León Benavente – ERA (Warner Music)

En la trayectoria de Abraham Boba se pueden encontrar numerosos momentos clave, empezando por su recorrido en solitario, incomprendido y en cierto modo abandonado por la crítica y el público, pese a su incuestionable talento como compositor y su innegable pericia a la hora de dar forma a unas letras siempre profundas y de enorme calado. Su alianza con el resto de componentes que darían forma al proyecto de León Benavente, encontró como banda de Nacho Vegas una plataforma que les confirió una química entre ellos superlativa. Y ahora se alcanza un capítulo de algún modo rupturista en todo este hilo argumental: cuarto disco y desvinculación del ilustre asturiano dada la necesidad de volar por libre para centrarse en una carrera que ya alcanza dimensiones extraordinarias.

En este conjunto de canciones, rabiosas y poderosas, cocidas a fuego lento y repletas de aristas afiladas e intencionadamente incómodas en ocasiones, se puede apreciar la necesidad de afrontar nuevos retos, de encarar etapas que demandan salir de la zona de confort sublimada en Vamos A Volvernos Locos (Warner Music Spain, 2019), para abrazar sonoridades más oscuras y desafiantes. Puede ser el trabajo más intrincado que hayan parido, pero desde luego el más excitante e incendiario. A lo largo de él, la rítmica fluida de sus predecesores, escorada hacia el pop-rock, da paso a acertados coqueteos con la electrónica, el kraut o el synth-pop con destellos industriales que traen a la cabeza ecos a Depeche Mode, Einstürzende Neubauten, Kraftwerk o incluso guiños al sonido DFA, ensamblados con coherencia dentro de su inquieto imaginario. Los recitados poderosos de Boba, tan Cave o Cohen, siguen entonando temáticas que no rehúyen de proclamas inconformistas con trasfondo político, afrontan con resignación revertida en fina ironía el inevitable paso del tiempo, y dibujan estelas deformadas de nuestros propios “yo” más decadentes resbalando por las tinieblas de la tentadora noche. Los estribillos atronadores, capaces de remover cimientos y agitar conciencias, siguen alimentando unas canciones que muchas veces se erigen en autobiografías de las que muchos podrían apropiarse. La vida en estado puro.

Por su parte, la formación adquiere nuevas dimensiones con este viraje para dar lustre a esta nueva piel, encontrando a sus componentes en un territorio diferente al habitual: Luis Rodríguez cambiando la guitarra por el bajo, Eduardo Baos enfocado en programaciones electrónicas, César Verdú sustituyendo las cajas de ritmos por la batería y el propio Abraham Boba tocando por primera vez un piano acústico. Ahí es nada. Solo los valientes son capaces de no repetir fórmula por muy ganadora que ésta sea, buscando explorar nuevas vías y exprimir sus posibilidades más allá de la comodidad de lo conocido.

Los tres adelantos escogidos han sabido mostrar sabiamente las cartas con las que apostar: el pulso machacón de “Líbrame Del Mal” que promete épica desatada en vivo con su emotivo recuerdo a Rafael Berrio, la suave caricia electrónica bajo una melodía marca de la casa de “Di No A La Nostalgia” o el infalible festín pop que supone “Canciones Para No Dormir”, inapelable argumento para los que dicen que aquí faltan hits. Las colaboraciones enriquecen el conjunto, desde la ya familiar Miren Iza de Tulsa, cómplice aquí en la abrasiva “Todas Las Letras”, a una definitiva “Te Comes Mi Corazón” que tan bien llevan a su terreno Triángulo de Amor Bizarro, dotándola de una visceralidad al límite de lo humano. Carne, sudor y entrañas, tal y como suelen gastárselas los gallegos. “La Gran Muralla” empieza recordando Sr. Chinarro en la melodía, y va creciendo arropada entre sintes para arrojar algo de calma entre la tempestad y acabar más cerca de Dorian. Tirando a matar también hay que destacar “Viejos Rockeros Viejos”, donde advierten sin tapujos: “hay que saber irse de una fiesta”, quién sabe si a modo de crítica para los músicos que no saben retirarse a tiempo. “Persona” con su descarnada mirada hacia el interior de un ser frustrado que exhibe una distancia infinita entre lo que pretende ser y lo que acaba siendo, y “Mítico”, con esa voz distorsionada con la que pretenden simular la muerte del cantante, son dos singles potenciales que tienen visos de alimentar la pirotecnia de sus excelentes directos. El ensoñador cierre con “La Cámara De Ecos”, viene bañado en lujosas cuerdas brindadas por Philip Peterson, al que se puede encontrar en los créditos de HAIM, Lorde, St. Vincent o Lana Del Rey, ni más ni menos, demostrando una vez más la versatilidad de un grupo en estado de envidiable plenitud.

En definitiva, ERA (Warner Music Spain, 2022) es un paso más que consolida el discurso de unos músicos capaces de escribir un pedazo de la historia del rock contemporáneo nacional a base de combinar una evolución equilibrada y consistente en lo musical, con unas letras siempre inquietas y comprometidas con las vicisitudes vitales, individuales y sociales, logrando que más y más gente se identifique con ellas. Reivindicando el poder de la música para incitar a la acción desde una trinchera de inagotable poder curativo y creativo, estimulante y necesario.

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