Niño de Elche (Auditorio Nacional) Madrid 07/03/2020

Salió Francisco Contreras en vaqueros y deportivas y se desnudó. Ayudado por Alicia Acuña, Raúl Cantizano y Alejandro Rojas-Marcos, se transfiguró en Niño de Elche, sacando esa liturgia del camerino y dejando claro desde el comienzo que todo era espectáculo y representación. Primero cantó flamenco en catalán (“La Farruca de Juli Vallmitjana”) y en latín (“Seguiriyas del silogismo”) y, con el público ya instalado en el asombro, se envolvió en el órgano de la sala de cámara del Auditorio Nacional y ofició misa con “El Prefacio de la malagueña de El Mellizo”.

A nadie sorprendió, por tanto, que después se asomara al balcón del respaldo de la silla para cantar una saeta. Sin embargo, como explicaría después, se trataba de un juego de los opuestos, ya que la “Saeta del Mochuelo con la Mariana seguido de Plazoleta de Sevilla en la noche del Jueves Santo” se inspira en la saeta con letra pícara que Mochuelo cantó en una procesión en Cartagena por culpa, según alegó, de unas anchoas que se le atragantaron. Cerró el bloque de cantes clásicos con la intensidad del “Recitando de Eugenio Noel”, de texto patriótico, antiflamenco y antitaurino, más el hallazgo del clavicordio flamenco de la “Saeta por Seguiriyas de Manolo Caracol y Arturo Pavón”.

Tras una pausa para explicar la propuesta de su Antología del Cante Flamenco Heterodoxo (Sony, 2018), acometió los que denominó cantes heterodoxos, con “Canción de cuna de Crumb” y “Deep song de Tim Buckley”, tema en eterno crescendo que sumió al Niño en un trance interpretativo, provocando el aplauso más intenso hasta el momento y el abandono de algunos espectadores. Quizás eso favoreció el paseo por el patio de butacas con el intimista “Fandango cubista de Pepe Marchena”.

Cambió de registro con el sensual “Tango de la Menegilda” y, ya con el auditorio en el bolsillo, sonaron “Fandangos y canciones del exilio” («qué nos gusta una revolución», apuntó entre cómplice e irónico) y “Caña por pasodoble de Rafael Romero El Gallina”. Los prolongados aplausos permitieron el bis («pero sólo uno, que hay que cenar»), y, bajo luces de colores un sábado noche, cerró con la “Rumba y Bomba de Dolores Flores”, preguntando a cada asistente quién había tirado la bomba. Miró al cielo e interrogó a Dios: «¿usted la tiró?». Y gritando un sonoro «quién» se hizo de noche en el Auditorio, volvieron los aplausos y Francisco Contreras se fue a cenar, porque Niño de Elche sigue con hambre.

Fotos: Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) – Elvira Megías

 

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