Pulseprogramming – Apolo (Barcelona)

Llegar desde Estados Unidos con la etiqueta de ser una de las bandas de indietrónica, o electrónica a secas, o como se le quiera llamar, de mayor prestigio, y encontrarte con una sala medio vacía, y puede que sabiendo de la escasa promoción hecha durante las semanas previas a la actuación, puede desmotivar bastante, sobre todo, si estás acostumbrado a tener un público fiel y más bien numeroso. Puede desmotivar, o, al contrario, puede hacer que todavía salgas al escenario con más ganas, con más ansias de encandilar a las (pocas) personas que se han desplazado para ver la actuación.

Pulseprogramming optaron el pasado 8 de noviembre por poner al mal tiempo buena cara en su segunda visita a Barcelona (la primera ocasión tuvo lugar el pasado mes de junio en el Sónar), y aprovecharon al máximo las características de la Sala Apolo, ofreciendo un directo sobrio, en algunos momentos incluso solemne y lleno de emoción. El valor añadido de su puesta en escena son las interesantes proyecciones que acompañan a sus temas y que los vistieron y les dieron una mayor presencia. Y es que, no debemos olvidar, Pulseprogramming es más que un grupo, se le puede calificar de proyecto multimedia, formado por músicos, directores de arte e, incluso, un poeta.

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La poca afluencia de público hizo que el comienzo del concierto resultara bastante frío, y que la desnudez acústica resultara incluso inhóspita. Su puesta en escena es también muy fría: los tres músicos que forman este colectivo multimedia, parapetados tras una mesa en la que se encontraban esos nuevos instrumentos musicales en que se ha convertido los ordenadores portátiles, secuenciadores y poco más, cosa que contrasta con la habitual disposición sobre el escenario de una banda de rock. Tan sólo un bajo era el reducto de lo que tradicionalmente hemos conocido como grupo de música. Un bajo intermitente, cuya presencia en algunos temas se veía ahogada por la fuerza de sus loops y sus bases.

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Pero según fue avanzando la noche, y el público fue situándose poco a poco en la pista de la sala, la cosa cambió, y el grupo empezó a percibir el calor de la gente que aplaudía y hasta bailaba al ritmo de sus melodías intrigantes a base de samplers, beats y secuanciadores. El golpe de gracia vino de las mano de “Blooms eventually”, tema incluido en su segundo álbum, Tulsa for one second (”Aesthetics”, 2003), donde la voz pregrabada de Lindsey Anderson de L’altra dibuja una melodía que le debe mucho al pop, lo que entusiasmó a la audiencia y propició que entraran en el concierto. También las proyecciones tuvieron algo que ver en la creación de un ambiente más cálido. Personajes anónimos en situaciones cotidianas iban ilustrando las diferentes sensaciones que se desprendían de las composiciones, a las que la intensidad de las distorsiones y los secuenciadores daban mayor o menor consistencia.

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Apenas una hora estuvieron sobre el escenario, pero fueron 60 minutos intensos, de viajes por atmósferas de diferentes colores y una sensación muy agradable de complicidad y cercanía.

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