Maryland (Siroco) Madrid 17/01/18

Me van a dejar que empiece esta reseña con un titular: Maryland son, con permiso de Toundra, la mejor banda actual de guitarras en España. Y es que me veo obligado a plasmar semejante aseveración tras lo disfrutado la pasada noche en la capital.

Conocí a Maryland cuando aun cantaban en inglés con Get Cold feet (11). Recuerdo recibir el disco para reseñarlo en esta casa y, tras el buen sabor de boca, decidí entrevistarles en la sección musical del programa de radio para el que colaboraba entonces, La parada de los monstruos. Incluso guardo con cariño el momento en que les emparenté con Last Days of April, una de mis bandas preferidas, y su cantante veía excitado la conexión cuando se lo mencioné.

Después volvieron a la carga con Los años muertos (13), ya en castellano –bendito acierto el cambio de lengua-, un disco descarnado, enérgico y de superación de rupturas y lastres pasados. Para mí su gran obra, la cual repasaron generosamente sobre las tablas.

Y el año pasado llegaba Resplandor (18) tras algunos años de silencio; un trabajo que confirma su buen hacer y que injustamente no ha ocupado todo el espacio que merecía en los medios especializados.

Vaya, que les tengo gran cariño a los gallegos ya antes de verles en directo ayer y es que, entre unas cosas y otras, nunca había podido disfrutarles en vivo. Y es por ello que ahora escribo estas líneas presa de una alegría interior difícil de explicar; la alegría de haber comprobado que la intuición de mi corazón al conmoverse con esas canciones en estudio, al imaginarlas y transportarlas al devenir de mi vida, sobre un escenario se ha traducido en una defensa apasionada y vehemente.

Por ello no puedo hacer otras cosa que emocionarme y dar las gracias, sabemos que no es fácil la prueba del directo cuando amamos a una banda que aún no la hemos visto tocar frente a nosotros y Maryland dieron un concierto celestial.

Desde el inicio con “Declaración de intenciones” mostraron claras sus cartasganadoras esgrimidas en un sonido que me atrevo a definir como una suerte de mezcla entre Nueva Vulcano, Weezer y Teenage Fanclub; powerpop rayando el post-hardcore en sus momentos más intensos y el emocore en sus momentos más íntimos.

Al poco de empezar me asombró la defensa de “Felina” con una interpretación prodigiosa y lo encendida que sonó una de las mejores canciones del pasado año, “Nueva York”. Además, la segunda mitad del show contó con gran cantidad de mis temas favoritos, esos que en mentalmente incluimos en el set list ideal de nuestros grupos favoritos.

Así, el binomio de “Tiempos de azar” y “Los años muertos” arrasó con todo, la llegada de la maravillosa “el club de los cinco” me hizo sonreír creyéndome invencible y la aparición de su reciente versión de “Gracia”, el tema incluido en Lluvia y truenos (16), ese disco a pachas entre The New Raemon y McEnroe, fue llevada prodigiosamente a su terreno.

Y más, más aún: el inesperado rescate de “La caleta del sol”, tan coreada como sentida con un nudo en la garganta, se prolongó en instante inigualable con la exposición de su vocalista Rubén, guitarra en mano y a cappella, bajando del escenario para cantar en comunión con nosotros la bonita y conmovedora “Camino” poco antes de cerrar un concierto que no será olvidado nunca para quien les escribe y que es, desde ya, uno de los mejores shows nacionales que he disfrutado en mi vida.

Al subir las escaleras de Siroco mientras sonaba “Real hero” de la BSO de Drive me tenía que pellizcar para comprobar que no estaba soñando y que esa fría noche de invierno, por una vez, habían ganado los que lo merecen de verdad por tener un corazón tan inmensamente grande en lo que hacen y en la manera en que lo transmiten y comparten.

Fotos: David Valentín

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