Los inicios del krautrock a 50 años de su eclosión

A pesar de que tuvo sus orígenes a finales de los años 60, el krautrock vivió su gran primer momento seminal en 1970. Atrincherados en un espíritu de revolución y asfixiados por la sociedad que la izquierda radical alemana tildaría de heredera del nacionalsocialismo, muchos jóvenes músicos y colectivos experimentales de esa época en la Alemania Occidental comenzaron, sin conexión previa y casi irradiados por la misma sensación, un movimiento musical que desembocaría en el primer y gran mal llamado género genuino de la Europa de posguerra.

Algo impensable hoy en día, en estos tiempos de corrección política, el término despectivo kraut (col, en alemán) fue usado por ciertos periodistas británicos para nombrar a todo aquello que musicalmente iba floreciendo en la convulsa RFA para acabar definiéndolo como krautrock. El ambiente político y social de entonces imbuyó a la juventud alemana de las aspiraciones necesarias de libertad creativa, rompiendo las constricciones que imperaban en el schlager imperante, tan alemán que lo repudiaron por conservador e inofensivo, como por el rock que venía del imperialista Estados Unidos.

La psicodelia, la experimentación vanguardista y un intenso interés por los, entonces, incipientes instrumentos electrónicos, llevarían a estos grupos a ramificar sus propuestas en un abanico que abarcaba un espectro desde el rock hasta la música electrónica. Aunque ya hubo lanzamientos en 1969, como el esencial Monster Movie, de Can, en 1970, se editaron cuatro discos fundacionales de este movimiento, cada uno de grandes nombres que pasarían a la historia de la música experimental europea y que representaban muy bien las tendencias internas.

Los cincuenta años del rock más lisérgico de Yeti, de Amon Düül II; la incipiente electrónica de Kraftwert, homónimo de la legendaria banda de Düsseldorf; la vanguardia de Affestunde, de Popol Vuh; y el debut de Tangerine Dream, Electronic Meditation, son la excusa para recordar los inicios del krautrock en estos diez álbumes.

Amon Düül, Psychedelic Underground (1969)

Antes de que una parte de su facción musical se convirtiese en Amon Düül II, la comuna artística Amon Düül (bueno, también activista, con algunos futuros miembros de la Fracción del Ejército Rojo en ella) publicó algunos trabajos experimentales en los últimos años sesenta que podrían ser considerados el germen de lo que estaba por venir y que combinaba elementos de psicodelia, instrumentación áspera y una devoción por la experimentación. Todo esto se podía encontrar en Psychedelic Underground, su primera referencia, que aglutina jam sessions con un claro protagonismo de elementos de percusión.

 

 

Popol Vuh, Affesntunde (1970)

Primera grabación oficial de uno de los grupos claves del movimiento. Aquí ya se ven los derroteros por los que iba a ir perfeccionando su estilo esta peculiar formación muniquesa: sonidos de tablas, referencias sutiles a elementos orgánicos y unas líneas muy dirigidas hacia cierta espiritualidad. No será el disco más recordado de ellos -galardón que se llevaron sus bandas sonoras-, pero desde luego es imprescindible para comprender la apertura de nuevos caminos musicales en la época.

 

 

Kraftwerk, Kraftwerk (1970)

Antes de pegar el petardazo en la escena popular, Kraftwerk lanzaron esta maravilla como una declaración de intenciones. Un compendio de sonidos que bien podrían debatirse entre el pasado de diafonías y demás experimentos ruidistas y el futuro industrial que arrasaría el Reino Unido años más tarde. “Ruckzuck” y “Stratovarius”, los primeros cortes, son un buen resumen: progresión de ruidos, improvisaciones propias del free jazz y avances del mítico motorik, la forma de percusión mecánica y repetitiva que caracterizará al krautrock.

 

 

Si tienes curiosidad por saber cómo era un concierto de Kraftwerk en 1970:

 

Electronic Meditation, Tangerine Dream (1970)

Este disco hubiera pasado sin más si no fuera por el simple hecho de ser el debut de Tangerine Dream. Sin embargo, hay que reconocerle cierto mérito, como el de trazar las bases de lo que sería, años más tarde, la música electrónica más cercana a lo espacial y atmosférico. Todo ello, claro, desde la deuda eterna que todo el krautrock contrajo con el free jazz. Interesante para intentar atisbar todo lo que Edgar Froese comenzaría a ofrecer no mucho tiempo después.

 

 

 

Amon Düül II, Yeti (1970)

La formación que acogería a la mayor parte de los músicos de la comuna Amon Düül entregaría algunas de las joyas krautrock más cercanas a lo progresivo. Impregnado de ácido, Yeti fue el segundo lanzamiento de esta formación (el primero fue el experimental Phallus Dei) y el que definió una de las etapas más interesantes de los bávaros. Con la participación de hasta cuatro vocalistas, el producto final destila psicodelia y experimentación sonora por partes iguales.

 

Can, Tago Mago (1971)

Can venía de publicar en 1969 Monster Movie, uno de los discos de ignición del movimiento krautrock, y que contaba con el estadounidense Malcolm Mooney como vocalista. Sin embargo, para 1970, su puesto lo ocupaba el icónico Damo Suzuki, un peculiar personaje, pasadísimo casi siempre, que le daría a la banda un icono y personalidad. Tago Mago fue el primero de los tres con su participación y se considera una de las obras mejor construidas de Can, acaparando procesos novedosos como la manipulación de cintas de cassette, técnicas de improvisación derivadas del jazz y elementos de vanguardia que derivaron en uno de los discos más influyentes del momento.

 

 

Así era un directo de Can en 1970:

 

Faust, Faust (1971)

Cuenta la anécdota que Uwe Nettelbeck mandó a Polydor los sonidos de gente lavando platos cuando éstos le pidieron una maqueta que rivalizase con grupos de la British Invasion. No parecerá raro pues, que el disco debut de la banda encabezada por este productor sea una oda a lo extraño, una fuente de ruido aderezada con caos circense y una libertad creativa llevada al extremo. Surrealismo, dadaísmo y deconstrucción sonora que marcó un punto y aparte en la validez de muchas propuestas vanguardistas.

 

Cluster, Cluster (1971)

Antes de ser Cluster, Cluster fueron Kluster, y bajo ese nombre -mucho más alemán, dónde va a parar-, se habían sumergido en el ruidismo. Ese cambio nominal acarreó también una transición hacia sonidos más envolventes, pero su primer disco, homónimo, todavía mantenía elementos de sus inicios. En total, tres cortes que devanean entre lo industrial y lo espacial, anticipando elementos del dark ambient y de envolturas orgánicas que pueden clamar, perfectamente, su papel como ilustres influencias de la electrónica experimental de los setenta.

 

Ash Ra Tempel, Ash Ra Tempel (1971)

Manuel Göttsching fue el alma del otro grupo con reminiscencias en su nombre a la civilización egipcia. El disco debut de su proyecto Ash Ra Tempel aportó más fuerza para consolidar los trazos básicos del krautrock: experimentación distorsionada, coqueteos con la electrónica y la electroacústica, cierta percusión mecánica y envolventes episodios lisérgicos que acabaron haciendo de este álbum uno de los clásicos imprescindibles del movimiento.

 

Neu!, NEU! (1972)

Aludiendo a la novedad en su título homónimo, la pareja formada por los ex Kraftwerk Dinger y Rother facturó en este disco uno de los más paradigmáticos temas krautrock de la historia y, sin miedo, uno de los grandes temas de la música de los setenta. “Hallogallo” consiste en la definición perfecta del motorik: diez minutos de percusión mecánica sobre la que se trazan paisajes sonoros derivados del uso de bajo, guitarra eléctrica y koto, un instrumento japonés con sonido similar a un banjo, y que elevaron esta pieza a obra maestra.

 

A pesar de llegar tarde en lo temporal, hay una grabación que merece estar en este listado: Muzik vor Harmonia, lanzado en 1974, fue el debut de Harmonia, el supergrupo krautrock por excelencia. Este proyecto solo duró tres años, excluyendo alguna reunión ya en el siglo XXI, y aglutinó a algunos de los personajes más relevantes de la escena que nunca fue tal: Roedelius y Moebius, de Cluster, y Rother, de Neu! y ex Kraftwerk. Las experiencias acumuladas por todos ellos desde el inicio del movimiento derivaron en dos álbumes y alguna colaboración con Brian Eno. De este debut hay que subrayar su interés, además de como compendio de las técnicas más características del krautrock inicial, como pieza ambient y la aportación a un kosmische a punto de entrar en la New Age.

 

2 comentarios en «Los inicios del krautrock a 50 años de su eclosión»

  • el 13 marzo, 2020 a las 10:19 am
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    Bueno bueno ¡qué gran artículo! Sobresaliente. Gracias. Enhorabuena…
    Eso sí, puto spotify que no tiene la mitad de los discos jajaja habrá que tirar de soulseek como si todavía estuviésemos en el siglo XX

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