Javier Colis y Juan Pérez Marina – Sangre fácil (Discos Belamarh)

Estamos ante el resultado de la colaboración de dos magníficos guitarristas, pero también el de un concepto que se ha materializado en una propuesta más que interesante, de amplio recorrido, aunque con elementos identificativos que le dota de cierta uniformidad. Quizá esa marca personal, bi-personal, venga derivada de una ejecución precisa en la que Javier Colis y Juan Pérez Marina, Juan Pérez Marina y Javier Colis son conocedores de su papel a la hora de plasmar la espontaneidad creativa que rezuma su escucha.

Se puede llegar a caer en el juego de descubrir quién persigue a quién, o qué línea de cada una de las dos presentes a lo largo de todo este Sangre fácil es la prevalente, pero desde ya aconsejo que no se haga, porque si se sigue uno de los dos caminos, se tiende a perder el paisaje general. Y digo paisaje porque, independientemente de los cortes que haya y más allá de títulos, uno se enfrenta a unas pinceladas que van describiendo libremente y sin ataduras un cuadro que, aunque distinto para cada persona, sí que iguala a todos en cierta tranquilidad altamente inesperada.

Quizá haya fragmentos que rompan esa armonía que uno va a recordar tras la escucha, espacios en los que el resultado se acerque más a la música concreta o los sonidos más deudores de la experimentación de Cage o del minimalismo de LaMonte Young, llegando a ser a veces exasperantes y que tienen la misión de desear una vuelta a esa línea más extendida que bien podrían atribuirse a la inspiración provocada por altas dosis de exposición a, por ejemplo, el Vini Reilly más celebrado.

A pesar de que esa marca Durruti Column sea un recurso fácil para homogeneizar este disco, lo cierto es que, si uno se lanza a la disección de cada corte en vez de aferrarse a la línea argumental que cruza de principio a fin esta grabación, puede descubrir un sinfín de tonalidades. No obstante, esos cuadros paisajísticos no tienen por qué ser monocolor y están abiertos también a los tonos oscuros; pero lo que está claro es que, más que a una gama cromática, los cortes de Sangre Fácil aluden más a la textura, figurada o no. Es decir, crea un entorno donde conviven asperezas, volúmenes, drippings de pura expresión y carrasperas.

A veces, ese plano pictórico más estable al que le lleva a uno la hipnosis de la repetición de estructuras -o el descuido de seguir uno de los dos caminos- se traduce en ese juego que es imaginarse las escenas de la película a las que darían forma definitiva esos cortes. Diré que, para mí, es Jim Jarmusch quien se lleva el gato al agua: quizá algunas referencias a lo Tom Waits o la suplantación instrumental, aunque de parentesco, en diversas ejecuciones de Jozef van Wissem tengan la culpa de ello.

Dicho esto, cada uno es libre de aterrizar donde le lleve esta genial grabación. Y es que ese es el premio gordo porque, no lo olvidemos, Sangre fácil se yergue como el resultado de la sincronicidad y la simultaneidad, y ofrece un paso más allá de la improvisación en el que uno acabará teniendo la última palabra.

Escucha Javier Colis y Juan Pérez Marina – Sangre fácil

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