John Cale – Shifty Adventures In Nookie Wood ([PIAS] Spain)

A estas alturas de su vida es difícil de entender que John Cale, uno de los fundadores de Velvet Underground, autor de algunos de los discos más memorables de la década de los 70 y con una carrera admirable a sus espaldas, pierda el rumbo y se lance a dar pasos en falso, a aventuras fallidas y fuera de lugar. Así que quería comprobar por mí mismo si todos esos medios que hablaban (veladamente, el galés todavía merece un respeto) de patinazo, de anacronismos y de palos de ciego estaban en lo cierto.

Para empezar, que John Cale se meta de lleno en la electrónica no debería sorprender. No sólo porque en su reciente EP Extra Playful (2011) ya dejaba caer algunas pistas, sino porque es complicado encontrar un género en el que Cale no se haya introducido alguna vez, aunque fuera superficialmente y con voluntad de experimentar. Es decir, no estamos hablando de Neil Young, alguien muy asimilado a un género y anclado a un modo de entender la música, así que no creo que sea exacto establecer paralelismos entre este Shifty Adventures In Nookie Wood y lo que un álbum como Trans supuso para el canadiense; sería más oportuno buscarlos en otra obra rara y sorprendente, en otro artista con una trayectoria más camaleónica: David Bowie y su Tin Machine.

De todos modos nada de todo esto puede preverse en los primeros segundos de «I wanna talk 2 U», la canción producida por Danger Mouse que abre el álbum. El tema arranca con una suave guitarra acústica para ir lanzándose poco a poco en brazos de una percusión que roza lo industrial, sobre un fondo electrónico con toques funky pero cuyo trazo va engordando por momentos; tímidamente, como queriendo preparar al oyente para lo que se avecina. Llega entonces «Scotland Yard», que tras su producción enmarañada y muy deudora de los últimos 80 esconde una gran canción, tal vez la mejor del álbum. Según vamos avanzando el fantasma de Bowie se hace cada vez más omnipresente (es imposible no acordarse de «Fashion» al escuchar «Hemingway», o de sus discos de los 90 en el tramo final del álbum), pero el uso de una percusión electrónica potente y el exceso de teclados ochenteros (en varios temas, pero sobre todo en «Nookie Wood») invocan también al Peter Gabriel de aquella época, el de temas como «Diggin’ in the dirt» o «Sledgehammer». Finalmente, cuando más futuristas y exuberantes se vuelven los teclados, me viene a la cabeza Pure, el gran álbum que hizo Gary Numan a principios de la pasada década.

No obstante, parece que lo peor ha sentado es el uso y abuso del tratamiento de la voz de Cale, una voz que muchos hemos reverenciado y que aquí se hace casi irreconocible en temas como «Face to the sky», la innecesaria «Mothra» o la muy (¿experimental? ¿hortera? ¿pasada de rosca?) «December rains». Por suerte, el final con «Sandman (Flying Dutchman)» deja un buen sabor de rosca gracias a su calidez de góspel electrónico, que recuerda más a tranquilos genios como Brian Eno que a los blockbusters mencionados anteriormente.

Esta aventura en Nookie Wood no llega a ser Paris 1919 producida por Trent Reznor, como he leído en algún sitio, pero tampoco es una bazofia. Puestos en la balanza los pros y los contras, lo que yo encuentro aquí es una colección de canciones decentes, algunas incluso muy buenas, y a un hombre de 70 años que decide jugar con unos juguetitos que, aunque para nosotros lleven obsoletos ya varias décadas, para él todavía resultan nuevos y atrayentes. Sea real, sea una parodia, un experimento o un capricho, la trayectoria de John Cale merece el beneficio de la duda. Se lo ha ganado.

 

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