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Libro Barbie: Seis miradas críticas sobre la película que agitó la conversación cultural (Barlin Libros)

En el verano de 2023 se estrenaron al unísono dos películas que coparon las taquillas por aquel tiempo. Dos filmes muy diferentes pero que, de alguna forma, invitaban a reflexionar sobre el modo y la forma de captar la mirada a través de un blockbuster diseñado por grandes multinacionales: Barbie dirigida por Greta Gerwig y Oppenheimer de Christopher Nolan respectivamente. Dos películas para el gran público que suscitaron el entusiasmo y la ira, y fueron – el caso de Barbie, sin lugar a dudas – el tema central de múltiples de conversaciones y debates.

En el caso del film de Gerwig fue el estreno más visto en Espàña (también la más taquillera del año), y el marketing impulsado por las productoras hizo que en todas las marquesinas de cualquier pueblo o ciudad se vistieran de rosa, de la misma forma que los fans de la muñeca ideada por Mattel performaran su existencia por un día haciéndose fotos en una caja Barbie ideada a tal efecto y puesta en los halls de los cines.

En las páginas de Barbie: Seis miradas críticas sobre la película que agitó la conversación cultural (Barlin Libros, 2025) -con introducción y coordinación de Eduardo Guillot– se vierten algunas reflexiones muy interesantes sobre el fenómeno acaecido alrededor de esta película dirigida por una directora muy bien posicionada en la periferia indie – Ladybird, su debut, obtuvo muy buenas críticas que ya la pusieron en el punto de mira de las grandes franquicias hollywoodienses -, y que se dejó seducir por la famosa muñeca para hacer una película en donde interseccionaran el cine comercial y el activismo feminista.

Todos los textos contenidos en este ensayo son seductores porque se aplica una mirada poliédrica para entender mejor este acontecimiento sociológico y cultural. Eulàlia Iglesias en “El fenómeno Barbie: ¿hacia un blockbuster “de mujeres”? se plantea la posibilidad de si el film podría abrir la veda para que otros tipos de cine comercial – esta vez planteado desde miradas no hegemónicas – teniendo en cuenta  que, como dice la autora, en los despachos de las grandes multinacionales no se había apostado por el cine comercial orientado a las mujeres. Es curiosa esta dinámica si atendemos a que, antes de la existencia de los sistema de estudios y el star system, féminas como Florence Lawrence o Mary Pickford fueron pioneras en un cine femenino y antesala de las grandes serial queen melodramas de la segunda década del siglo pasado. En el cine clásico, se apunta al Código Hays – ideado por el gobierno del republicano William H. Hays – como el culpable de romper con estas dinámicas, y de esta manera se  presenta a la mujer desde una mirada masculina, o lo que es lo mismo, como un mero objeto de deseo. Para Iglesias Barbie representa una nueva querencia por un cine mainstream que aboga por la resignificación de la mirada femenina a través de subvertir los idearios ontológicos, y así propiciar una visión no androcéntrica del cine comercial, algo que comparte con Jara Yáñez en su escrito “Sí se puede” en donde deja claro que Barbie es “la primera película de gran presupuesto firmada por una directora, protagonizada por una mujer y pensada para interpelar a un público femenino intergeneracional, que se convierte en éxito mundial”. La directora de la revista Caimán se muestra muy entusiasta, y considera que las imágenes rodadas por Gerwig sirven de catalizador para expresar las inquietudes del feminismo de la cuarta ola, y el personaje de Ken (interpretado por Ryan Goslin) es el vehículo perfecto para romper con el estereotipo de masculinidad muy afianzada en los blockbuster. Escribe Yáñez que el amor no correspondido de Barbie (interpretado por Margot Robbie) hacia Ken nos puede hacer reflexionar sobre la forma de aceptarse como “mujer y hombre deconstruidos”, y dirigiendo la mirada hacia un amor no (necesariamente) de índole romántico.

Por su parte, el crítico de cine  Aarón Rodríguez Serrano apunta a que la película es rica en su aporte al lenguaje cinematográfico, aunque tiene no pocas contradicciones y deambula por terrenos resbaladizos. En “La tragedia y la farsa: apuntes visuales sobre Barbie”, Rodríguez señala que los fotogramas que plantea la directora son seductores y acogedores, y que los planos van dirigidos a entender cómo y por qué miramos. Barbieland es una utopía en donde la mirada del espectador escruta cada movimiento de los personajes (como apunta el crítico, no hay espacios de intimidad). Por otro lado, me parece muy interesante afinar en el tema de la “alteridad”, y en este caso según el autor, la hetrosexualidad queda aplastada, son “un molesto ruido de fondo”, un tanto maniqueo que concede a las Barbies su condición de seres auto completos, y por lo tanto, sin necesidad de autorreflexión..

Sobre maniqueísmos y la hegemonía de una estética dominante versan, principalmente, los ejes de especulación de Jesús Palacios y su escrito “Barbie: una muñeca para todo el mundo”, en donde expone con contundencia que la película representa todo aquello que la agenda progresista ha criticado durante décadas. El modelo de juguete ideado por Ruth Handler es un ejemplo de modelo de mujer anticuado y superado ya gracias a las luchas por los derechos de la mujer. Para Palacios la película consigue algo insólito: que la progresía haga suyo el mensaje pseudofeminista de la película gracias a que la apisonadora capitalista que envuelve todo el andamiaje del film consigue que se blanqueen las convicciones progresistas que, supuestamente, se integran en su metraje. Con Barbie se desactiva cualquier mensaje que cortocircuite el statu quo actual. Algo que no parece contradecir (aunque con menos resolución) María Ruido en “Barbie como fantasía misándrica o el miedo de los hombres a que las mujeres ironizan (sobre ellos)”, que parte de una mirada nostálgica – la muñeca formó parte de su niñez como pasó con tantas niñas, huelga decirlo -, y de cómo, tras ver la película, llega a la conclusión de que la trasposición paródica del patriarcado revierte esa male gaze al que estábamos acostumbrados, aunque ese final biologista (pero… ¡si Barbie y Ken no tienen genitales!) hace pensar que, la tan cacareada mirada transgresora hacia el género no es tal.

Billie Eilish ganó el Oscar a la mejor canción con “What Was I Made For?”

 

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