Manos de Topo – Escapar con el anticiclón (Sones)

Se levanta el telón y salen Manos de Topo sobre el escenario presentando Ortopedias Bonitas (Pias, 2007). Las letras son sonrojantes, el grupo apenas toca…y la voz del cantante es incluso molesta. La gente se divide entre los que aplauden y los que silban, siendo mayoría los que directamente abandonan la sala. Sorprende que no lleguen a las manos. Se baja el telón. Fundido en negro.

Esa imagen de un público desconcertado, indignado y enfrentado se ha repetido varias veces a lo largo de los últimos 100 años. Ocurrió durante el estreno de La consagración de la primavera de Stravinsky, donde volaron las sillas y hubo gente que quedó para batirse en duelo al día siguiente. Volvió a ocurrir después de la Segunda Guerra Mundial con algunas obras del llamado “teatro del absurdo” y con diversas películas de estética surrealista. Ocurre hoy en día con ciertas exposiciones “artísticas” en las que se exhiben cadáveres reales, vacas por la calle, mujeres desnudas retozando con cerdos, o escobas vulgares como si fueran esculturas. ¿Cuál es el objeto de estas manifestaciones artísticas transgresoras? Básicamente, enfrentar al ser humano con lo absurdo de sus creencias, de sus convicciones, de su conocimiento y, en suma, de su misma existencia.

Manos de Topo, salvando las distancias, hacen eso mismo. Son narradores de historias absurdas que nos obligan a reevaluar la importancia de muchas de las cosas que nos suceden en la vida cotidiana en relación con el hecho amoroso: discusiones, rupturas, enfados, rechazos, deseos… Historias que, sin dejar de ser verosímiles, se exageran hasta lo disparatado. Y sí, la voz de Miguel Ángel Blanca es irritante pero, si lo pensamos bien… ¡Las canciones no podrían funcionar de otra forma! ¡Se convertirían en meras caricaturas de Sergio Dalma, Sandro Giaccobbe o Los Pecos! Blanca se inventa un personaje que cuenta historias inventadas con una voz también inventada, voz que es una herramienta más con la que transmitir la sensación de absurdo, de disparate, de que nos tomamos el amor y el desamor demasiado en serio. Todo debe ser disparatado para que la broma funcione, por eso no es posible cantar estas canciones en serio ni tampoco escucharlas solemnemente, salvo para reflexionar sobre hasta qué punto nos vemos reflejados en lo estúpido de algunas situaciones.

Dicho lo anterior, aprecio diferencias interesantes respecto a sus dos anteriores trabajos. La voz de Blanca parece menos histriónica, ganando incluso en algunos matices que lo acercan (peligrosamente, diría yo) a la categoría de cantante “serio”: por ejemplo cuando grita “ahora brillas en mí” en “Animal de compañía”, o cuando casi consigue cantar sin sorber los mocos en “Tus siete diferencias”, “Mejor sin pijama” y “Maquillarse sin antifaz”. Además da la sensación de que, por primera vez en su carrera, la voz y las letras se ponen al servicio de las canciones, algunas de las cuales son realmente buenos temas (con excelentes arreglos) de pop. La presencia de guitarras eléctricas y teclados en detrimento de casios y organillos de juguete, además de una excelente producción a cargo de Ramón Rodríguez, contribuyen a un acabado mucho más profesional.

En fin… O te ríes con ellos, o te ríes de ellos. Tú decides. Pero hazte un favor: no te los tomes en serio. Tu salud te lo agradecerá.

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