Ian Brown + El Guisante Mágico – Joy Eslava (Madrid)

Tras la disolución de los míticos The Stone Roses, el que fuera frontman con más carisma de Inglaterra inició una brillante carrera en solitario, firmando dos excelentes primeros álbumes, para ir desinflándose luego poco a poco con cada nueva entrega. Así nos encontramos con el lineal The World Is Yours, que el cantante presentaba dentro de ese invento bautizado con el pomposo nombre de “Leave an Impression Festival”.

Abrían los barceloneses El Guisante Mágico, ofertando su primer y recién publicado trabajo. El elegante quinteto consiguió muy buen sonido y su propuesta recordó a Hefner, The Magic Numbers o el folk rock de Kings of Leon. Interesantes maneras y temas como “Beautiful”, “The Pretty Ones” o “Mr. Destruction”, justifican el esfuerzo para no perderles la pista.

Aproximadamente diez segundos tardó un Ian Brown “patrocinado” por Adidas, en ganarse al público que abarrotaba la céntrica sala madrileña. Justo el tiempo necesario para reconocer los inmortales primeros acordes de “I Wanna Be Adored”, con la que inauguró el concierto acompañado de otros cinco músicos. Su limitación vocal nunca ha sido un secreto, pero el británico lo suple con una abrasiva y magnética presencia escénica, cargada de ensayadas y efectivas poses, movimientos o juegos con micrófono y pandereta, que hipnotizan a un público al que se acerca constantemente. Mientras dejaba incontables muestras de ADN salivar por el suelo del escenario, fueron cayendo antiguos hits como “Dolphins were Monkeys”, “Time is my Everything” (una de las mejores de la noche) o “Sweet Fantastic”. “El Rey Mono’ no tiene un pelo de tonto y, conociendo las carencias de su último trabajo, no carga repertorio sobre él. De hecho, hubo que esperar hasta casi la mitad del show para la tripleta formada por “On Track”, “Street Children” y “Goodbye to the Broken”, en un pequeño bajón que superó de inmediato con una de sus mejores composiciones, “My Star”, rescatada de su debut. Su personalidad y estudiada arrogancia (¿alguien desconocía quién inspiró en su día a Liam Gallagher?) lo convierten en una auténtica estrella, que no duda en pedir una bandera inglesa a uno de sus numerosos compatriotas de las primeras filas para… limpiarse el trasero con ella y devolverla con satisfecha sonrisa. “Golden Gaze” cerró el grueso del concierto, dejando para el bis parte de la artillería pesada, al volver al repertorio de su antigua banda con “Waterfall” y una impresionante e íntegra “I am the Resurrection” (que durante la trabajada parte instrumental, Brown apoya en las percusiones), para terminar con la esperada “F.E.A.R.”.

El concierto pudo aumentar su duración incluyendo temas irremplazables como “Corpses in Their Mouths” o “Love Like a Fountain” y distó de impecable en lo estrictamente musical, pero en ocasiones la emotividad convierte las experiencias en inolvidables. Los mitos tienen ese poder…

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