Tindersticks – Distractions (City Slang/Music As Usual)

Afirmar que seguir a una banda como Tindersticks es algo absolutamente fiable en términos de satisfacción con cada nuevo disco, de tan obvio, sobra. Pero es así. El hecho de que los de Nottingham se hayan convertido en un grupo de experimentados amantes de la música y del arte que no abraza ninguna filosofía salvo la suya propia, que viva cada uno en una parte del continente europeo y que, sin embargo, eso les haya mantenido más unidos, convirtiéndose con los años en un estilo en sí mismos, es algo que puede predicarse de muy pocos. Por eso molan tanto y mola tanto que te molen. Otorgan distinción.

Hablar, por consiguiente, como decía Felipe, de reinvención, a estas alturas, es también bastante absurdo. Tindersticks son su propio género, no necesitan redescubrirse. Sí reencontrarse como banda. Algo que hacen cada vez que acometen la tarea de dejar cada uno sus proyectos personales y reunirse -geográfica y mentalmente- para trabajar en un nuevo disco. Algo que les permite dejarse ser, abandonarse a lo que en cada momento les pidan sus musas. Musas bastante imprevisibles, todo sea dicho.

Tras su separación en 2003 y su regreso en 2007, sólo quedan tres de sus miembros originales: David Boulter, Neil Fraser y, por supuesto, Stuart Staples. Todos ellos, junto a los otros dos que completan la formación actualmente – Earl Harvin y Dan McKinna– se encontraban, a inicios del pasado año, presentando el flamante No Treasure But Hope (2019), que cosechó excelentes críticas y les llevaba, como siempre, de gira por un mundo que de repente, paró en seco. Una irresistible fuerza pandémica obligó a dejar de tocar a una banda cuyo punto fuerte es precisamente, ese, el directo.

Pese a ello, Staples se obstina en decir que Distractions no es un álbum “de encierro”. Los meses de confinamiento que todos hemos vivido han tenido que ver en su gestación, sí, pero el germen del disco pre-existía a todo este vendaval. Lo que sí hubo que hacer es adaptarse a las circunstancias. Siendo como son una banda que requiere de la sinergia, de estar juntos, para dar el acabado a sus discos, aquí hubo que hacerlo de forma remota, recurriendo a la tecnología.

Esto es el principal motivo de que el disco tenga un sonido diferente, mucho menos orgánico de lo que nos tiene acostumbrados una banda que principalmente viene del soul, del jazz, de géneros carnosos. Aquí la ausencia de la calidez de instrumentos acústicos, sin embargo, no se torna en frío artificio. Todo lo contrario, saben sacar fuerzas de flaqueza. Se adaptan a las circunstancias construyendo atmósferas que, además, representan de una forma bastante plausible lo que está ocurriendo en el mundo. Hay algo claustrofóbico, cruel, en el clima general del disco, pero a la vez también enternecedor y profundamente humano.

Los once minutos de la inicial “Man alone (can’t stop fading” representan la contundente declaración de intenciones que explica a las bravas que esta banda ha vuelto a hacer lo que le da la gana. El cuerpo les pedía a los cinco dar vida a este mantra electrónico, una oda a la soledad que da entrada al que probablemente sea su disco menos fácil, de hacer y de escuchar. Un trabajo que, sin embargo, tiene tal vida propia que termina siendo adictivo. Un disco obsesivo, catártico y confesional. Como una invitación a entrar en esa habitación de luz tenue en la que sus autores a buen seguro han pasado la mayor parte del proceso de su construcción.

El clima opresivo, no obstante, deja espacio para la belleza. “I imagine you” es una pieza que parece sacada del congelador, pero es profundamente cálida a la vez. Su abrazo es casi tan embriagador como el que, de una forma mucho más contextualizable con sus protagonistas, ofrece la imponente versión que hacen de “A man needs a maid”, el viejo clásico de Neil Young. Una relectura que ya habían intentado infructuosamente en el pasado y que aquí, al fin, se posiciona como pieza central del lote.

No es en absoluto la única revisión de un álbum que dedica casi la mitad de sus cortes a homenajear a otros artistas como Dora Previn y su “Lady with the braid” o los nunca bastante reivindicados Television Personalities, con ese “You’ll have to scream louder” que Tindersticks ya adelantaron en diciembre del año pasado. Siguen dos originales: la romántica y desolada “Tue-moi” y “The bough bends”, pieza minimalista con uno de esos recitados marca de la casa que cierra una pieza de arte que vuelve a mostrar a sus autores como un ente único no asimilable a tendencia, generación o género musical alguno, que por enésima vez demuestra su absoluta libertad creativa y que, pese a las circunstancias, muestra el excelente estado de salud, al menos artístico, que vive esta banda, una de las más merecedoras de seguimiento ciego que hay sobre la faz de la tierra. Ojalá vuelvan algún día a los escenarios pero, de momento, tenemos esto. Y esto es grande.

Escucha Tindersticks – Distractions

 

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