Especial: The Prodigy – 25 años de Music for the Jilted Generation

Hoy este disco cumple 25 años. Descubrí Music for the Jilted generation como había que hacerlo, ¡a posteriori! Es decir, a rebufo del impacto que tuvo The Fat of the Land, el disco con el que The Prodigy entraron en el corazón de los rockeros y, por supuesto, en el mío. Mezclaron tan bien el espíritu del rock and roll con la electrónica que podías admitir en alto que te gustaban sin que nadie pusiera en tela de juicio tu criterio. Todo había comenzado con Ministry y había sido rematado con Nine Inch Nails y posteriormente White Zombie, la música con máquinas había empezado a estar bien vista sin que se la relacionara con el bakalao, pero The Prodigy ponían mucho más énfasis en el baile (que es de donde venían al fin y al cabo). Para los rockeros canciones como “Breathe” y “Firestarter” eran algo inédito y muy adictivo, tanto que fuimos muchos los que absorbimos The fat of the land hasta no dejar ni gota, chupamos del disco hasta la extenuación y acabábamos necesitando más. Pero no de cualquiera, sino más de The Prodigy, que eran quienes nos habían vendido el producto. ¿Qué hacer? Echar la vista atrás y ver de dónde venían, es decir, lo que se hace con cualquier grupo que te ha impactado.

 

Tuve la suerte de disfrutar de The Fat of the Land siendo un postadolescente que se encontraba rompiendo el cascarón de los prejuicios, por lo que hice del disco mi bandera, como tantos otros. Hasta me compre una camiseta azul de la banda (con su mítica hormiga logo) con la que di respiro a las negras de otras bandas que normalmente vestía. Y sentaba bien. Solo por eso siempre le estaré agradecido a The Prodigy. Un amigo aficionado a la música electrónica llevaba años siguiendo su carrera y fue a él a quien acudí cuando quise saber más sobre el grupo. Su respuesta fue prestarme Music for the Jilted generation, el disco anterior, y lo disfruté tanto como The Fat of the land. Lo paradójico de esto es que si hubiera escuchado Music for the jilted generation antes siguiendo un orden cronológico, muy probablemente no me habría gustado, pero The Fat of the land me había abierto la mente para que pudiera pasarlo muy bien explorando el pasado de The Prodigy.

 

Lo primero que me llamó la atención fue que se cantaba menos, pero mucho menos. ¡De hecho Keith Flint no cantaba! ¿Qué tipo de banda era esta en la que el cantante de sus últimos sencillos de éxito ni siquiera cantaba en el disco anterior? Bueno, eso era The Prodigy, una banda rara, un colectivo alrededor de la mente de Liam Howlett, un grupo extraño a ojos de un rockero habituado al bajo-guitarra-batería-voz. La cosa era tan extravagante para el rockeo medio que costaba hacerse a la idea de que en ese disco solo aparecían Howlett y (muy brevemente) Maxim, el otro vocalista. O sea, ¿qué era esto? Una banda en la que uno toca y programa y los demás se acercan a gritar cuatro cosas y eso si es que se acercan. Pues sí. Pero Music for the Jilted generation era tan bueno que todo eso daba igual, porque al final, entre que leías los créditos del libreto y el disco sonaba, acababas metido en los temas. Y mientras te cuestionabas todo esto “Break and enter” acababa de concluir y te dabas cuenta de que, como decía el título de la canción, ya estabas dentro de un disco como nunca habías escuchado hasta entonces. Los de la electrónica seguro que hasta lo consideraban comercial, pero para ti, rockero, eso era hardcore. Curiosamente Music for the jilted generation tiene una cualidad que poquísimos discos tienen: Funciona como un todo y también puedes extraer las canciones fuera sin que pierdan coherencia. ¿Lo mejor? Escucharlo seguido. Atentos son casi ochenta minutos, un cd petado. ¿Pero qué fiesta no animan “Poison”, “Voodoo people” y “Their law”?

 

Si tenías walkman (¿qué musiquero no abusaba del walkman a mitad de los noventa?) y te ponías la cinta mientras dabas una vuelta, empezabas a ver la ciudad desde una perspectiva diferente. No es lo mismo caminar por las calles escuchando Stray Cats o Iron Maiden que con The Prodigy en los cascos, el paraje cambia, tú te sientes distinto y ves el entorno urbano distinto. Con Music for the jilted generation te sentías… ¡moderno en lugar de clásico! Te sentías en el presente. ¿Pero una vez explotado el disco tal y como hiciste con The fat of the land qué alternativa quedaba? Ir más atrás, claro. Sin embargo lo que aguardaba más atrás de Music for the Jilted generation ya era otra cosa más pura que decepcionaba. The Prodigy experience, su disco debut y última parada en el viaje al pasado tratando de rebañar el plato, era música de baile sin agresión ni carácter. Sé que hay fans de The Prodigy que adoran ese disco, ellos mismos nunca dejaron de tocar en directo algunos de sus temas, pero si tu base es el rock and roll era muy difícil asimilar las piezas de ese primer disco. Y ahí te dabas cuenta de que, definitivamente, ya no había más The Prodigy para ti. Solo te quedaba seguir succionando de The fat of the land y Music for the jilted generation y esperar al futuro. Aunque el futuro no fue lo que estabas esperando. El disco nuevo se hizo esperar una barbaridad y cuando llegó no había rastro en él ni de Maxim ni de Keith. Howlett parió a solas un Always outnumbered, never outgunned que a día de hoy podemos decir que está muy bien (tiene temazos y en su parte final hay mucho que redescubrir) pero que en su momento fue un enorme wtf?

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