John Grant – Grey Tickles, Black Pressure (Flor y Nata)

Proliferan últimamente los discos exageradamente confesionales, en los que el artista de turno se dedica a contarnos, sin ningún tipo de filtro, todo lo que le pasa por la cabeza en relación a situaciones más o menos cotidianas (Sun Kil Moon), rupturas y otros males relacionados con el amor (Natalie Prass, Jessica Pratt) o pérdidas de seres queridos, sean estas reales (Sufjan Stevens) o imaginarias (Joanna Newsom). John Grant es un maestro en este tipo de canciones, como ya demostró en aquel magnífico debut en solitario que fue el desgarrador Queen of Denmark (Bella Union/Nuevos Medios, 2010), repleto de fina ironía, de masoquismo sentimental y de desnudez emocional.

Aquel emotivo crooner recuperado por Midlake para la causa se mudó a Islandia, donde se se empapó de música vanguardista y electrónica, algo que ya se hizo notar en Pale Green Ghosts (Bella Union / Music As Usual, 2013). La evolución natural de aquellos dos álbumes, sus primeros en solitario tras la disolución de The Czars, es este Grey Tickles, Black Pressure (Bella Union / PIAS, 2015) donde, entre algunas joyas orquestales como “Global warning” o el tema que da título al disco (oscura referencia a la crisis existencial de la madurez), lo que predominan son los arranques rockeros con toques glam más (“You & him”) o menos evidentes (“Guess how I know”), y sobre todo mucha electrónica. Y, repetimos, poco filtro, como viene siendo habitual en este tipo de discos en los últimos tiempos. Por poner un ejemplo, “Snug slacks” parece un improbable cruce entre los ritmos post-punk africanos de Nina Hagen o Talking Heads, el Bowie de “Fashion” y los recitados psicodélicos de Isaac Hayes. Un batiburrillo resultón, pero en el que se diluye un tanto la personalidad atormentada, melancólica y romántica que tanto nos fascinó en su álbum de debut. Otro ejemplo: “Voodoo doll” puede parecer un tema electro-pop de los 80, o un típico tema electro-hop de los Black Eyed Peas, dependiendo de donde caiga la aguja.

Los momentos emotivos están ahí, aunque algo escondidos. Aparecen de forma evidente en “Grey tickles, black pressure” o en “No more tangles”. Pero en general la sensación es de que en este tercer álbum John Grant ha vertido todo lo que tenía en la cabeza, tanto en el terreno lírico como en el musical, sin demasiada voluntad de que el resultado sonara compacto, unitario. A pesar de ello hay un intento de encapsular las canciones como un todo: el álbum se abre y se cierra (“Intro” y “Outro”) con citas bíblicas. Ligero bajón respecto a las expectativas creadas hasta ahora, aunque el listón estaba altísimo y la necesidad de evolucionar del artista hay que respetarla siempre.

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