McEnroe – La Distancia (Subterfuge)

Digámoslo ya: contar con una banda como McEnroe es un auténtico milagro; una proeza de los tiempos; una deliciosa anomalía dentro del maremágnum de confusión, inmediatez y saturación al que nos vemos abocados en nuestros convulsos días presentes.

Los de Getxo han labrado una carrera donde su principal virtud radica en hacer de la fragilidad su máxima fortaleza. Una demostración de valentía de quien no esconde sus sentimientos detrás de las máscaras de cinismo que nos invaden en todas las disciplinas, sin ser, por desgracia, una excepción la artística.

La Distancia (19) es una demostración más de lo expuesto. Aún recuerdo el hallazgo con Tú nunca morirás (09). Lejos quedan ya aquellos días y la proyección posterior, iniciada con el colosalmente sencillo Las Orillas (12) y culminada con esa obra maestra sin paliativos que fue Rugen Las flores (15).

No negaré que existía en mí cierto temor ante su nuevo trabajo. Un temor que sobreviene por un vértigo similar al que se siente cuando uno es muy feliz y sabe que un día eso acabará; esa posterior tristeza implacable de quien un día fue dichoso. En este caso se debía a una demostración de talento e inspiración sostenida en el tiempo de manera formidable, extendida más si cabe en las canciones aportadas con ese disco a medias junto al también imprescindible The New Raemon, Lluvia y truenos (16), y constatada de manera palmaria con el impresionante disco en solitario de Ricardo Lezón, Esperanza (17).

Y puedo suspirar tranquilo: la racha continúa. Y los nuevos vientos apuntan serenidad y confianza, demostrando que esa distancia a la que hace referencia el nuevo trabajo es mucho más que tiempo y espacio, es una dimensión elástica que, a través de nuestra mente y nuestro corazón, adopta formas imprevistas, una suerte de criatura mística entre la imaginación, la remembranza y el anhelo.

Esa convicción y madurez se aprecia en temas como la esperanzadora “La distancia del lobo”, la coda impregnada de belleza sublime que posee “Luz de gas” y la solvencia arrebatadoramente bonita de “Cerezas”, empleando dicho adjetivo como virtud al alcance de muy pocos sin caer en la sensiblería más boba.

Mención aparte merece “Asfalto (libres los animales)”, un auténtico monumento a la emoción con mayúsculas, donde Jimena Lezón -la hija de Ricardo, presente a lo largo del álbum- impulsa hasta el cénit de belleza la composición, concluyendo que esta es la canción soñada que tanto ellos como nosotros pudimos aspirar a tener nunca.

Celebremos con alegría y atención contar con McEnroe, y hagamos nuestra la reflexión que me permito hacerles: la de que cuidar algo es mucho más importante y satisfactorio aún que conseguirlo o conquistarlo.

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