere y María’, el libro– es un personaje de la serie ‘Boardwalk Empire’, un policía americano de los años 20 que muere en brazos de alguien en quien ha decidido confiar. La historia de la canción es diferente, y ahí Sebso es una especie de agente espacial soviético enamorado y traicionado, y arrojado al vacío. La canción va describiendo cómo se siente en cada momento de la relación de amor y de la ruptura.

Recuerdo veros en directo presentando Los años luz en Joy Eslava y me pareció brutal el show. De todas las encarnaciones de tu carrera, sin duda en vivo la que más me ha agitado siempre ha sido Chucho. ¿Hay idea de presentar el disco en escenarios cuando vuelvan los conciertos a las salas? ¿Qué crees que diferencia, si crees que hay diferencia, un concierto de Chucho de otro tuyo con otra banda?

Bueno, está claro que cada banda es como un animal diferente, no suenan igual ni interactúan igual. Todas tienen sus grandezas. Yo he tenido mucha suerte en este sentido: o la sigo teniendo porque no hay nada finiquitado con ninguno de mis grupos y todo está abierto. Pero es cierto que en Chucho hay un carácter especial, encarnado por Javier y Juan Carlos, por supuesto, que son buenísimos. Como decías antes, volvimos justo al terminar ‘Los años luz’ a nuestros orígenes como trío, pero para directo nos hemos venido acompañando de músicos. En este momento vendrán con nosotros Darío Garrido al bajo y Jordi Sapena a los teclados. Empezamos ya los ensayos con ellos y era realmente increíble cómo sonaba y funcionaba, pero justo entonces estalló toda la situación con la pandemia. Ahora vamos a retomarlo, sobre todo porque ya tenemos previstos conciertos, a partir de finales de agosto.

Vamos a realizar una retrospectiva de la banda, si te parece. Empezamos con 78, un disco rabioso, descarnado y sangrante. ¿Cómo recuerdas aquella etapa de tu vida, qué queda de esos Chucho y qué se ha ido?

En realidad es también un disco muy dulce, no sólo rabioso. A la vez las dos cosas, claro. Era una etapa caótica en cuanto a vivencias personales, entre el amor, el caos y la muerte de mi padre, que sucedió justo a mitad de la grabación y provocó el aplazamiento de la grabación de las voces.

Tejido de felicidad fue la primera obra a la que me acerqué de tu carrera, y no exagero si digo que cambió mi vida, al pillarme en un momento en el que estaba profundamente enamorado como sólo se está una vez en la vida. Me parece un hito, no ya de tu carrera, sino de la música en su totalidad. ¿Piensas que es una de tus grandes obras? ¿Qué circunstancias se daban entonces por componer esos auténticos himnos al amor y a la vida en sus miserias y sus conquistas?

Las circunstancias, claro está, son siempre personales. Esto es siempre una cuestión personal, como dicen los policías de las películas ante un ensañamiento. Aquel momento era especial, fue cuando nació mi hija Natalia, y poco después vino también Lidia. Pero eso no afecta temáticamente al disco, que habla, como he hecho siempre, de amor, de drogas y hedonismo, de muerte, de peligro, de amor otra vez. A lo que afecta es a la sensación general, al espíritu de la grabación, unido al entorno en que se grabó, un sitio genial en las montañas vascas.

 

Los Diarios del Petróleo la considero tu obra más ambiciosa, más ampuloso, repleta de canciones inolvidables. Suena a esos tiempos en los que un disco se podía cocinar a fuego lento, con los apoyos que requiriera y con un esplendoroso proceso creativo y de producción, al menos así lo siento yo. ¿Anhelas algo esas maneras? ¿Es posible plantear obras así hoy día con la dictadura de la efervescencia?

Es un disco en el que decidí recapitular y en cierto modo ajustar cuentas con mi pasado y con mi vida. En ese sentido es también un disco conceptual. Y fue un proceso muy elaborado, sí. Desde la escritura de las canciones y su grabación en maquetas –casi todo lo grabé con voz y guitarra y programé con un secuenciador, con las bases y con la mayoría de arreglos que luego tendría el disco–; pasando por el trabajo del grupo con las canciones; el trabajo con el arreglista y director y con los músicos de todos los arreglos de cuerda, vientos etc; el trabajo de producción y mastering con Kaki Arkarazo; hasta el formato final que le dimos al disco, junto a Javier Liñán que era el director del sello, con el lanzamiento por entregas de tres EPs y el álbum principal, que luego se guardaba todo en una caja. También hubo literatura alrededor de esta peculiar estructura del lanzamiento, aunque en este caso no diera lugar a un libro… Y es cierto: todo esto resultó carísimo. Eran otros tiempos. Es lo que te decía de las circunstancias materiales.

Koniec me parece bestial. Lo que habré podido defender esa obra en conversaciones de música. Suena arisco, indomable y sentidísimo. ¿Qué opinión te merece ese trabajo?

Cierto que es un disco que ha necesitado defensa, uno de esos que te comentaba antes que crece con los años. Yo recuerdo que lo compuse más o menos a la vez que el primer disco de Is, ‘Istochnikov’, que lo produje yo y lo compusimos a medias. Y ‘Koniec’ lo grabamos justo después de aquel. Fue una época muy prolífica también. Habíamos decidido dar un giro hacia un sonido más crudo y punk, de nuevo. Empezamos a prescindir de programaciones adicionales y sampleados orquestales en directo, hacer todo más primitivo. En ese sentido, decidimos no incluir segundas voces de Is en ‘Koniec’, que sí aparecían en los otros discos de Chucho, y extremarlo todo: su voz y su aura más pop en su disco, y el de Chucho más oscuro y espartano. Pero dulce, también dulce.

«Yo nunca dejo de hacer canciones. Lo que pasa es que no tengo disciplina ninguna»

Los años luz, un disco que me da bastante rabia por lo que te comentaba antes del sonido. Hay grandes canciones que se ahogan en el producción, lacia y apagada, además me parece algo deshilvanado. ¿Cambiarías algo de ese disco a día de hoy, ha cambiado mucho el planteamiento en Corazón roto y brillante con respecto a este trabajo?

Bueno, es lo que decía antes. Pasa algo parecido con mi disco ‘Saint–Malo’. Yo muchas veces escuché grandes discos con canciones de la hostia que no sonaban precisamente bien. En muchos casos mejoraba la cosa simplemente ajustando los botones de graves y agudos. Es triste que decir esto parezca una batallita de abuelo cebolleta. Pero es que lo cierto es que hoy día la mayor parte de “devices” –por usar la neolengua– no te da esa opción, o la gente directamente no la usa. Es parte del declive cultural o general, qué se le va a hacer. En cuanto a ‘Los años luz’, es un disco que abarca muchas cosas. Se habla desde emociones juveniles hasta el despojo que supone envejecer, pasando por historias de asesinatos, de diversos delitos o de amor. Es cierto que un sonido final más brillante sacaría la cantidad de matices, de arreglos y detalles que tiene esa grabación. Pero están ahí, sólo hay que meterse en el disco y escucharlos.

Y volvemos al presente. Corazón roto y brillante me resulta uno de esos discos con recorrido, que gana con las escuchas; además, pese al hilo conductor de la temática, las canciones me parecen bastante autónomas por sí mismas. ¿Cómo ha sido el proceso de grabación y la implicación de cada uno de los miembros del grupo?

Sí: de hecho la pandemia y el consiguiente retraso del disco (del 27 de marzo que teníamos previsto hasta el 19 de junio) nos obligaron a ir extrayendo singles con sus respectivos vídeos, hasta un número de cinco, que podrán ser aún más. Y así hemos comprobado eso que ya sabíamos: las canciones funcionan solas: esto es pop. En cuanto a la grabación, lo primero que hice fue proponer como productor a Javi y Juan Carlos la figura de Sergio Pérez, al que yo ya conocía bien. Decidimos aprovechar la coyuntura con el maxi de ‘Magic +’ que te comentaba, y que fuera él quien lo mezclara, y funcionó perfectamente. Pero a la vez íbamos trabajando en las canciones del nuevo álbum. Nos juntábamos en mi local de ensayo/estudio en el Raval de Barcelona, que fue nuestra base de operaciones desde principios de 2016: Juan Carlos venía desde Leeds, donde vive desde hace cuatro años, y Javi hacía lo propio desde Guadalajara. La sensación de juntarnos, y más aún con estas canciones, era tan fuerte que los ensayos intensivos podían durar 12 horas. Después de un par de días así íbamos al estudio (Maik Maier, en Gràcia) y grabábamos una tanda. Todo lo hemos grabado nosotros: Javi y Juan Carlos como la sección de ritmo mítica de Chucho con batería y bajo, yo luego grababa mis guitarras y voces, Javi grabó gran parte de los teclados, normalmente increíbles, y Juan Carlos todas esas guitarras emocionantes y de primerísimo nivel: él siempre grabó las mejores guitarras en todos los discos de Chucho, esa es la verdad. Después, cada uno desde su estudio y ciudad, enviaba algunos recordings: teclados, coros, percusiones… La única colaboración externa fueron los coros de mi hija Natalia en ‘La carretera de la costa’. Por cierto ella también hace sus canciones y está ahora grabando.

 

¿Estás trabajando en nuevo material ya? ¿Te está inspirando o asfixiando toda esta movida de la pandemia?

Yo nunca dejo de hacer canciones. Lo que pasa es que no tengo disciplina ninguna. Agarro la guitarra o me pongo a escribir siguiendo impulsos, por asesinar al gusanillo. Eso no es ni malo ni bueno. Y es a la vez un acto tan íntimo que no tiene mucho que ver con la situación externa. Me refiero al hecho en sí de componer canciones, porque luego éstas si que se ven permeadas por las cosas que pasan, claro.

Por último una pregunta que surge de mi gran curiosidad con respecto a tu música ¿Existe alguna canción que hayas compuesto hace tiempo y no publicado por no encontrar nunca el momento, la motivación o las circunstancias personales acordes para hacerlo?

Ya en ‘Fotógrafo del cielo’ y sobre todo ‘Hermanos carnales’ aparecen canciones compuestas antes siquiera de existir Surfin’ Bichos. Y esto lo he venido repitiendo a lo largo de todos mis discos de cualquier etapa. En ‘Los años luz’ de hecho hay varias que son también incluso de esa época pre-Surfin’. Las buenas canciones no se mueren. Y pueden estar latentes esperando su momento, el momento en que me encajan con la historia que quiero contar en un disco en concreto. En ‘Corazón roto y brillante’ en cambio, todas las canciones, con su forma definitiva, corresponden a ese período entre diciembre de 2017 y diciembre de 2019. Porque esa es precisamente la historia de este disco.

Muchas gracias por tus canciones y por todo lo que significan.

De nada, gracias a ti.

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