Flamaradas – El Rumor Eterno De la Autopista (El Genio Equivocado)

Daniel Magallón no tiene muy claro en qué posición se encuentra su propuesta musical en el panorama patrio. Diríamos que es música nómada, fronteriza, de contornos volubles. Magallón y su fabulosa banda cincelan pentagramas en donde cabe el folclore de aquí y allende los mares, el rock que se menciona en los pies de página de los manuales, soflamas de batalla, y poesía de una plasticidad inaudita, vital, esperanzadora.

El de Sant Joan Despí trabaja lento, pero con paso seguro siempre. Los artistas que marcan el paso a su ritmo siempre están en los márgenes, en lugares periféricos en donde se escucha el rumor de los camiones de la mañana, y el ajetreo de tráfico en las autopistas.

Flamaradas abordan su último disco con la incertidumbre de un futuro que parece que se nos es arrebatado. La nostalgia es una enfermedad que nos paraliza, pero en tiempos coléricos nos sirve para hallar nuestro cuerpo en la soledad, y escuchar su latido, su palpito. Son tiempos de jaulas, de cautiverios que no tienen nada de poético, pero sí mucho de patetismo. Esta música es hija del desasosiego, y desde nuestra jaula seguiremos cantando estas notas que son ambrosía para nuestros oídos.

El Rumor Eterno De la Autopista (El Genio Equivocado, 2020) es un cancionero intrépido en su aparente sencillez, y bello a rabiar. Un cuaderno de polaroids veladas. Recuerdos en sepia de colores vivos (“Perro Rojo”, y sus ecos a Silver Jews y la polca de un embriagado Tom Waits). El rock de cepa andaluza hilvana la preciosa “Farorillo (De Las Vidas Breves) en un cruce entre The Bad Seeds y Manuel Molina, y unos arreglos de chelo que quitan el resuello.

Esos puentes tendidos a los sonidos de Nick Cave y Corcobado impregnan tanto “La Jaula (Lamento Del Cantor Cautivo) con Magallón poniendo a prueba su voz en versos de cautiverio y pena infinita, como “Casas En La Arena” (“Si alguna vez tuve una bandera/ Fue del color de tus ojos/ Y construí sobre la arena/Casas en otoño”). Las utopías son más bellas que el azul de tus ojos.

Los recuerdos de sus vivencias en la periferia de las de protección oficial y los polígonos industriales están retratadas en la portentosa silueta de “El Rumor Eterno De La Autopista”, y de la canción de batalla que mira a Jorge Cafrune o a Ovidi Montllor nace la vehemente “Cuando Los Anarquistas Podían Ser Banderilleros”. Flamaradas se lleva al blues el clásico “Angelitos Negros” de Antonio Machín, y son casi cinco minutos de asombro, para luego embeberse en el country de “Gotas De Mar”, y finalizar este disco inmenso con “Canciones De Amor” en donde los amores siguen rodando como planetas sin nombre.

Escucha Flamaradas – El Rumor Eterno De la Autopista

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