Nos despedimos de Jerry González, pionero del jazz latino

Nunca conocí a Jerry González ni tampoco lo vi tocar en directo, pero sí hice sonar sus discos en casa en momentos clave de mi vida. Y creo que esa es la mejor manera de conocer a un músico. La noticia de su muerte afecta porque con él muere un músico único, pero también un mito viviente. Me gusta el jazz pero no soy un experto, de la misma manera que no lo soy en cine pero sé cuándo una película es buena, mala o regular. Con el jazz me ocurre, es un mundo que habito pero que se me escapa, y eso lo hace aun más especial para mí. Y así fue como comencé a escuchar a Jerry González. Leí sus entrevistas en prensa a principios de los dosmiles y el personaje me fascinó antes que su música. En sus encuentros con periodistas se apreciaba su fuerte carácter, su compromiso para con la música y un comportamiento casi propio de un pirata, de un fuera de la ley. Era, sin duda, un tipo atractivo.

Yo llevaba un tiempo metido en la obra de Miles Davis, estudiándolo, cuando llegué a Jerry. La figura del trompetista agarrado a su instrumento me resultaba mitológica, como Zeus lanzando rayos casi. Esa imagen se me ajustaba a Miles y también a Jerry, que ya me resultaba mitológico, y ahora con su muerte no os quepa duda de que alcanzará la eternidad para siempre. Su primer disco que me compré fue esa maravilla titulada Jerry González y Los Piratas del Flamenco (2002), una pasada de cincuenta y algo minutos, una fusión entre jazz latino y flamenco en la tocaba junto a Niño Josele e Isarel “Piraña”, con Diego “El Cigala” dejándose caer como invitado. Se trata de un disco que recupero cada cierto tiempo. Siempre me maravilla la producción de un gigante como Javier Limón, el sonido de Jerry González y Los Piratas del Flamenco me maravilla cada vez que lo hago sonar como la primera vez.

Por supuesto, las interpretaciones estaban a la altura y la inspiración de Jerry y sus compañeros quedó enlatada para siempre en un disco que todo el mundo debería escuchar en algún momento de su vida para profundizar en él después, en otro momentito más. Nunca me atreví a tratar de entrevistar a Jerry, prefería ver al león desde fuera de la jaula. En algún momento pensé en dejarme caer por aquel café nocturno donde se decía aparecía de pronto para improvisar. Nunca lo hice. Pero me consuela saber que muchos alucinaron con él y que puedo darle al play para disfrutar de una música que ojalá pase a siguientes generaciones. Fue enterarme de la defunción de Jerry la tarde de ayer y empezar a resonar en mi cabeza la solitaria trompeta de “Hubo un lugar”. Fúnebre y triste. No había otra manera de sentirse ayer y hoy también. Quizá, en unos días, sea el momento de recordar con alegría todo lo bueno que este hombre nos dio, pionero del jazz latino, conocedor de los sabores de la vida, pirata musical. Que en paz descanse.

 

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