San Miguel Primavera Sound 2011. Te contamos cómo transcurrió la última edición del festival barcelonés

Intro

El domingo se cerró una nueva edición de Primavera Sound, la del 2011. La edición del fútbol y la famosa (y maldecida) tarjeta recargable. La edición del regreso de Pulp y la histeria de las entradas al Auditorio. La edición de PJ Harvey, Grinderman y Sufjan Stevens. O la de James Blake. Cada cual elegirá sus nombres en un año lleno de grandes conciertos.

Pero este año el Primavera Sound ha elegido definirse principalmetente en cifras. Y es que PS2011 ha sido un festival gigantesco en todos los sentidos: 120.000 espectadores en el Parc del Fórum, 6.1 millones de euros de presupuesto, 221 bandas, y un recinto de 74.000 metros cuadrados (esto son 11 campos de fútbol, así, para hacerse una idea rápida).

Aunque puede ser que la presente edición tenga que acabar definiéndose como aquella en la que se ha cruzado la línea en la que el Primavera Sound ha dejado de ser un espacio perfecto para los amantes de la música y ha pasado a ser un festival masificado donde las distancias siberianas y la escasa potencia que en muchas ocasiones tenían los escenarios, lo hacen cada vez menos apto para melómanos.

Aún así, un cartel que reúne a nombres como Glenn Branca Ensemble, PIL, Seefel, Swans, M Ward, Interpol o Flaming Lips sigue siendo lo suficientemente atractivo como para soportar colas quilométricas y cervezas a 4 euros. Aunque desde aquí esperamos que las cosas no se salgan de madre y llegue un punto en que las incomodidades ya no compensen… y el problema es que hemos escuchado a muchos opinar que ese punto está cerca. Habrá que ver cómo se reenfoca el festival de cara al año que viene, en el que será de todos modos la última edición de Primavera Sound – dado que el mundo, con un poco de suerte, se acaba en 2012.


Días 20, 25 y 26 de mayo

Viernes, 20 de mayo de 2011 – Primavera al Metro

Stearica (Parada de metro de Diagonal)
Con la cantidad de actividades paralelas, conciertos, sets y actuaciones que engloba el Primavera Sound, en otros tantos recintos desperdigados por la ciudad de Barcelona, una ya no tiene muy claro cuándo empieza en realidad el festival. En cualquier caso, servidora  lo inauguró con el concierto de Stearica en lo que se conoce como Primavera Sound En El Metro. En los últimos años nos hemos acostumbrado a encontrarnos conciertos acústicos en los sitios más insospechados, pero la idea de ver un concierto de una banda de post-rock instrumental  en un sitio tan cotidiano (y desacostumbrado) como una parada de metro, se presentaba tan atractiva como desconcertante.

Los italianos se presentaron con un set contundente y efectivo de guitarras poderosas y batería rotunda que sonó a la perfección y que no dejó indiferente a nadie. Los  viajeros que, en pleno trasbordo de líneas, tropezaban con el evento, se dividían entre los que hacían muecas casi de dolor ante semejante estruendo, los curiosos que echaban mano a la cámara (“por si acaso es alguien famoso”) o la señora que se plantó a mi lado y miraba curiosa a los tres miembros de la banda, siguiendo el ritmo con el pie casi imperceptiblemente. Pero los que fuimos allí a ver el concierto disfrutamos del sonido limpísimo con el que presentaron su disco Oltra. El experimento, pues, fue altamente satisfactorio.

Miércoles, 25 de mayo de 2011 – Poble Espanyol

Caribou (Poble Espanyol)
Caribou cerró el miércoles en el Poble Espanyol la primera noche de verdad del Primavera Sound. Acompañado por una banda donde sobresalían los dos baterías, él solito justificó acercarse hasta el recinto originario del festival sin excusas de nostalgia por en medio. Firmó un set donde ahondó en su vertiente más festiva y que el público recibió con los brazos abiertos. El momento cumbre de la noche llegó en cuanto empezaron a sonar los primeros acordes de “Odessa” y que llevaron a botar a todo el concurridísimo escenario. Se echó en falta un poco más del Caribou más delicado y ambicioso pero no era el día.

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Gran sesión de electrónica inteligente capaz de conectar con la mayoría del público de manera directa y sin necesidad de fingir ningún orgasmo.

Jueves, 26 de mayo de 2011 – Parc del Fòrum

Toundra (Escenario Pitchfork)
La banda madrileña, programada a primera hora del jueves y en uno de los escenarios más apartados, consiguió atraer a un buen número de asistentes para escuchar su rock instrumental de influencias étnicas. Resultó agradable comprobar que un porcentaje considerable del público era extranjero, habitualmente extraordinariamente reacios a escuchar bandas locales aún con razón o sin ella. Toundra se aplicó de una manera directa y sin grandes virtuosismos. Muy compactos y centrados el concierto desprendió fuerza y contó con pasajes notables, especialmente cuando la violonchelista hizo su aparición y dio ese punto diferencial que los Toundra enseñan en sus discos. Concierto muy sólido y agradecido que los confirma como una de nuestras propuestas más justificadamente exportables.

DM Stith (Auditori)
La histeria colectiva generada por la venta de tickets para el acceso al Auditorio se descubrió a todas luces exagerada. Tras llenar menos de medio recinto con los poseedores de las entradas, prácticamente todo aquel que estaba haciendo cola para acceder al recinto logró su objetivo. La gran mayoría estaban ahí para el concierto siguiente, pero aún así, cuando DM Stith apareció en el escenario con su guitarra consiguió un cálido recibimiento que, al finalizar el set, se había convertido en grata sorpresa para los que habían ido allí sin conocerle.

Su disco Heavy Ghost puede contarse entre lo mejor del año 2009. Y aunque los arreglos sean una parte fundamental de sus temas, éstos son de una belleza tan grande que al escucharlos desnudos siguen conteniendo toda su emoción turbadora y toda su magia intacta, si no aumentada. La voz de DM Stith es preciosa  y temas como “Pigs”, en que se hizo acompañar de la banda de Sufjan Stevens, sonaron simplemente soberbios. Y aunque tocó solamente cuatro temas, hubiera bastado con “My impatience”, canción que aún no está en ningún disco y con la que acabó el set, para tenernos a todos metidos en el bolsillo y enamorados de su música. Impecable aunque injustamente corto.

Sufjan Stevens (Auditori)
Por muchas veces que uno haya escuchado esa paranoia cósmica que es The Age of Adz, y haya interiorizado el universo vastísimo de Sufjan Stevens, es imposible llegar preparado al show que el americano tiene montado para esta gira. Probablemente la palabra que más se acerque a definirlo sea apabullante. Y es que solamente la versión esquizofrénica de “Seven Swans”, con toda la parafernalia de alas y trajes fluorescentes con la que Stevens abrió el concierto, bastó para hacerse una idea de que aquello no iba de un músico y sus canciones, ni de un disco y su directo: iba de un espectáculo. Perdón, de un ESPECTÁCULO. Y aquel que una vez conquistó nuestros corazones con ese aspecto aniñado y desvalido de geniecillo, ahora se presenta como un showman capaz de bailar, reírse de sí mismo y conducir una aventura espacial en la que le acompañan 10 excelentes músicos (entre ellos, el propio DM Stith al piano) en un viaje por el alucinante y esperpéntico mundo de Royal Robertson, visionario y artífice del último trabajo de Sufjan. Desde ya, aviso que es imposible hacer caber en una reseña todo lo que pasó sobre el escenario durante este concierto.

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En algo más de dos horas de show, a Sufjan Stevens le dio tiempo de presentar entero su The Age of Adz (en el set que hizo al día siguiente, obvió “Now that I´m older”), con menciones especiales para una versión algo cambiada de “I want to be well” o la apoteósica “Vesuvius” que puso los pelos de punta a más uno. Pero también se acordó de otros  temas suyos, más intimistas, como la versión de “For the one I love” (el jueves) o “Heirloom” (el viernes). Nos presentó a Royal Robertson y el por qué de su obra. Bailó y saltó junto a sus dos coristas. Se puso caretas y vestidos cósmicos sacados de una representación escolar. Y le dió tiempo a acabar el concierto con la versión completa (sí, los veintipico minutos!) de “Impossible soul”, invitando al público a unirse a él a los pies del escenario al tiempo que caía confeti en una fiesta que era puro frenesí.

Y por si eso no hubiera sido suficiente, volvió para un bis con, la más que esperada, “Chicago” (que el viernes estuvo acompañada por una versión al piano de “Concerning the UFO Sighting Near Highland, Illinois”). Momentazo que levantó a todo el mundo de su asiento para cantar y dar palmas bajo una lluvia de globos gigantes en un final apoteósico que arrancó sonrisas y lágrimas a partes iguales. Aquel mismo jueves, todos teníamos la certeza de que habíamos visto ya el que seguramente iba a ser el mejor concierto del Primavera Sound 2011. Desde luego, lo fue.

Grinderman (Escenario San Miguel)

A todos nos ha pasado más de una vez:  soltar que algo es lo mejor que hemos visto “en años”. A veces, incluso, uno lo extiende a “en la vida”, – o “en la historia”, según lo fumado que vaya. En un noventa y nueve por ciento de los casos decimos una burrada cualquiera, y con el tiempo lo reconocemos sabiamente: no, Brian May en solitario no “molaba”. Los efectos de Star Wars no “estaban bien hechos”. No obstante, si alguien sabe explicarme por qué la actuación de Grinderman del jueves en el escenario San Miguel no ha sido de lo más potente, emocional, ruidoso y revelador que he visto sobre un escenario, estaría sinceramente interesado en escucharle.

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Grinderman es una banda de músicos y personalidades enormes. Warren Ellis es un instrumentista, actor y filósofo fenomenal, cuyo entendimiento del ritmo y la melodía le son tan peculiares como contundentes. Nick Cave es un gigantesco payaso que, con Grinderman, se convierte en puro Mr. Hyde; chillando “I just want to relax” como si estuviera acuchillando a un vecino ´raver´, no se puede uno imaginar algo más alejado del Cave con pajarita deshecha que se sienta a pianos de cola a soltarle baladas tristonas a cualquier australiana con buen culo. Las canciones de Grinderman (ANTI- Mute Records 2007) y Grinderman 2 (2010) después de todo, sólo son excelentes a ratos; pero sobre un escenario, al amparo del show teátrico de Cave y Ellis, ni una sola de ellas deja de ser impactante. “Palaces of Moctezuma”, por ejemplo, pasa de ser un tema en el que Cave da la distante impresión de intentar imitarse a si mismo para convertirse en una furia contenida en inagotable crescendo. Y un largo etcétera: casi cualquier tema, desde la coreadísima “Heathen child” hasta el violento “No pussy blues”, resultó sencillamente deslumbrante.

Puñetazo en la mesa el de Grinderman, que, recordemos, ni siquiera es la banda  principal de ninguno de sus miembros, sino un proyecto secundario. Un proyecto secundario que, en el Primavera Sound, se comió con patatas a veinte mil espectadores y al resto de bandas del festival. A los que no lo presenciaron, se recomienda que traten de cazar la grabación del concierto y la estudien con detenimiento: ASÍ es como se debe hacer un concierto de rock.

Glenn Branca (Escenario ATP)
Glenn Branca es uno de esos músicos de los que se habla más de lo que se escuchan. Uno de los fundadores del noise rock del que selectos músicos admiten su influencia pero que pocas veces su obra se ha conocido más ampliamente.

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Tener la oportunidad de subsanar esta circunstancia mediante la interpretación de su disco seminal “The Ascensión”, publicado en 1981, justificaba acercarse a una de las propuestas más peculiares del festival. Branca además tiene la particularidad que solo participa en el concierto en calidad director de orquestra, dirigiendo a los músicos con su partitura. Una banda, dicho sea de paso, que por sus pintas parecían salidos de un grupo de rock cristiano y particularmente mojigato. Fue un concierto curioso por la singularidad de su ejecución pero gracias a la sorprendente complicidad de Branca con el público y a una interpretación más que aceptable deja un gran recuerdo. Uno se pregunta qué puede mejorar una propuesta como ésta teniendo en cuenta que ningún músico presente en el escenario tocó una simple nota del disco original. ¿Tendría sentido una interpretación del “Blonde on Blonde” con Dylan simplemente señalando con el dedo a los músicos según entraran? Dejando teorías al margen, felicitarnos por una propuesta muy poco común y que continúa con la voluntad de la organización de seguir programando retos fascinantes.

Interpol (Escenario Llevant)
Cuando anunciaron que Interpol se añadía al cartel del Primavera Sound, me quedé un poco descolocada. Que no se me entienda mal, no dudo de la calidad de la banda, simplemente me dio  la sensación de que no pegaban con el “espíritu” (juas!) del festival. “Demasiado comerciales”, pensé yo. Tras ver su concierto del sábado, me como con patatas mis sensaciones ya que no me queda otra que reconocer que ha sido un acierto: el de Interpol ha sido uno de los conciertos que más he disfrutado en esta edición.

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Consiguieron que el Escenario Llevant (ese que han puesto más allá del que el año pasado ya estaba demasiado lejos) sonara impecablemente y presentaron un setlist preparado para la ocasión: uno tras otro iban cayendo hits que la gente disfrutaba  entusiasmada. Y de hits, hay que reconocerlo, tienen unos cuantos. Desde “Say hello to the angels” hasta “C´mere”, pasando por “Slow hands”, “The Heinrich Maneuver” o “Barricade” (aunque olvidaran «Mammoth»). Y así, entre el saber estar de la banda sobre el escenario, elegantes y sin aspavientos, el magnetismo que desprende Paul Banks (siempre correctísimo y encantador, aunque no especialmente simpático ni hablador) y el sonido impecable, tanto en los instrumentos como en la voz, los neoyorquinos construyeron un concierto sólido y rotundo que sirvió para cerrar alguna boca. La mía, la primera. Ah, qué grande es “Evil“, apostillo.

Suicide (Escenario Ray Ban)
Ver aparecer a los septuagenarios Alan Vega y Martín Rev encima de un escenario es como casarte por catálogo. Luego en persona siempre decepciona. Y es que si todavía pueden hacer un concierto como éste es por dos motivos, primero porque interpretan un disco publicado en 1977 y que llevan tocando desde entonces y luego porque en el fondo no son más que bases grabadas, aporrear algún teclado y que Alan Vega ponga cara de loco –que ya lo hace gratis- y recite las letras del disco al tiempo que lucha por respirar sin poderse encender un cigarrillo. Pero, al igual que con el matrimonio por catálogo, uno también se lleva sus alegrías. El primer disco de Suicide es una de esas obras que no entiendes muy bien como a alguien se le cruzaron tantos cables y aún así pudo grabarlo pero que disfrutas salivando solo pensando en él cual perro de Pavlov. Concesión a la nostalgia y a la lista de cosas que ver antes de morir pero dudo mucho que nadie saliese decepcionado. Bueno, centenares salieron horrorizados pero esos se lo merecían por no saber con quién se metían.

Flaming Lips (Escenario San Miguel)
Flaming Lips o la locuacidad de la nada. La banda de Wayne Coyne protagonizó unos de los grandes chascos del festival que no por previsible resulta menos doloroso. Parece al menos curioso comprobar que una banda que tras veinte años de carrera aún sigue arriesgando, con mayor, menor o peor acierto, en cada nuevo disco que publica, caiga en la auto-complacencia más ciega a la evidencia en lo que a su directo se refiere.

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Alguien debería pincharle el globito en que se embute Coyne en cada concierto, deberían obligarles dejar de disfrazar a la gente y tirar confeti como en una fiesta de cumpleaños de hamburguesería y ponerse a rescribir de una vez un setlist que anda lleno de telarañas. Si no, la próxima vez que se vea el dichoso globo acabarán él y Coyne en las aguas que bañan el Forum de Barcelona. Do you realize?


Viernes 27 de mayo

Jason Collett – (Escenario Adidas Originals)
El canadiense Jason Collett (ex – Broken Social Scene) se animó a subir al escenario Adidas Originals sin nada más que una guitarra acústica. Sin demasiado público, la situación podía parecer un poco desalentadora para el artista, que se encontraba tocando ante una gran extensión de cemento pelado. Pero Jason Collett mostró rápidamente sus armas en directo: una, el tío es un encanto; y dos, naturalmente, tiene un set de grandes canciones que sabe defender con elegancia: “Love is a dirty word”, “Fire”, “Brownie Hawkeye” o “Hangover days”, después de todo, son canciones que a cualquiera le gusta escuchar.

Collett repasó sus temas con tranquilidad – que no falta de intensidad -, acaso algo extrañado por estar en la surrealista situación de encontrarse tocando ante medio centenar de personas en un escenario en el que, se supone, descubríamos nuevos valores de la música internacional. Pocos fuegos de artificio, sin duda, pero fue otra oportunidad para conocer la exquisita elegancia, las preciosas canciones y la encantadora personalidad de un discreto genio de nuestros tiempos.

Dan Melchior und Das Menace (Escenario Jägermeister Vice)
No es ningún secreto que lo mejor del Primavera Sound no son los conciertos donde se amontonan las multitudes en los escenarios grandes si no arriesgarse a desplazarse hasta lugares más recogidos y descubrir nuevas propuestas de las que como mucho se habrá leído algo en algún lugar perdido de la blogosfera. Dan Melchior, uno de esos músicos permanentemente mutables de nombre y compañía y con una producción cercana a los sueños de Henry Ford, surfeó una avalancha maravillosa de blues, rock y rockabilly. En algunos momentos parecía un hijo bastardo y respondón de Neil Young. Un oopart maravilloso que en un escenario mayor y a horas más nocturnas podría haber dejado temblando a medio festival. Cuesta mucho acercar gente a conciertos como este, a priori tan poco atrayentes para quien busque vanguardias o se rinda a las nostalgias pero este será uno de los momentos que más se recordarán y que al final resultará que todo el mundo estaba presente.

The National
Qué dolorosos son los solapes en los festivales. Y más dolorosos aún si, a cara o cruz, la opción que eliges acaba siendo la errónea. Claro que en su momento no lo parecía, cuando descarté (o mejor dicho, lo hizo la moneda) a James Blake en favor de The National. The National son una de esas bandas que siempre pienso que me encantaría que me gustaran. A quien le gustan, le chiflan, y siempre tengo esa sensación de que me estoy perdiendo algo. Pero desde luego con conciertos como el del viernes, no van por el buena camino.

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Una parte de la culpa no fue suya: el Escenario Llevant estaba tan abarrotado, que era imposible disfrutar mínimamente bien de un concierto. Y además el sonido fue escaso, cuando no deficiente, con lo que algunos temas se oían enmarañados y sucios a partir de la décima fila. Pero una parte de la culpa sí que fue suya: y es que, a pesar de la botella de vino que se sopló Matt Berninger  durante el concierto, se mostraron sosetes y algo apagados. Como si no tuvieran su día y se hubieran dado por vencidos. Y eso no se arregla ni tocando “Mistaken for strangers” o “Fake empire”, ni bajando al foso a darse un baño de masas ni subiendo al escenario a Sufjan Stevens para hacer los coros de “Afraid of Everyone” y “Terrible love”. Una pena, porque venía dispuesta a convertirme a su religión. Pero me parece que voy a tener que esperar al próximo. Y mientras tanto James Blake, dando un conciertazo.

Half Japanese (Escenario ATP)
Estaba sorprendentemente lleno el escenario ATP para ver a una de las rara avis del festival: los inefables Half Japanese, una banda con una historia digna de película (que de hecho existe: “The band that would be king”, de Jeff Feuerzeig).

Ver a Jad Fair en directo, finalmente, resultó una auténtica delicia. Una delicia sucia y barriobajera, pero adornada por la sorprendente comprensión que Jad tiene de la esencia de lenguaje del rock. Para él, músico sin formación, que jamás ha afinado su guitarra, y que compone veinte canciones por noche, el rock es un idioma natural de expresión que no requiere refinamientos. Así, el espectador se ve asaltado por una variedad de temas punk, surf-rock y rock sorprendentemente buenos, naïf, y divertidos, soltados por una banda que se atribuye a sí misma un cero en técnica y conocimiento musical.

La verdad que ver a Jad Fair soltar excelentes canciones sin saber diferenciar un arpegio del sobaco de un grillo es, a primera vista, algo parecido a ver un niño autista hacer raíces cúbicas sin calculadora. Pero no nos equivoquemos; Half Japanese no son una mala banda, y Jad es un muy buen músico – uno que pone seis cuerdas iguales en su guitarra “para no tener tanto de qué preocuparse”. Y “Charmed life” o “I´ll change my style” son canciones sencillamente muy buenas. Y ver a Jad y los suyos rompiendo guitarras en escena, en conjunto, fue una experiencia iluminadora.

Ariel Pink´s Haunted Graffiti (Escenario Pitchfork)
Ariel Pink no es un personaje, él es así. Es más, sospechamos que el señor Pink en la intimidad es mucho más bizarro y perro verde de lo que se puede ver en directo. Sin pudor en ocultar una tripita que refleja que el californiano no ha hecho deporte desde que en el instituto estaba obligado a ello, Ariel saturó hasta la bandera el escenario Pitchfork. Quizás un escenario de mayor aforo habría sido más indicado dada la expectación que generó. Realmente lo más interesante era verlo a él, puesto que muchas de sus canciones fueron calcos del disco llevados al directo. En este sentido decepcionó un poco como también que centrase el setlist en el “Before Today”, su disco más reciente, dejándonos con las ganas de escuchar algún tema nuevo o redescubrir alguna canción más de las muchas de sus primeros años. Pero todo se le perdona a Ariel Pink gracias a sus dotes incontestables de estrella del rock. De alguna extraña y perversa manera su magnetismo es incontestable. Fascina o repulsa, se le admira o no se le comprende pero no se le quita la vista de encima. El día que evolucione más su directo, por más que su banda ya es muy sólida, el mundo no será suficiente.

Twin Shadow – (Escenario Pitchfork)
Twin Shadow, alter ego del norteamericano de origen dominicano George Lewis Jr., era uno de esos grupos que dan identidad a la selección artística del Primavera Sound: un grupo de calidad, con la etiqueta de grupo revelación pegada en la frente, y que venía de recibir excelentes críticas por su único disco, Forget (4AD, 2010).

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Además, se trata de uno de esos grupos que saben clavar – o mejor dicho, crear – la moda del momento. Y la moda de este momento, si no ha cambiado ya (uno nunca sabe), es repetir los ochenta. Los ochenta fueron una mierda, dirá alguno, ¿para qué repetirlos? Bueno, es lo que hay.

Como era previsible, en cuanto sonaron los primeros acordes del potente new-wave hardcorizado de Twin Shadow el escenario Pitchfork se llenó hasta las orejas, con una legión de fans ávidos de ver al que (además de ser una de las sensaciones del año) parecía uno de los pocos grupos del festival que tocaba con el sonido y el volumen que le daba la gana. Twin Shadow sonaron muy, pero que muy bien. Las canciones de Forget no son, quizá, para todos los gustos; pero, sin duda, así se toca y así se monta una fiesta. De muy bueno para arriba.

Belle and Sebastian (Escenario San Miguel)
No me sabe mal ver un concierto malo. Lo que realmente me sabe mal es ver un concierto malo de una banda a la que le he visto concierto excelentes: y eso pasó el viernes con Belle & Sebastian. Los escoceses tuvieron un sonido tan malo que se cargó el encanto de un setlist a priori no muy festivalero, pero tremendamente atractivo para los muy fans y los que les han descubierto en los últimos tiempos. El encanto de un Stuart Murdoch que es un showman cautivador sobre el escenario. El encanto de unos músicos que esta vez venían acompañados de una sección de cuerdas. Y el encanto de un último disco que, aunque lejos de aquellos tres primeros, vuelve a ver composiciones brillantes.

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Y aunque el desastre de los tres primeros temas, que costaba reconocer y en que algunos de los instrumentos no se escuchaban, se fue arreglando poco a poco, no fue suficiente para levantar un concierto que ya estaba decepcionantemente dado por perdido. Por supuesto que las primeras filas disfrutaron a lo grande con Murdoch dejando que una chica del público le maquillara o se subieran al escenario a bailar con él, pero los demás tuvimos que conformarnos con intuir “If you´re feeling sinister” o “Sukie in the graveyard” y dejar pasar los minutos hasta el final, que se arregló un poquito (pero sólo un poquito) con “Judy and The Dream of Horses“ y “Sleep the Clock Around”. Una lástima. Sobretodo porque ¡Belle & Sebastian lo saben hacer muchísimo mejor en directo!

Explosions in The Sky (Escenario Ray Ban)

En ese horario imposible que me construyo antes de cada Primavera Sound, siempre hay cabida para un par o tres de recomendaciones de esas que alguien me hace. Y en esta edición, para seguir con ésta tradición, Explosions In The Sky estaban marcados en rojo. No recuerdo quién me los recomendó, pero es muy probable que me esté leyendo, así que no me queda otra que declarar mi agradecimiento eterno por uno de esos conciertos memorables a los que de vez en cuando una tiene la enorme fortuna de asistir.

No sé si fue esa formidable batería capaz de acelerar a placer las pulsaciones de los espectadores. O la capacidad de los tejanos de no dejar que las melodías se diluyan en una maraña de decibelios y distorsiones. O los estallidos sonoros que de pronto bajan hasta transformarse en desfiladeros detallistas y conmovedores. Fuese por la razón que fuese, se marcaron un concierto sobrecogedor y contundente, con las atmósferas cortantes y densas propias del post-rock que te deja chafado contra el suelo, contrastando con la emotividad que consigue poner la piel de gallina. Realmente grandiosos.

Pulp (Escenario San Miguel)
Si había un concierto de la presente edición del Primavera Sound que despertara expectación más o menos generalizada, éste era el regreso de los británicos Pulp, la banda menos accesible y más arty de aquella explosión de britpop que vivimos allá por los noventa. Una explosión de bandas con el denominador común de tener unos frontman tremendamente carismáticos. Y en ésto, en carisma, Jarvis Cocker se lleva la palma.

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Los ingleses tenían al público que abarrotaba el escenario ganado de antemano, así que cuando se encendieron esas luces gigantes donde se leía PULP en letras de neón y abrían el concierto con “Do You Remember The First Time?”, ya sólo se podía esperar que no dejaran de caer esos temazos y que la banda lo diera todo sobre el escenario: lo que viene siendo un concierto memorable. Y eso fue exactamente lo que pasó: con un Jarvis, en su elegancia y su dandismo freak, que estuvo enorme, la alineación de gala del resto de la banda y un repaso a sus temas más míticos (“F.E.E.L.I.N.G.C.A.L.L.E.D.L.O.V.E”, “Underwear”, “This Is Hardcore”, “Babies”… ¡esto es un no parar, oigan!), con petición de mano por parte de una pareja del público incluida.

La apoteósis final, con 25 mil personas cantando “Common people”, que Jarvis dedicó a los acampados en protesta, es desde ya el momentazo indiscutible del Primavera Sound. Enooooorme.


Sábado 28 de mayo

Fleet Foxes (Escenario San Miguel)
Dice Robin Pecknold que no entiende muy bien por qué de pronto son tan famosos si no son más que un grupo de llorones haciendo folk del de hace 40 años. No seré yo quien le lleve la contraria, aunque lo cierto es que la banda despierta pasiones. Y han conseguido, con su segundo trabajo, algunas portadas que a priori se hubieran antojado inconcebibles. Y es que los de Seattle hacen folk pastoral, sí; como el que hacían Simon & Garfunkel, sí; con discos suavecitos y algo monótonos, sí. Pero con enormes canciones que tienen su punto fuerte, como quedó demostrado el sábado, en un directo impecable y potentísimo.

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Tal como se preveía, el Escenario San Miguel se abarrotó. Y justo antes de que salieran a escena, muchos nos temíamos lo peor: no se iba a oír nada. Pero no fue así, y los Fleet Foxes se subieron al escenario, con el sol bajo allí al fondo, y abrieron con “The Cascades” y sonaron impecables. Y a partir de ahí, uno tras otro fueron repasando temas de sus dos discos, encadenando “White Winter Hymnal” y “Ragged Wood “ o “He Doesn´t Know Why” y “The Shrine/An Argument”. O haciendo sonar a la perfección las enormérrimas “Quiet houses” y  “Helplessness Blues”. Las voces sonaron claras y limpias, las guitarras con una fuerza y una garra inesperada que elevaba los temas con una grandeza diferente, más adictiva y valiente. Y mientras los Fleet Foxes seguían tocando, el sol se iba poniendo, y caía una gran canción tras otra, y aquello acabó convertido en un concierto memorable de esos que una, personalmente, piensa enmarcar. El día que consigan trasladar la fuerza de su directo a sus grabaciones, conseguirán probablemente el disco perfecto.

John Cale (Auditori)
Muchas veces se tiende a abusar del término “leyenda viviente” y casi siempre luego se asegura que “esta vez es de verdad”. Pero es que esta vez era de verdad. John Cale, fundador junto a Lou Reed de los Velvet Underground, hacía su aparición acudiendo al auditorio del Primavera Sound para  repasar íntegramente uno de sus discos en solitario más clamados, el “Paris 1919”. Acompañado por una orquestra clásica con sobreabundancia de cuerdas, Cale al piano y falda escocesa al ristre empezó con Child´s Christmas in Wales y no paró hasta llegar a Antarctica Starts Here. Por en medio una interpretación notable del disco donde sobresalió Half Past France que dejó pasmado a medio auditorio. Al acabar el repaso Cale presentó algunas canciones nuevas e interpretó otras clásicas como Captain Hook cambiando la formación clásica por otra más rockera donde él mismo tomó la guitarra eléctrica. Aunque esta media hora no pudo competir con la primera parte el concierto pasó en general muy plácidamente. Cale deja huella en el auditorio con la extraordinaria sensiblidad de un disco que publicó hace treinta años pero que mantiene intacto su brillo.

PJ Harvey (Escenario San Miguel)
Habían rumores que si finalmente el Barça ganaba la Champions, PJ Harvey saldría vestida con la camiseta blaugrana. No hubo lugar. Lastrada por el ambiente enrarecido post partido y por algunos problemas de sonido, el concierto empezó algo frío aunque enseguida la presencia hipnotizante de Polly Jean hizo su trabajo y la presentación de su último disco, “Let England Shake”, fue ganando a cada canción. Harvey, acompañada simplemente de su auto-harpa o guitarra y por los inevitables John Parish y Mike Harvey entregó una interpretación demasiado íntima para tamaña multitud.

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Si bien las canciones de discos anteriores aguantan e incluso piden espacio, el recogimiento y reflexión de su último disco pierden matices en ese formato, aún más con la banda de acompañamiento de la noche. Dadas las quejas más o menos justificadas por el limitado aforo del auditorio en los conciertos de Sufjan Stevens hubiera sido imposible encajarla en semejante formato aún cuando era el lugar ideal y los privilegiados espectadores habrían salido conmocionados. Con todo, una de las tres columnas que aguantaron un sábado musicalmente extraordinario.

Matthew Dear (Escenario Pitchfork)
Uno de los eventos electrónicos de la edición, en una año en que la electrónica se presentaba interesante aunque un pelín coja, era ver a Matthew Dear con banda. Para allí que nos fuimos, huyendo de la marabunta pjharviana, y con la idea de pegar unos botes en un escenario previsiblemente cómodo.

Y la verdad es que el señor Dear se marcó un set divertido y con un punto de petardeo molón. Vestido elegantísimanente de blanco, construyó sus bases pegadizas y le dio a todo un punto oscuro, aunque eminentemente festivo. Como además sonó muy bien y el escenario estaba al lado del mar, consiguió un ambiente majo que recogió a todos los descastados que no estábamos viendo a la reina británica. Divertido, diría que es la palabra.

Swans (Escenario Ray Ban)
Dicen que el mundo no acabará en una gran explosión si no en un triste quejido. Eso solo será así si la banda de Michael Gira no anda cerca ese día. Programados a la hora perfecta en el lugar perfecto, pasada la medianoche en el escenario tipo teatro griego Ray Ban, Swans crearon un maremoto sónico que irradió fuerza bruta y amor puro consiguiendo un nivel de atención que pocas veces se ha visto esta edición. Si bien Gira como frontman lo tiene todo, aunque sin necesidad de estridencias teatrales, su banda al completo aplicó para ser nombrada la más en forma del festival.

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No tanto por su virtuosismo como por su capacidad de generar la energía necesaria para acabar la última noche en el Fórum de Barcelona. A través de cabalgadas eternas hechas de bucles perfectos los Swans plantaron uno de los conciertos más memorables de esta edición y se convirtieron en la revelación absoluta. Como a la inquisición española, pocos los esperaban pero quienes se toparon con ellos no los van a olvidar en una temporada.

Animal Collective (Escenario San Miguel)
Animal Collective, reconvertidos recientemente al cuarteto original, tienen todas las características de ser un grupo de sociópatas. Atraen a la gente pero luego apartarlos de un manotazo. En cuanto uno se acostumbra a ellos te enseñan una nueva faceta que ni siquiera sabías que existía y que es muy posible que de entrada no te guste nada. Cuando gran parte del escenario San Miguel se preparaba para volver a disfrutar del recuerdo del pop dulce, electrónico y psicotrópico que caracterizó el “Merriweather Post Pavillion”, cuando solo querían bailar My Girls felices y despreocupados, Animal Collective hacen un concierto más abrasador que un estropajo con lejía apenas salpicado por algún breve y conocido oasis como Summertime Clothes o una reinterpretación deslumbrante de Brothersport.

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Si alguien pensaba que esta vez tirarían de repertorio clásico se equivocó de día y lugar. Con Panda Bear a la batería y Avey Tare oscilando entre los teclados y la guitarra, dejando a Geologist con sus cacharritos y un renacido Deakin en plan electrón libre, Animal Collective ya andan por coordenadas más lejanas de lo que nos imaginábamos. No fue un concierto fácil pero a poco que uno no esté circunscrito a un periodo muy determinado del grupo lo pudo disfrutar sin mayores problemas y probablemente se le esté haciendo la boca agua pensando en el nuevo disco. Ya son un clásico absoluto del festival.

The Suicide of Western Culture (Escenario Jägermeister Vice)
La propuesta de esta banda en disco es entretenida, aunque no especialmente original: construyen su música con sintetizadores y cacharrería electrónica de los ochenta, por lo que todo desprende un tufillo a Casiotone, que al cabo de un rato echa un poco para atrás.

Pero en directo montaron una auténtica fiesta con bases potentísimas y ritmos in crescendo, mucha pegada y cambios de esos que rompen caderas. Es un espectáculo en sí ver a tres chicos sobre el escenario, delante de sus trastos, sin mirarse y sin parar de bailar. Y además es la manera perfecta de decir adiós a la edición 2011 del Primavera Sound y despedirse hasta el año que viene. ¿Seguimos bailando?

 

 

 

3 comentarios en «San Miguel Primavera Sound 2011. Te contamos cómo transcurrió la última edición del festival barcelonés»

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