Entrevistamos a Dani Llamas

No debe ser fácil decidirse a hacer cosas que nunca antes has hecho, y no hablamos solo del terreno musical. Sin embargo, cuando se decide dar ese paso, cuando se dejan atrás prejuicios y en este caso sonidos preconcebidos y se salta al vacío para cambiar el chip y sorprender a tu propio entorno, la recompensa a nivel personal es altísima. Dani Llamas, miembro de una banda de presupuestos basados en los sonidos cercanos al metal como GAS Drummers, pocas veces pudo imaginarse a sí mismo sentándose a escuchar los discos de flamenco que sus padres atesoraban como el legado intergeneracional que en verdad son. Cuando abrió las orejas y descubrió que ahí había y hay un patrimonio no siempre apreciado en su grandeza, se puso a la ardua, que al final parece que no lo fue tanto, labor de escribir unas cuantas canciones tomando como referencia los cantos, versos y estrofas que muchos ya cantaron incluso hace siglos. El delicioso resultado es un disco de altísimo nivel como La Verdad, en el que el jerezano deconstruye un género tradicional como el flamenco y lo eleva a dimensiones a las que ni él mismo esperaba llegar. Cualquier oyente predispuesto, como el que suscribe esta entrevista, podría entender al escucharlo que se trata de un trabajo excepcional. Una de las joyas discográficas del infame año que nos deja, hecha por un músico consciente de su propia genealogía.

«Todo lo que intento decir en este disco que es que el flamenco es una fuente maravillosa de donde puede beber cualquiera, incluso un tipo que hace canciones pop o rock, como yo» 

Para quien conozca o investigue un poco en tu trayectoria musical, puede resultar bastante chocante que viniendo de una banda próxima al hard rock hayas derivado en un trabajo como La Verdad, en el que el giro no solo idiomático sino estilístico es muy notable.

Me alegraría muchísimo haber podido reventar muros en cuanto a prejuicios se refiere. De eso trata, sobre todo, mi nuevo disco. De ir derribando muros hasta llegar a la esencia de lo que uno es. Como en aquel tema de Youth Of Today, “Break down the walls”.

¿Cuánto tiempo llevabas pergeñando el inmiscuirte en estos cantos tradicionales y en sacar ideas de un género como el flamenco, era algo que ya bullía en tu cabeza desde hace tiempo?

Sí, sobre todo desde que estuve grabando mi disco anterior en Los Angeles, en 2018. A partir de ahí comencé a rumiar la idea de componer en castellano mi nuevo material. A la hora de empezar a escribir en castellano me he dejado llevar por la música de mis raíces familiares, la que se ha escuchado en casa toda la vida. Flamenco y copla. Así era mucho más honesto, porque de esa manera podía escribir con mi propia voz. Es decir, ya que me pongo, que sea algo propio y real.

¿Qué es lo que más te interesa de dicha tradición y cómo abordaste la inmersión en esas canciones populares?

Lo que más me interesa de la cultura popular andaluza, del flamenco, es su inmensidad y su perpetuidad. Hay muchos textos en mi disco que están escritos por voces anónimas del siglo XVIII, XIX y que funcionan a la perfección en el siglo XXI con un envoltorio sonoro tan distinto al que originalmente llevaba. Y eso es lo que hace a una cultura eterna, la posibilidad de manosearla y reinterpretarla continuamente. Pocas músicas soportan la temporalidad como el flamenco, por ejemplo. Es algo realmente valioso y enorme.

Está claro después de escuchar el disco que el pop melódico, incluso algunas de las bandas más underground que hemos tenido en España desde los años sesenta, están mucho más cerca de lo que pensamos de la raíz, del folclore propio.

Eso fue algo de lo que nos dimos cuenta en el estudio. Al mezclar rock, pop y aires populares nos encontrábamos, por accidente, con referencias parecidas a bandas de los sesenta españolas como Los Bravos, etc. Eso me parece muy chulo.

 

¿Cómo seleccionaste las canciones que querías incluir, por una mera cuestión de proximidad emocional con ellas o intentando cuidar la carga poética, que es mucha?

Este disco ha sido un proceso muy extraño de composición. Lo que me costó mucho fue hacer el primer tema, una vez encontré la voz y el marco, el resto comenzó a brotar de una manera muy fluida y en diez días tenía todo el disco escrito. Y, además, creo que he dado con una puerta que una vez abierta me ha ensanchado el horizonte creativo de manera exponencial. Las canciones de La Verdad intentan trazar un viaje emocional con una poética popular, que a veces resulta extraña en sus formas, pero que creo que en el contexto en el que se desarrolla tiene muy buen resultado. Es el disco del que estoy más orgulloso. Ha conseguido definir como ninguno de los demás lo que quiero contar. Pero no me entiendas mal, es un disco cien por cien emocional, nada cerebral. No sabría hacer música como si se tratara de un experimento en un laboratorio.

A veces reivindicar lo nuestro, para saber de dónde venimos y qué nos puede dar identidad como pueblo, puede ser la mejor manera de evolucionar. ¿Ves este disco como un avance claro en tu carrera, como dar un paso más allá?

Este disco es sencillamente el paso más allá que he dado nunca. No significa que reniegue de todo lo anterior, de hecho sin el viaje de ida no se puede dar el viaje de vuelta, pero creo que me siento mucho más identificado con la totalidad de lo que soy pudiendo rebuscar en muestra identidad colectiva y de pueblo, al mismo tiempo que reivindicando los campos sonoros que más me ha gustado cultivar de siempre.

Partir de referencias inigualables como El Agujetas de Jerez o el grandísimo El Cabrero puede echar para atrás al más pintado. Sin embargo, en el disco suenan perfectamente aptos para un formato pop y como decíamos antes, el componente lírico incluso se engrandece. ¿Intentaste que no se perdiera dicha identidad?

La gente que desprecia a El Cabrero o a Agujetas simplemente no me interesa. Todo lo que intento decir en este disco que es que el flamenco es una fuente maravillosa de donde puede beber cualquiera, incluso un tipo que hace canciones pop o rock, como yo.

¿Cuál fue la primera canción que escribiste para La Verdad, con la que se encendió la mecha de este trabajo casi de arqueología?

Había esbozado la letra de “Caulina” y un poco el rollo hacía más tiempo, pero la dejé en un cajón sin acabar. La primera que hice a conciencia para este disco y a partir de la cual se sucedió el resto del disco fue “Fui piedra”.

 

Leíamos hace poco el texto que The New Raemon escribió al respecto del tema que hacéis juntos, “Pozo de la víbora”, que habla de un lugar lleno de leyendas a las afueras de Jerez. ¿Cómo fue el reencuentro con un viejo compañero de la primera escena hardcore en otro contexto tan diferente?

Ramón es uno de mis mejores amigos, eso es lo principal. Además, es uno de mis artistas preferidos. Soy fan de sus canciones desde que les traje a Jerez hace más de 20 años con Madee, incluso he llegado a tocar en su banda en directo. Además, es una de esas personas que más han me han ido empujando a dar el salto al castellano. Como es de mi círculo más cercano, le iba pasando las maquetas del disco y cuando escuchó “Pozo de la víbora” me pidió colaborar. Para mí es un honor gigante. Ya produjo mi disco Dead Labor, y tenerle cerca de cualquier manera, profesional o personal, es un regalo.

Recuperas también unas soleares de La Serneta como “Fui piedra”. Siendo un disco prácticamente temático en torno a los cantes tradicionales de Jerez de la Frontera, ¿era ella uno de los grandes referentes?

La historia con La Serneta es muy curiosa. En Jerez hay dos barrios muy reconocidos en la genealogía del cante: Santiago y San Miguel. Pero hay tradicionalmente un tercero, La Albarizuela, que es otro arrabal que se formó al otro lado de la muralla, extramuros, más cercano a la antigua judería y alrededor de un antiguo matadero. Muchos gitanos fueron a parar a ese barrio y allí levantaron sus casas e hicieron su vida. De la Plaza Quemada, en plena Albarizuela, era Mercedes La Serneta. A dos calles de su casa, en la Calle Caracuel, hemos grabado todo el disco. Fuimos un día en una pausa de la comida a buscar su casa, en la calle donde se supone que nació en 1834. La lista de nombres importantes que ha aportado Jerez al flamenco es interminable. Cantaores y cantaoras, leyendas de la guitarra. Es demasiado para una ciudad tan pequeña.

“Se canta a lo que se pierde” es un título claramente machadiano, pero la letra del tema no es ninguno de sus poemas, sino extraída de varios cánticos antiguos ya casi perdidos.

“Se canta a lo que se pierde” arranca con algunos cantes de siega que se cantaban en las gañanías de Jerez por cardadores y jornaleros durante el siglo XIX y XX. Algunos cantaores como el gran Manuel Sordera ya lo hicieron por tangos y con la ayuda de otro de los grandísimos de mi tierra, José Manuel Caballero Bonald. El cante también siempre ha sido un arma de lucha del pueblo andaluz, y quiero que así siga siendo.

¿Ha sido muy difícil hacer que unos fandangos o unas alegrías suenen a power pop o incluso a psicodelia?

Ha sido difícil creer que podía funcionar. Una vez hice “Fui piedra”, me di cuenta de que todas las músicas verdaderas que se dicen con verdad y sentimiento conviven perfectamente.

¿Quiénes te han acompañado en el estudio, son tus músicos habituales o se incorporó alguno especialmente para este proyecto?

Hacer este disco era una oportunidad en mi carrera para volver a empezar desde cero. Ha habido mucho simbolismo en este proyecto, al mismo tiempo que ha habido mucha naturalidad. Tenía claro que tenía que hacer este disco en Jerez. Y tenía claro que tenía que hacerlo con la gente con la que más calor siento tocando, y estos son los GAS Drummers, que son mi familia. Rafa Camisón es ahora el dueño del estudio donde hace más de veint años él, Pakomoto y yo comenzamos a grabar las primeras maquetas de nuestro grupo. Y veinte y pico años después, allí estábamos otra vez los tres dándole forma a La Verdad. Además del núcleo duro, también se han sumado Miguel Caturani en los pianos y teclados, que es uno de nuestros músicos preferidos y un amigo de toda la vida que también ha tocado con Scout Niblet entre otros y ha estado en todos mis discos desde 2011 en adelante. Manuel Mateos grabó guitarras afiladas y con mucha carga eléctrica, y Alberto Pinto grabó uno de los bajos. Pilar Angulo de All La Glory grabó voces en tres canciones, y también Ramón, que grabó voces en “Pozo de la víbora”.

¿Puede marcar este álbum un antes y un después en tu forma de entender la música, o en tu carrera propiamente dicha?

Ya es un antes y un después. Tanto por lo que ha supuesto de novedoso, de revolucionario, como porque, es ya una realidad, estoy llegando a un público nuevo al que antes nunca había llegado y está llevando mi música a muchas personas que antes no me conocían. O que me conocían pero no me hacían mucho caso, entre ellas mi madre. Este es el primero de mis discos que le gusta a mis padres. Yo con eso ya me puedo morir tranquilo.

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