Una banda sonora del final de Yugoslavia

Hoy se cumplen tres décadas del detonante fundamental que acabó en la desintegración de Yugoslavia. Antes hubo muchos actos precedentes que fueron cimentando la idea de que el estado creado por Tito no tendría mucho más recorrido del que tuvo, y, posiblemente, aventuraba que ese fin no iba a ser amistoso. Aquel 25 de junio de 1991, con la declaración unilateral de independencia de Croacia y Eslovenia y la posterior Guerra de los Diez Días entre el Ejército Federal Yugoslavo y la Fuerza de Defensa Territorial de la República de Eslovenia, pasaría a ser la fecha consensuada por los historiadores como el día en que dieron comienzo las guerras yugoslavas.

Hasta esa fecha, Yugoslavia había destacado por cierta convivencia entre sus etnias (quizá forzada por la mano dura del Mariscal) y por cierta oposición a las políticas más oficialistas del bloque del Este. Visto como una rara avis en la órbita comunista, los yugoslavos gozaron de ciertas libertades, limitadas, pero más amplias que sus vecinos, lo que se tradujo en una boyante, fructífera y creativa escena artística, donde las artes plásticas, el teatro y, sobre todo, la música, hicieron que Yugoslavia formase parte de la avanzadilla vanguardista europea.

Quizá fuera una estrategia política para canalizar vías de desahogo y frustración, pero la evidencia de lo importante que fue la escena musical yugoslava para miles y miles de jóvenes sigue estando ahí. No se trataba de un entorno tan arriesgado como el que se vivía en estados socialistas como la RDA o Rumanía, y, por ese motivo, existió siempre una comunión nunca escondida entre la población y las distintas propuestas y escenas locales, que crecían como setas y se interrelacionaban para crear un circuito único en su especie.

Incluso durante los años 70, Yugoslavia tuvo su propio género reconocido más allá de sus fronteras. El Yugo Prog, denominación popular para la escena del rock progresivo yugoslavo, alcanzó cierto estatus en aquella década. La “apertura” yugoslava permitió una mayor exposición a las influencias culturales extranjeras, sobre todo al cercano krautrock y a lo progresivo. Este hecho derivó en un importante número de seguidores y bandas que incorporaron a sus propuestas un toque local -la mayoría de las veces, folclórico-, que acabaría derivando en la primera gran seña de identidad musical yugoslava. Los pioneros Indexi (formados en Bosnia a principios de los 60), Korni Grupa (participación en Eurovisión incluida), Pop Masina, Hobo o Aerodrom obtuvieron un éxito relativo y cimentaron lo que estaba por llegar: la gran acogida de la nueva ola.

Cumpliendo 30 años del comienzo de su disolución, quiero invitaros a conocer un poco más en detalle algunas de las propuestas más interesantes de aquellos últimos quince años musicales del estado yugoslavo. No es una retrospectiva exhaustiva, ya que el número de bandas es imposible de abarcar, pero sí es una muestra de estilos y actitudes que dan una idea musical de lo que allí se coció en aquellos años finales hasta que todo se fue al traste.


Bijelo Dugme cuenta con la unanimidad crítica de ser la banda yugoslava con más canciones en todas las listas de mejores temas locales de la historia. Quizá te suenen por ser una de las bandas por las que pasó Goran Bregovic, pero su historia va más allá de individualidades. Desde su formación en 1974 comenzaron a incorporar a una base fuertemente folk los sonidos progresivos que todavía pululaban por ahí, heredando del Yugo Prog sus gustos sinfónicos y de cierto clasicismo en el rock. Sin embargo, nunca le hicieron ascos a nada y se acercaron a la nueva ola y a subgéneros derivados, ampliando así su espectro musical sin alejarse nunca del todo de la identidad balcánica. En 2005 se reunieron para ofrecer tres conciertos en Sarajevo, juntando a la mayoría de sus miembros a lo largo de toda su historia. Todavía a día de hoy, uno de aquellos tres recitales es el segundo concierto de pago con más audiencia de la historia en todo el mundo.

 

Azra, de la cosecha de 1977, se convirtieron en el grupo por referencia de la escena alternativa yugoslava, consiguiendo una legión de fieles seguidores que dura hasta hoy en día. Sus sonidos, cercanos al rock duro en ocasiones, pero siempre con un barniz new wave novedoso para la época, les posicionaron como banda de culto capaz de abarcar casi todo lo que la juventud necesitaba. En 1988 se bajaron de los escenarios y dejaron los estudios de grabación con siete álbumes a sus espaldas, de los cuales cinco están siempre considerados en las listas de mejores grabaciones de la era yugoslava.

 

Petkinska Patka, lo que viene siendo “pato a la pekinesa”, se formó en Novi Sad en 1978, lo que automáticamente les convirtió en uno de los primeros grupos en la escena punk yugoslava. Como la mayoría de sus congéneres continentales, su evolución fue de más festiva a más oscura, llegando a adentrarse de lleno en la darkwave. En 1981 facturaron Strah od monotonije, todavía acreditado como el primer disco post-punk de Serbia, en el que rendían homenaje a los primeros Bauhaus y demás pioneros. Ese mismo año desaparecieron, pero volverían en 2008 para tocar junto a los Sex Pistols: la ocasión merecía la pena.

 

Boa estaba formada por miembros adoradores del glam que ya, a mediados de los 70, se juntaban por Zagreb bajo el nombre de Boa Constrictor. En 1979 decidieron hacer algo grande y, en cierta forma, lo consiguieron. Además de su prolongada exposición inicial a Bowie y Roxy Music, recibieron también dosis de punk y new wave, por lo que no fue extraño que acabasen liderando el movimiento new romantic por aquellos lares, a golpe de bajo, sintetizadores y energía vocal, con su celebrado disco homónimo de 1982. Más de cuatro décadas después, el grupo sigue en activo con dos de sus miembros originales sobre los escenarios (su última referencia discográfica data de 2006).

 

Los serbios Riblja Corba fueron (son) uno de los grandes grupos del rock yugoslavo, sobre todo en los años 80. Debutaron en 1979 y muy pronto sacarían un primer álbum lleno de sonidos de rock duro y de olor a asfalto y cemento muy reconocible. A pesar del éxito de esa puesta de largo, los primeros años de la década venidera no les serían tan propicios, en parte por ciertos escándalos en los que se vieron envueltos por sus composiciones de carácter social. En 1985 recuperarían cierto espacio con su quinto elepé, pero lo que los llevó al estrellato definitivo fue su Osmi nervni slom, de 1986, un álbum que escondía retazos de folk-rock, new wave, ska y reggae suficientes para que Eddy Grant se marcase una estrofa en “Amsterdam”, su sencillo más exitoso.

 

Idoli fue, posiblemente, la banda más influyente yugoslava de los 80, o, por lo menos, en su faceta más intelectual. Quizá tuvo que ver mucho en ello que fueron vanguardistas, que no hicieron ascos a los géneros que se empaquetaban desde la new wave (especialmente el ska y el art-punk) y que nunca repudiaron la música popular yugoslava. Muchas bandas los tomaron como referencia, independientemente de que fueran punkies de cresta, estudiantes de arte o reivindicativos con el folclore avant-garde. En 1982, dos años después de formarse, lanzaron Odbrana i poslednji dani, una joya experimental y arty que fue calificado en 1985, 1998 y 2015 como el mejor álbum de rock yugoslavo de todos los tiempos.

 

Laibach es, casi sin discusión, la banda surgida de la antigua Yugoslavia con más éxito fuera de lo que fueron sus fronteras. Su propuesta venía del teatro crítico y del arte político que crecía alrededor del colectivo Neue Slowenische Kunst, y eso se notaba en su afán escénico, empleando parafernalia de uno y otro lado, con un toque marcial y absolutista en el que la imagen y la puesta en escena eran casi tan importantes, si no más, que su música. Desde su fundación en 1980 mantuvieron un rango de acción en el que lo mismo cabía la música industrial, el folclore balcánico o las versiones de temas de occidente -de Queen a Opus, pasando por los Rolling Stones-, y siempre desde la provocación. En 1982, su primer vocalista, Tomaž Hostnik, se ahorcó y dio paso a la etapa del carismático Milan Fras que no ha parado hasta hoy. Intelectualmente irónicos a más no poder, Laibach se ha convertido en un culto al que rinden pleitesía desde seguidores acérrimos hasta instituciones culturales del más alto nivel. Y sí, además, fue la primera banda occidental en tocar en Corea del Norte.

 

Si hubo en la década de los 80 un movimiento autóctono y original en Yugoslavia, ese fue el de los novi primitivizam, algo así como los nuevos primitivos. Se trataba de un compendio de bandas bosnias reactivas a la nueva ola imperante que se valieron del surrealismo, la ironía y la música como influencias, y de la televisión como medio, para divertir al respetable con un discurso humorístico y satírico. A pesar de formarse en 1981, dos años antes de la formación del género, Elvis J. Kurtovic & His Meteors fue uno de los dos grupos que lideraron la etiqueta (el otro era Zabranjeno Pušenje, a la postre conocidos como No Smoking y asociados a los devaneos musicales de Emir Kusturica). Elvis no era Elvis, sino Mirko Srdic, y desplegaba todo su arsenal a base de folk, funk y melodías pegadizas que acababan siendo pura guerrilla televisiva hasta que no sobrevivieron a la guerra de verdad.

 

Ekatarina Velika, Katarina II o EKV fueron los distintos nombres de la banda más querida de Yugoslavia, consiguiendo una aceptación inusual en cada una de las repúblicas. En 1983, un año después de su concepción, formaron una alineación estable con el desgarro de Milan Mladenovic en las composiciones, la fortaleza del bajo de Bojan Pecar y las densas atmósferas de los teclados de Magi Stefanovic. De su primer periodo destaca su Ekaterina Velika que, siendo un disco eminentemente afterpunk -y hasta gótico por momentos-, ya presentaba algunas pistas de lo que sería su pequeño giro hacia lo alternativo que marcaría su última etapa. Gozaron de reconocimiento crítico con sus discos llenos de sentimiento, oscuridad y dolor, y casi siempre dentro del post-punk más intelectual del que fueron líderes absolutos.  Con la muerte de Mladenovic, en 1994, el grupo desapareció. La suya fue la segunda muerte de un mimbro de EKV, dos años después de que aconteciese la de Ivan Vdovic, uno de sus primeros baterías. En 1998 fallece Pecar en extrañas circunstancias en Londres y, en 2002, Magi pierde la batalla contra su adicción a la heroína. Un final demasiado triste para la memoria de uno de los grupos yugoslavos más interesantes.

 

Borghesia fue, junto con Laibach, una de las bandas que acreditaron que la producción yugoslava de música industrial y electrónica de tintes tenebrosos, como si de economía planificada se tratase, recayó en Eslovenia. Con estos compartían el uso de simbología provocativa y su origen en el teatro alternativo, pero fueron ellos los que ocuparon la escena más electro, tirando hacia la EBM original y a la oscuridad de los sintetizadores. Podían deberles mucho al sonido Cabaret Voltaire (era ya 1982), pero también influyeron a muchas formaciones europeas, alcanzando bastante éxito, tanto como para tener un trienio de oro girando por Europa y haciéndose un nombre. Sobrevivirían a la desintegración yugoslava hasta 1995 y, en 2009, retomarían la actividad de la mano de dos de sus miembros fundadores para seguir dando cera.

 

Videosex fue uno de los nombres de referencia yugoslavo del synthpop más puro. Formados en 1983 en Eslovenia, donde queda claro el impacto que tuvieron los sintetizadores, su sonido abanderó la new wave más idiosincrática, con una extrema devoción a los teclados y la programación, resultando en composiciones que tiraban más hacia al pop, imprimiendo algo más de luminosidad (tampoco mucha más) que la de sus colegas de república. Sus canciones podían llegar a ser un excelente batiburrillo de atmósferas, fiesta acelerada, banda sonora de serie ochentera y voces que bien podrían haber acompañado a Nina Hagen o Lene Lovich.

 

Epílogo.

Como he mencionado, es prácticamente imposible contar todo lo que sucedió en aquellos años musicales. Los sonidos del rock más clásico y con ciertas reminiscencias urbanas gozaron de una enorme popularidad, en gran parte por la enorme aceptación que tuvo el Yugo Prog. Grandes nombres del rock yugoslavo se movían cerca de sus influencias, destacando los pioneros SMAK o los exitosos Prljavo Kazalište.

Si algo está claro es que la época fue propicia para que Yugoslavia fuera invadida por la nueva ola. Es curioso ver como el país acogió el gran paraguas estilístico relativamente al mismo tiempo, si no antes, que muchos países capitalistas de Europa. El post punk marcó a muchas bandas, que se decantaban por adentrarse en la experimentación, en aquella transición a sonidos bailables que marcó el jangle pop o en estilos de reminiscencias revival. Grandes y aclamados nombres, como FILM o Bajaga i Instruktori, coquetearon con el género en su sentido más amplio, mientras que otros serán recordados por el impacto que les propiciaron ciertos estilos, como el ska de HAUSTOR,

Dentro de los géneros con más aceptación dentro de la new wave estuvo el synthpop. Además de los mencionados Videosex, destacaron con los éxitos el dúo Denis & Denis y los geniales Max & Intro, La Card y Romanticne Boje, que enseñaron el camino al revival que lideran bandas como Lollobrigida.

Yugoslavia fue también, como se ha podido ir intuyendo, uno de los sitios donde más cuajó la música oscura, lo que propició la aparición de infinidad de bandas asociadas a géneros que iban desde la darkwave de los macedonios Mizar al dark ambient de los bosnios Autopsia pasando por la celeridad de Pauk.

En la película Cirkus Colombia, de Danis Tanovic y ambientada a pocos meses del inicio de la guerra de Bosnia, Martin Buntic es preguntado sobre qué tipo de música escucha. Que respondiera Azra y Ekatarina Velika podría denotar su buen gusto musical, pero la lectura entre líneas de que un bosnio eligiera una banda croata y otra serbia nos lleva al triste hecho de que la guerra acabó por liquidar no solo cientos de miles de familias y el estado yugoslavo, sino también una riqueza cultural contemporánea y vanguardista común que encontró en la música de sus últimas décadas su máxima expresión.

Te invito, además, a escuchar esta lista que he confeccionado para acompañar este reportaje:

2 comentarios en «Una banda sonora del final de Yugoslavia»

    • el 1 julio, 2021 a las 8:43 pm
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      Laibach son, al lado de Kraftwerk (y más allá de las propios hitos del rock) dos de los grupos más geniales de la última mitad del siglo veinte! Y junto con Throbbing Gristle, Cabaret Voltaire y Einstürzende Neubauten, referencia obligada para todo industrialista que conoce su género!

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