Marcel Cranc – Ara (Primeros Pasitos)

Marcel Cranc es el nombre artístico que el mallorquín Miquel Vicensastre, habitualmente compositor de música contemporánea para teatro y danza, utiliza para sus excursiones sonoras en el terreno del pop. De un pop muy especial, todo hay que decirlo. Para empezar, Marcel Cranc se confiesa un amante de la chanson, un apasionado de clásicos como Jacques Brel o Leo Ferré, aunque seguidor también de propuestas más contemporáneas como las de Dominique A. Queda muy claro su apego por lo francés al escuchar su disco de debut, Animal Fràgil (2006), en el que hasta 4 canciones estaban cantadas en el idioma del país vecino.

Aunque en este Ara (Primeros Pasitos, 2008) todas las canciones son en mallorquín, ese eco a chansonniers clásicos y actuales sigue presente. Permanecen también otras características como el aroma mediterráneo en su variante menos lúdica y más otoñal; las temáticas amorosas tratadas de una forma abrupta, dura y melancólica; los efectos electrónicos y los samplers acompañando a los instrumentos tradicionales (destaca, en algunos de los momentos más líricos y trágicos, el cello de Chus Coll) y una voz que llama poderosamente la atención no por sus cualidades técnicas (algo justita en ocasiones) pero sí por su tristeza y crudeza. Como tristes y crudas son algunas de las canciones, especialmente “1936”, que por temática y estructura recuerda bastante a Lluís Llach, ó “Refugi nuclear”, que bien podría haber sido extraída del fantástico mundo de sus paisanos Antònia Font.

Son, sin embargo, otros los nombres que me vienen a la cabeza durante las sucesivas escuchas del disco. Uno de aquí, Refree (otro que mira hacia la Europa continental) y otro de fuera, Radiohead. Canciones como “Hi haurà”, “Desset” y la extraña y romántica “Morfina”, las imagino sin problemas cantadas en inglés en la voz de Thom Yorke, y especialmente la última podría colarse en In Rainbows y no creo que muchos lo notaran.

En las últimas canciones, trece en total se incluyen en el disco, empieza a aparecer un cierto decaimiento, como cuando se abren las ventanas del bar, el humo empieza a desaparecer y tú sabes que es hora de irse. Y aunque “Tot sol” acaba diciendo paradójicamente “nunca estarás del todo solo”, queda la sensación de que el mundo intimista de Cranc, al que irremisiblemente te arrastra tras sucesivas escuchas (no es un disco fácil ni de estribillos resultones),  está construido sobre los pilares de la tragedia, el desamor y la soledad.

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