Steven Wilson – 4 ½ (Kscope)

A pesar de ser uno de los músicos más importantes del panorama del rock progresivo actual, el sonido de Steven Wilson es imposible de encasillar en un determinado género. Como si fuera una esponja, Wilson absorbe diferentes elementos, flirtea con diversos estilos y los aglutina en uno propio, divagando entre el jazz, metal, progresivo, sonidos más poperos o toques electrónicos, sin perder nunca su sello característico. Como comenta el propio artista, el nombre del disco (4 ½) hace alusión a su función de intermediario entre (el fantástico) Hand. Cannot. Erase y “el próximo álbum de estudio”. Temas descartados en su momento en las grabaciones de sus dos últimos trabajos que, gracias a su mano mágica, encajan como si fueran casi en la misma dirección. No es un disco convencional, sino una recopilación de composiciones que no encontraron su lugar en anteriores lanzamientos y que, esta vez, nadan en melodías más pop. Una mezcolanza de luces y sombras que se unen para formar un todo. Steven Wilson ha pulido estos temas y ha sacado lo mejor de ellos. No se puede comparar con sus anteriores trabajos, por lo que sería injusto decir que ha bajado el nivel. Es un disco de canciones desechadas, pero de buenas canciones desechadas.

4 ½ destila, en la mayoría de sus composiciones, un regusto al reciente Hand. Cannot. Erase, donde volvió a abrazar unas pinceladas de pop y toques electrónicos. “My book of regrets”, la pieza de 9 minutos que abre el álbum, es una de ellas, como una prolongación del evocador y cristalino sonido de HCE. En otra, concretamente en “Year of the plague”, es fácil recordar los cortes melancólicos de las sesiones de The Raven That Refused to Sing (And Other Stories), un instrumental de melodías oscuras, casi mágicas. Se abre camino casi a mitad del disco “Happiness III”, en la cual vuelve a destacar ese sonido pop, el toque embellecedor de los coros y un estribillo contagioso desde la primera escucha. Es después del ambiental más caótico de la instrumental “Vermillioncore”, otra pieza sin ningún desperdicio, cuando aterriza una de las perlas del disco: una versión de la preciosa “Don’t hate me” de Porcupine Tree con Ninet Tayeb acompañando en la voz. Esta nueva interpretación del tema del anterior grupo de Wilson cierra 4 ½, dejando una sensación de “quiero más” ante los apenas 37 minutos de duración del álbum.

“Me gusta hacer temas que interesen a la gente, pero a la vez no quiero hacer pop comercial”, comentaba Wilson poco después de publicar su anterior trabajo. Resumía así además la esencia que esconde su ya inconfundible sonido, esa fuerza gravitatoria en cada uno de sus temas que actúa como un imán tras la primera escucha. 4 ½ no es un Hand. Cannot. Erase ni un The Raven That Refused To Sing, pero recopila esa fuerza en una pequeña dosis, como un aperitivo para dejarnos buen sabor de boca antes de un nuevo lanzamiento.

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