Recordando el BID de Discoplay

El otro día, cuando se lanzó el Forever Young de Alphaville (35º aniversario), hice un apunte genérico sobre la revista BID, el Discoplay llamada popularmente. Y, sin querer, abrí un melón entre amigos que me ha llevado a estar, allende de nuestras tierras por motivos laborales, enzarzado en un hilo sobre dicha revista.

La conversación viró sobre las diferentes secciones que tenía la misma y como la de Novedades era la más buscada por todos. Entonces uno soltó la traca: “Yo creo que tengo un ejemplar guardado”. No me lo podía creer. Alguien había tenido el detalle de conservarla. El BID, a lo mucho, tenía vida de dos meses. Me refiero en casa. En cuanto llegaba la nueva, la anterior quedaba obsoleta y pasaba a ser parte de los objetos a desechar. Nunca duró un trimestre. Y este amigo tenía una guardada ¡En 2019 y, además, en perfecto estado! Cosas veredes, amigo Sancho.

Por si no lo saben fue una publicación gratuita que estuvo en nuestras vidas hasta 2007, cuando la crisis de la venta de discos era ínfima y, encima, las descargas y la “desaceleración” llevaron la misma al cerrojazo al menos de forma física, porque sigue existiendo online. Bueno, lo de gratuita era un decir; en la portada venía reseñada “50 pesetas” que luego se tributaba en gastos una vez pagabas el contrareembolso. Todo pensado. Aunque a ella le debemos los crecidos en los 80 y parte de los 90 hacernos llegar la música nueva, moderna y variada de forma cómoda y eficiente a cualquier rincón de la patria. A mi vuelta pedí ver ese ejemplar que guardaba. Y aquí estoy con este artículo.

Era la edición correspondiente a noviembre del 84. En la portada La mujer de rojo; con Kelly Lebrock luciendo un traje de dicho color y su levantamiento sinuoso de las gasas en el lateral derecho por la cual asomaba, sorprendido, Gene Wilder, actor y director del film. La justificación de tamaña publicidad era que ese mes se estrenaba la misma y se publicaba la banda sonora, compuesta por Stevie Wonder, “El cerebro en marcha” lo llamaba la revista en la primera página.

Y luego le dedicaban dos más a toda su discografía, que no era moco de pavo. Eso sí, te lo podías llevar por solo 699 pesetas. El disco, no a Steve. Regalaban un póster.

 

 

… y a continuación marca de la casa, heavy por un tubo, head banging! en papel, mano cornuta impresa; Scorpions, Dio, Alcatraz, Accept y los Maiden. De este último no solo discos sino camisetas negras y patches, así lo llamaban ellos, chapas y hasta un chándal. Todo con Eddie de protagonista.

Páginas siguientes hablaban de los Monkeys y sus discos clásicos. Por tanto, el siguiente mash-up me ha venido que ni al pelo.

 

 

Aunque, ojo, no todo era jevistroskismo ilustrado. Los de la peña Discoplay estaban muy al loro y lo mismo le daban al pelo largo que eran expertos en el sintetizador y las cajas de ritmos. A saber; dos al completo con Frankie goes to Hollywood, Thomson Twins, Culture Club, Mike Olfield y los Depeche entre otros. Pero para demostrar su tronío y amplias facultades melómanas ofrecían al respetable tres páginas íntegras para el dios Bowie con sus discos del momento, los clásicos y muchos maxis. A continuación toda una gama de top ventas; desde The Waterboys a U2 pasando por Springsteen, Marley y The Smiths entre otros.

Y cuando ya estabas bien completito de lo que se llevaba, ¡Zas!, pop español y con varias páginas. El Mil siluetas de La Unión lo estaba petando y ¡Marchando una página al grupo de Rafa y cía! No había mejor manera de cerrar este apoyo al movimiento nuevaolero que incluir un pequeño reportaje sobre Deseo Carnal de Alaska y Dinarama, con el maxisingle Como pudiste hacerme esto a mí por tan solo 349 pesetas. Por cierto, 35 años no son nada para este trallazo pues aparece en la banda sonora de Dolor y Gloria, la última de Almodóvar. Un respeto a ese himno.

 

 

Y si tú interés no era tanto el rock sinfónico, ni el heavy y ni tan siquiera lo concerniente a La Movida sino el movidón, con minúsculas y sufijo incluyed. Si lo tuyo era bailar, a todas horas, marcha por un tubo, sin descanso y que no decaiga la fiesta Discoplay estaba al quite; tres paginacas, tres, bajo el título Calienta pista que, aunque de sonoridad sicalíptica, nada que ver; Diana Ross, Pat & Tricia (aún sigo sin saber quiénes eran), Camaro´s gang, Duran Duran y un largo etcétera. El hitazo del otoño 84; «I don´t wanna lose you» de Lime era lo más y todos los pinchadiscos –así les decían- tenían en su estantería para motivar a la concurrencia sandunguera. Si era la versión maxi-single (también vendida en el BID); de lo más.

 

 

Cuidadín, no crean que toda ella viraba en un sentido modernuzco y tal; se equivocan y no de cortas maneras. Para dar finiquitada la sesión todo un referente del synth-brit; «The Age of consent» de los Bronsky Beat, que luego daría lugar a Communards, una formación clave para entender el sonido disco-pop de los 80. Su éxito Smalltown boy los había llevado a la cima. Por el módico precio de 724 pelas y la camiseta 1100. Una ganga, vamos.

 

 

Y si, puestos a ser tiquismiquis, el equipo de música llevaba un rato dando saltos o la casete sonaba rara no problem; llegabas a la sección COMPLEMENTOS y podías hacerte con el limpia disco antiestático con cepillo inclusive. Si tenías las cintas amontonadas en la room mejor hacerte con el complemento portacasete; la mar de cuqui. Pensaban en todo; algún amigo se compraba otro disco que querías tener, lo ideal era pillarte cintas vírgenes y te traía más a cuenta el lote de 5 TDK-90 minutos, a 574 cucas. Con ellas podías grabar 10 discos pues, como era bien sabido, un LP no llegaba ni 60 minutos y había que rellenar hasta el final, fuese como fuese. Terminaba, por un poner, el A santa compaña de Golpes Bajos y podías meter dos de Los Ilegales, dos de Aztec Camera, cuatro Rod Stewart, el «Lobo-Hombre en París» de La Unión y el «Loco, Loco» de Bordon-4. Inclusive se llegaba a dar el caso de grabar una que nunca se completaba entera. Pero dejar sobrar un segundo; nunca. Apurando que es gerundio.

Sí, han leído bien, entre las canciones metías una de Bordon-4 porque la conocida como música kinki tenía su apartado especial en la revista y eso quería decir que molaba y, encima, vendían. El ejemplo es que, tras toda la discografía de Chiquetete, convivía en páginas con Los Chunguitos, Frank Sinatra y Perales; la música no tenía fronteras para los diseñadores gráficos del BID.

 

 

Ya tenías decidido que ibas a pedir y, por tanto, armado con un boli azul empezabas a rellenar la ficha. Primero el número del artículo, que como te equivocaras podría llegarte la casete de Perales en vez del disco de Iron Maiden, ojito con eso. Luego por eso mismo ponías bien clarete el título y, además, el precio. Entonces, cuando finalizabas y sumabas las 800 cucas del disco de los Bronsky Beat, los 325 el maxisingle de Alaska y Dinarama, más 560 del póster y el Patche a 150 todo se te iba de madre. Y llegaba el momento crisis de elegir cual quitar y cual dejar. Se llenaba todo de tachones pero esperabas, una vez que echabas el pedido, haber acertado porque, cuando llegase contrareembolso no había vuelta atrás. Una vez pagado…

8 comentarios en «Recordando el BID de Discoplay»

  • el 27 marzo, 2019 a las 5:11 pm
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    El mash-up de los Maiden con Monkeys una pasada, lo que me he reído. Porfa, hacer artículos así de vez en cuando. Me sacan una sonrisa. Y en estos tiempos no vean lo bien que viene.

  • el 2 abril, 2019 a las 5:36 pm
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    Oye, muy buen artículo este. No lo había leído hasta hoy. Quien no recuerde el BID es porque, o es demasiado millenials, o vivía en la luna en esas décadas.

  • el 20 julio, 2020 a las 9:18 pm
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    Creo que a Discoplay la competencia le robó la base de datos de los clientes y eso fue lo que acabó por hundirlos.

  • el 5 noviembre, 2020 a las 7:26 pm
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    Pues si soprende que alguien se haya guardado un ejemplar de Discoplay… yo los tengo todos… así de memoria… desde 1974.

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