Wilco – Ode To Joy (dBpm Records)

Sobrevaloración, ese palabro. Ese concepto. Algo a lo que, sobre todo, a nadie le gusta que le acusen de acudir. Aunque ocurran circunstancias atenuantes como que el sujeto de nuestra indulgencia haya sido un coloso en otras épocas en las que, casi siempre, nosotros éramos jóvenes y gallardos, a ninguno nos gusta reconocer que se nos ha ido la mano al esgrimir criterio. Y claro, uno a veces no puede evitar que le guste cualquier pedo que se tire ese artista que nos hizo felices, que lo significó todo cuando teníamos veintitantos y que, lamentablemente, si fuéramos objetivos, al menos tanto como lo somos con muchos otros, reconoceríamos que hace mucho que perdió el mojo que un día le hizo tan especial. Pero sin embargo, alguna fuerza extraña nos obliga a seguir ahí, esperando con todas nuestras fuerzas que esa última obra de la leyenda de turno recupere aquel esplendor que nos hizo felices. Y claro, encumbramos y llenamos de elogios a la más pura mediocridad.

Ese ha sido el caso durante mucho tiempo de Wilco, la banda comandada por Jeff Tweedy, que pese a ser un auténtico portento en cuanto a cohesión instrumental (tienen un arma secreta: Nels Cline) y ofrecer aún directos estratosféricos, llevan, más o menos desde Sky Blue Sky (2007), su último disco realmente notable, una sucesión de trabajos de trámite en que un líder bastante desganado se empeñaba en susurrar letras autocompasivas sobre estructuras monocordes de canción, eso sí, tremendamente interpretadas y producidas y con los dos o tres aciertos de rigor para que no se diga. Sin embargo, lejos, bien lejos, quedan obras del calibre de Being There, Summertheeth, Yankee Hotel Foxtrot o A Ghost Is Born, que mostraban a un grupo aventurero, sin miedo a dinamitar la música rock desde las mismas raíces de la americana para confeccionar arte puro.

Desde su misma portada, que lo aclama a gritos, el último disco de Wilco, titulado Ode To Joy, pretende ser un regreso a las atmósferas de A Ghost Is Born, de tonos oscuros, opresores, con esas texturas que auparon a una banda de folk-rock hacia el Olimpo de la vanguardia. Lamentablemente, no basta con mostrar pericia como banda y emplearse a fondo en la experimentación, cuando no nos acompaña realmente la inspiración. Porque al final, el resultado no deja de resultar opaco, sin la gracia que hace que algo nos atrape.

Y claro, todos tenían ganas de que esto ocurriera, que volvieran a intentar superarse. Unos porque con la portada, con las texturas, recuperan a ciegas aquellas glorias que «su banda» les otorgó en un pasado que se niegan a ver lejano y olvidado. Otros, porque afilan sus garras y las sacan para rasgar sin piedad el último esfuerzo de estos viejunos que son exactamente lo contrario de lo que mola.

Ni lo uno, ni lo otro. Ni de broma estamos ante una vuelta a la forma, al menos a la que tuvieron en el decenio que va de 1996 a 2006. Esto ni por asomo supone la sorpresa, la inspiración, el triunfo, que supuso aquél fantasma metido en un huevo. Pero tampoco estamos ante un disco tan burocrático como lo eran Star Wars, Wilco (The Album) o Schmilco. Ode To Joy es un disco que sí gana profundidad con las escuchas, aunque lamentablemente las canciones transcurran por senderos demasiado planos en más ocasiones de lo deseable. Pese que a uno bosteza de vez en cuando, hay una calidad artística real, que así como en anteriores esfuerzos ni se arañaba, aquí sí que muestra retales de cuando Wilco eran realmente grandes. Y de paso, como siempre, nos regalan esos grandes momentos en formato canción que siempre debe esperarse de ellos. El single «Everyone hides», con su divertido vídeo, es muestra de ello, así como «Love is everywhere» o «One and half stars», momentos en que la melodía vuelve a reinar y todo brilla como es debido.

Hubo un día en que Jeff Tweedy parecía estar en estado de gracia, pero no lo olvidemos, no estaba sólo: el olvidado y malogrado Jay Bennett estaba ahí en los cuatro primeros discos para discutirle y obligarle a ser mejor. Y cuando se fue, el tirón bajo su hegemonía absoluta siguió un poco más, de hecho alumbró cosas prodigiosas, pero realmente creo que es un autor que carga sobre sus espaldas un mérito que no ha refrendado del todo nunca. Quizá no sea tan genio como muchos creen. Quizá es sólo un tipo -con un millón de problemas, además- que es el encargado de proporcionar la materia prima para que una maquinaria muy grande como la de una banda que ha vendido una generosa cantidad de discos y llena recintos muy grandes en sus directos, siga funcionando a pleno rendimiento. Mucha responsabilidad y demasiadas expectativas. Lo que entregan aquí Wilco, es en definitiva, una honesta reivindicación de su existencia. Es de lo más respetable y en momentos precisos, hasta digno de celebración su empeño por entregar algo trascendente, pero desde luego no será este el disco que les traiga de nuevo a la palestra de los magníficos. Es sólo un disco más de la que fue (y en algunos campos sigue siendo) una gran banda, con algo de mayor acierto artístico que en anteriores capítulos. Nada más. Y nada menos.

Escucha Wilco – Ode To Joy

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