B Fleischmann – Centro Andaluz De Arte Contemporáneo (Sevilla)

Un muy buen ejemplo de sitio desaprovechado en Sevilla -que los sigue habiendo a pares- durante bastante tiempo ha sido el Monasterio De La Cartuja, reconvertido, feliz y útilmente, en el Centro Andaluz De Arte Contemporáneo (CAAC). Desde el pasado verano de 2005, se tuvo la genial idea de refrescar los aciagos veranos de la ciudad con una programacíon nocturna de conciertos y cine: si entonces el plantel de bandas se ceñía al territorio estatal, con nombres como La Costa Brava, Hidrogenesse, Sr. Chinarro -que incluso hizo doblete- o Árbol, en esta ocasión la organización del mes de julio ha ido a parar a manos de Green Ufos, que nos trae nombres foraneos tan importantes como Isan o B. Fleischmann, Howe Gelb o NLF3 Trío. La primera semana toma el nombre de ‘Noches Berlinesas’: un monográfico del sello de Thomas Morr, Morr Music, y los ya citados Fleischmann e Isan, además de una sesión a cargo del propio capo justo despues de cada uno de los sets de sus pupilos.

La noche del miercoles 6, como ya va siendo costumbre -bendita costumbre- este verano, se presentaba fresca y estrellada, perfecta para asistir a los sonidos del austriaco fleischmann, que se parapetó tras la Roland MC-505 y el laptop a eso de las diez y media de la noche, flanqueados por ambos lados por un puestecillo donde la camarilla de Green Ufos vendía su material, y por la barra, este año convenientemente ensanchada y acondicionada, donde el público relajaba su garganta a base de diferentes líquido-elementos. Saludó tímidamente, con una amplia sonrisa, y excusó su, según palabras textuales, patético inglés, dando paso al primer tema, una canción -como gustaba de llamar a sus piezas- vieja, de su primera época. A partir de ahí el austriaco desarrolló no tanto canciones sino una suerte de construcciones escalonadas que miraban en ocasiones al ruidismo tamizado por melodías de sintetizador amables, percusiones rotas que viraban en roña malsana siempre adormecida por un sentido poso pop, voces lejanas y femeninas, y pequeños cajondesastres deliciosos donde ora teníamos un poco de hip-hop gafapasta instrumental -una pegatina de Anticon decoraba la cacharrería- ora un poco de ritmo metalico crepitante. B. Fleischmann movía su cuerpo acompasando el ritmo de sus piezas, calibrando donde iría el siguiente requiebro enmedio de muchos de los momentos en los que la percusión brillaba por su ausencia. Hubo momentos de intensidad ruidística, de sonidos arábigos y de homenajes a compañeros novelistas: el tema postrero, repleto de vacíos sonoros que desconcertaban a más de uno, dio punto y final a sesenta minutos de evocación galáctica y alma artificial.

Justo después, Thomas Morr, sin barba y visiblemente más delgado, comenzó soltando singles de cosecha propia para ir desplegando miras hacia Iggy Pop, XTC, Teenage Funclub, Acid House Kings y algún que otro himno borrachuzo británico. Divertido, aunque la escasez de público describió en ocasiones una postal más desangelada que la de un fin de fiesta.

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