Fu Manchu + ¡Pendejo! – Moby Dick (Madrid)

Fu Manchu, los reyes del stoner rock más ortodoxo, recalaron en Madrid para demostrar el porqué de sus 20 años en la carretera. Es cierto que en su propuesta las palabras sorpresa o improvisación no tienen cabida, pero quienes les amamos, sabemos que su encanto radica en una fórmula inagotable que siempre convence y en un directo que se disfruta sin dificultades. Para quienes no les conozcan, decir que estarían en las antípodas de Josh Homme y los suyos, auténticos malabaristas del género reinventándolo, estirándolo y maniatándolo a sus anchas desde Lullabies to paralyze (05).

Abrieron la velada ante una sala todavía semivacía ¡Pendejo! Venían de Holanda, pero su vocalista cantaba en un castellano castizo de flipar. Nada nuevo bajo el sol: riffs potentes con un sonido algo saturado. Lo convincente de la música rechinaba increíblemente con algunos tics y dejes vocales dinosaúricos dignos del heavy más rancio. Eso y una pose algo chunga del frontman, les convirtió para servidor en los “Mojinos del desert rock”.

En la sala no cabía un alma cuando irrumpieron Fu Manchu. Seguros, tranquilos y confiados en un ofrecimiento que no engaña a nadie, desde el primer segundo se ganaron a la audiencia. Poco importa que Signs of infinite power (09) sea casi lo más endeble de su extensa carrera, el repertorio exhibido fue apabullante y casi todos sus temas estrella irrumpieron esa noche.

Un sonido rotundo donde por el contrario no se perdían matices –lo que diferencia salas exquisitas como Moby Dick de antros de mala muerte- y riffs monolíticos que invitaban al contoneo, e incluso al pogo en los minutos finales, fueron sus bazas infalibles para construir un poderoso concierto.

Temas adictivos como “California crossing” o “Mongoose” –cómo la viví, dios-, apisonadoras como “The falcon has landed”, canciones nuevas convenciendo en vivo  (el vacileo de “El busta” o el histriónico estribillo de “Signs of infinite power” me ambientaron mucho más que en estudio) y una recta final donde se reservaron la artillería pesada: un par de temas de su obra magna King of the road (00) -el titular y un incendiario “Hell on wheels”- y el obligado “Evil eye”, fueron el motivo por el que la concurrida parroquia de estos supervivientes nunca abandonaremos nuestra fidelidad.

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