John Grant – Love is magic (Bella Union / PIAS)

Quienes seguimos a John Grant desde que arrancara su carrera en solitario con el impresionante Queen of Denmark (Bella Union / Nuevos Medios, 2010), empujado por los soberbios Midlake a salir de un estado de depresión e inactividad que ya duraba unos cuantos años, asistimos con sorpresa a su progresivo pero imparable viraje hacia una electrónica cada vez más vanguardista y menos accesible. Habrá, como es lógico, quien vea la balanza desde el otro lado y prefiera a este nuevo John Grant, que en realidad es el mismo de siempre con vestidos cambiantes (y no me refiero ahora al horror de la portada). Personalmente, lo disfrutaba más con aquel espléndido traje hecho de cuerdas y piano, o también en taparrabos y arropado por la sección rítmica de Midlake sonando selvática. Lo de ahora es otra cosa, que tendrá sus fans y que hay que analizar cuidadosamente. Vamos a ello.

El ex-líder de The Czars ha buscado en sus últimos discos, y finalmente ha encontrado, un vehículo para lanzar al exterior todos sus demonios en un proceso exorcizante que no parece tener fin. Ese vehículo es una electrónica que bascula entre la crudeza, la experimentación y la introspección envolvente. Sus letras siguen hablando de problemas íntimos que también pueden ser universales: dolor, depresión y la agria lucha interna entre la aceptación de uno mismo y la búsqueda de redención en los demás. Sin embargo, donde en anteriores trabajos esas letras eran tan directas que casi hacían sangrar los oídos, aquí están envueltas en referencias inescrutables, complicadas metáforas y parrafadas que parecen producto de la escritura automática. De alguna manera, es como si John Grant estuviese debatiéndose entre la necesidad de contar sus historias y la vergüenza de exponerse demasiado.

Tal vez por ello, o porque el dolor cada vez resulta menos hermoso, ese vehículo sonoro del que hablábamos resulta también difícil y complicado de apreciar para quien siga esperando nuevos «Marz» o «Sigourney Weaver». El tema que abre el álbum, «Metamorphosis», parece salido de una pesadilla berlinesa habitada por Faust y el David Bowie más experimental. Nadando entre las aguas del krautrock y la banda sonora de Blade Runner creada por Vangelis, sirve de puerta de entrada a un mundo perturbado, donde la belleza hiere, las heridas son bellas y el amor, nos cuentan, es mágico. El tema titular es uno de los que más recuerdan a pasadas aventuras aunque en formato más sintético, siendo la excelsa «Is he strange» un recuerdo fugaz a aquel primer y espléndido álbum. Muchas de las piezas se van más allá de los cinco o seis minutos, lo que da pie a cambios de ritmo, a experimentar diversas texturas, a jugar con los sintetizadores y los efectos hasta dejarnos tensos y exhaustos esperando el momento de escuchar de nuevo la maravillosa voz de John Grant. Ecos del pop electrónico de los 80 más comercial, pienso en gente como ABC, Human League o incluso Spandau Ballet, resuenan en ciertos cortes como «Preppy boy». También hay improbables cruces entre Beck y Kraftwerk («Diet gum») o entre Prince y Bowie («He’s got his mother’s tips»), dando sensación de brillantez dispersa pero genial.

No estamos por tanto ante un disco que resulte de fácil escucha ni clara clasificación, ni siquiera merecedor de un veredicto claro y definitivo. John Grant aguarda en la oscuridad para pillarte desprevenido y, entonces sí, hacer que entres en su club de corazones rotos y mentes desgarradas.

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