45 años de ‘Long train running’ de The Doobie Brothers
Se cumplen hoy 45 años (28 de Marzo de 1973) desde que se editó el tema más conocido y emblemático de The Doobie Brothers, como es “Long train running”. Luego nos detendremos un instante en ella pero antes revisaremos la trayectoria y conceptos más reseñables de esta más que extraordinaria banda.
Cuando, en España, brotan las clásicas listas de “Los mejores 100, 500 o 1.000 albumes de rock”, no se suele incluir a los propios The Doobie Brothers y el caso es que, como mínimo y al menos, cuatro trabajos suyos merecerían ocupar lugares muy avanzados en dichos rankings.
“Los hermanos porretas” (pero que tampoco eran familia entre sí, realmente) se alzaron, bajo mi prisma personal, como una de esas inigualables bandas de rock and roll a colocar, con toda tranquilidad, a la altura de los Allman, The Who, AC/DC, Led Zeppelin, Creedence, Aerosmith y todos los puntales del género monarca que se desee incluir.
El nombre germinó en 1970, cuando un cuarteto de músicos de ciertos ambientes moteros de la Costa Oeste y que se conocían de otros combos (llamados éstos Scratch y también Pud), siempre se reunían, durante horas, a fumar marihuana en la parte trasera de algunos locales de Santa Cruz y San José (ciudades muy cercanas a la libertina San Francisco).
Entonces, después de acordar los cuatro montar una nueva formación y dar algunas actuaciones juntos, un día mientras estaban inmersos en la habitual nube de humo y trataban de hallar un término que les definiese a nivel grupal, un encargado del club donde solían tocar les dijo a todo aquel clan que, estando así a todas horas en plan fumeta, parecían “hermanos de porros” (“doobie” es un argot de San Francisco para designar un canuto).
De ese modo, tras quedar estupefactos con una maqueta grabada por aquella curiosa camarilla, la respetada compañía Warner Bros. estimó jugársela con aquellos tipos de la California profunda en los primeros años 70, es decir, el indómito león Tom Johnston (cantante y guitarrista) más Patrick Simmons (guitarra y voz), Dave Shogren (bajo) y el corpulento John Hartman (batería). De ese modo, dicho cuarteto logró arrancar un motor rockerístico que conseguirían colocar, cada vez, a más y más revoluciones.
Su vehículo de entrada en forma de country-rock y efluvios sureños, en 1971, ya aglutinó la suficiente enjundia para comenzar a aspirar seriamente a los podiums comentados al principio, a pesar de que solo vendieron 10.000 copias de su inicial y notable trabajo homónimo.
“Nobody” se enfiló como el tema representativo que sumado a otras ágiles canciones como “Growing little each day”, “It won’t be right” o “Feeling down farther”, formaron un cancionero que comenzaba a emitir señales de que nos hallábamos ante algo de magnitud, subrayo. El hábil productor, Ted Templeman y el manager Bruce Cohn, no les abandonarían en toda la década, ayudando así al ascenso sónico.
Son éstos unos puntos de partida donde, de manera muy muy injusta, resultaron comparados con sus buenos amigos The Eagles. Mi opinión además, es que la discografía y calidad de The Doobie Brothers está en un nivel por encima de la de los propios “águilas”.
Al country-folk y southern rock comentados se les fueron añadiendo y mezclando, a partir de 1972, funky, R&B, gospel, blues o soul, entre otros muchos estilos, todo ello gracias a la influencia del nuevo bajista y también vocalista Tiran Porter, tras la marcha del propio D. Shogren. Además, se les incorporó un segundo baterista, Michael Hossack (¡a petición del otro baquetero, John Hartman!). Con ese par de capacitadas adquisiciones, potenciaron una salvaje pero afinada locomotora en cuanto a armonías vocales y a percusión, respectivamente.
El estimulante LP Tolouse Street (1972) fue la catapulta hacia las estrellas con más de 1 millón de copias vendidas durante ese mismo año. Los cortes “Listen to the Music”, “Rocking down the highway” o “Jesus is just alright”, se convirtieron los flechazos principales hacia el corazón de las audiencias con sus desenvueltos estribillos, entre otras virtudes. A partir de ahí, los álbumes posteriores fueron todavía más magistrales y también más elaborados y con mayor instrumentación.
Por ejemplo, The Captain and Me (1973) se armó como un repertorio muy convincente , el cual rezumaba manantiales como “China Grove” y sobre todo, el mencionado himno “Long train running”, es decir “El tren de largo recorrido”. Ésta fue una composición totalmente ideada por el prolífico Tom Johnston, donde en su origen se desarrollaba como una pieza solo instrumental titulada de otras maneras y el mismo cantante la consideró una especie de cancionzuela de taberna, medio improvisada. Entonces el productor, Ted Templeman, apercibió del potencial de dicha tonada y animó al propio vocalista a poner letra. Así que, de este modo, la empezó a frasear Johnston:
«A la vuelta de la esquina, a media milla de aquí,
puedes ver los largos trenes y fijarte como desaparecen.
Sin amor…¿dónde estarías ahora? Sin amor».
Artistas tan dispares pero tan inolvidables como, entre otros muchos, Bananarama, Richie Havens o nuestros La Unión, versionearon en alguna ocasión una melodía que ocupó como vivienda el inconsciente colectivo. De todos modos, el ovacionado álbum “El capitán y yo” resultará un puente hacia algo todavía más épico. Por otro lado, comenzaron a entrar y salir varios miembros de la sección rítmica ya que, por ejemplo, a las baquetas se colocó Keith Knudsen en lugar de Michael Hossack.
El siguiente reportorio, What were once vices are now habits (1974), lo considero uno de los más abrumadores discos de toda la Historia del Rock e imprescindible en los directorios de Top-100 que cité al inicio. Entonado por Pat Simmons, uno de sus singles más especiales, “Black Water”, besó el puesto más alto de la listas norteamericanas pero no desmerecieron ni un milímetro las portentosas “Another park, another sunday”, “Eye of silver”, “Road angel”, “You just can’t stop it”, “Down on the track” y un etcétera de esplendorosos rubíes. La incontenible voz rockera de Tom Johnston amalgamada con las sedosas coristas soul, se cocinó como uno de los muchos ingredientes de una receta para chuparse los dedos, con la colaboración además de Arlo Guthrie. Como dato anecdótico, el revelador título “Lo que una vez fueron vicios, ahora son hábitos” fue incomprensiblemente censurado en la España del Caudillo Franco.
Cuando pareció que la forajida “familia canutera” había acariciado techo a nivel compositivo, Stampede (1975) alargó aún más la serie de sobresalientes discos encadenados y es que la anexión de un tercer guitarrista contribuyó a ello, como fichaje y refuerzo de lujo. Se trató de Jeff Baxter, el cual cada vez se había distanciando más y más de Steely Dan y habiendo colaborado también con los propios Doobie en el 73 y en el 74, finalmente se adherió a ellos en este álbum del año 75. Ry Cooder y Curtis Mayfield fueron los invitados “deluxe” para tocar, ocasionalmente, en dicha empresa de estudio.
La “estampida” de compradores hacia las tiendas de discos continuaba, sin cesar, al paladear néctares como “Take me in your arms”, “Neal’s Fandango”, “Double Dealin’ Four Flusher” o “I been working on you”.
En aquellos primeros años 70, se desató una verdadera y atronadora “doobiemania”.
Cuando, en ese momento de 1975, se alzaban como el grupo nº1 de Estados Unidos, se produjo un grave contratiempo que los marcaría. Por aquella época de maratonianos tours y desplazamientos vertiginosos, los Doobie alquilaron un avión para ellos solos donde montaban unos fiestorros memorables. Entonces, se vio forzado bajarse del tren rockero del largo recorrido, su líder y principal compositor, Tom Johnston, el cual pareció acusar el descontrolado ajetreo rockero y las ampulosas giras. El propio cantante era el que más rozaba la frontera de los excesos y, al final, enfermó del estómago de modo serio. Así que o le sustituían a Tom o la formación sufría un alto riesgo de disolverse, inexorablemente.
El cambiazo hacia raíles más rock-jazz-soul (expresado de modo orientativo ésto) se implantó para toda la segunda mitad de década de los 70, a través de la acertada incorporación del teclista de singularísima voz grave, Michael McDonald, el cual también estuvo antes a las estrictas pero legendarias órdenes de Donald Fagen y Walter Becker en Steely Dan. El mismo Jeff Baxter, claro, fue quien reclutó a Michael y aunque éste, de entrada, pensaba que su manera de hacer no engranaba en la causa “doobie”, finalmente accedió el reto en aquel 1975.
La discográfica Warner se temió la conclusión del aplauso popular anterior pero ¡nada de eso! ya que el sublime disco Takin’ it to the streets (1976) fue muy bien acogido por los oyentes, los cuales y contrapronóstico, continuaron enloqueciendo con la música “doobiesca”, aunque todavía sin llegar a los niveles previos. El single “It keeps you running” o la ondulada tonada-título “Tomando las calles” son las abanderadas de aquella radical pero acertada mutación de su sonido.
Tom Johnston, todavía no repuesto del todo, regresó renqueante al seno del combo, en ese 76, pero fue una fugaz circunstancia ya que apenas participó en la grabación de este disco y aún menos en el trabajo siguiente de 1977. Tras estas circunstancias, tornó a desaparecer, esta vez, a causa de la novedosa dirección del grupo, en la cual el mismo Tom sintió que, solo por el momento, no encajaba. Tampoco se sintió con las energías suficientes para retomar su oficio pero el bravo vocalista aún no había dicho la última palabra…
La declaración del propio Jeff Baxter lo resume todo: “Eramos capaces de tocar cualquier cosa”.
El propio Tom Johnston lo ratificaría, muchos años más tarde: “Somos una banda de sonido americano que cubre muchas áreas. Ésta es la firma de la banda”.
Con el propio McDonald, aumentando gradualmente su liderazgo, se editó el bastante aconsejable álbum Living on the fault line (1977) y aunque que, por contra, no acabaron aquí de apuntalar la llave maestra, sí que fue una plataforma hacia arriba con pepitas de oro como “You belong to me” o la titular “Viviendo al borde de la ruptura”, entre otras.
Finalmente, el espaldarazo más masivo les sobrevino con el muy bruñido Minute by minute (1978), el cual los condujo a arrasar en los Premios Grammy, con universales alhajas como “What a fool believes” o la canción-enunciado “Minuto a minuto”.
Sin embargo, a diferencia de Rolling Stones o Led Zeppelin, aterrizó la paradoja sobre que a la banda californiana jamás les había importado demasiado el estrellato total. Como añadido, también surgieron las desavenencias creativas y el calendario de actuaciones era exageradamente cargado, así que a nivel mental comenzaron a quedar exhaustos, provocando estos dos motivos las significativas salidas de Jeff Baxter y el co-fundador John Hartman, por ejemplo. De tal forma, empezaron a notar que su engranaje musical comenzaba a decaer y a clonarse creativamente, aunque aún les dio tiempo a fabricar juntos un último edificio en las melódicas coordenadas “soul de ojos azules”, con el digno LP One Step closer (1980). Tampoco con más afiliaciones como el saxofonista Cornelius Bumpus (el cual recaló luego en Steely Dan), se consiguió que siguiera cuajando el proyecto, el cual se asemejaba ya más a una banda de Los Angeles que a una de San Francisco.
La segunda receta ganadora, por lo tanto, también pareció agotarse como conjunto y, en 1982, se propuso una amigable separación con Tiran Porter primero y Patrick Simmons después, dando el banderazo de salida a todo ello.
Michael McDonald aceptó que aquella otra jugada maestra, que él mismo habia encabezado cada vez más, ya no era válida como banda en sí pero ofreció paso al mismo Mike hacia una carrera, en solitario, con esos mismos parámetros soul-gospel.
Un resumen de los conciertos de despedida (Farewell Tour), tipo “broche de oro de grandes éxitos”, se editó en 1983 y el mismísimo maquinista Tom Johnston se sumó a esa, aparentemente, última fiesta. Allí todos eran buenos colegas a pesar de todo. The Doobie Brothers penetraron, entonces, en un longeva hibernación discográfica y la resurreción no aconteció hasta estar a punto de acometer el cambio de década. Entre medias, hacia 1985, en el mítico diario Los Angeles Times, los oyentes norteamericanos votaron, apasionadamente, que de los grupos de toda la trayectoria del rock sobre los que más anhelaban un retorno eran Led Zeppelin y los propios Doobie. Éstos se reunificaron, de momento, para una gira benéfica en 1987 pero se cocía algo más serio, artísticamente.
Aunque el tándem Johnston / Simmons y casi toda la banda de las primeras obras (excepto Dave Shogren y donde solo duraron dos años el batería John Hartman y el bajista Tiran Porter), efectivamente, volvieron a asociarse para un nuevo álbum, en 1989, y trataron de volver a encender todo el sortilegio de los primeros tiempos del estudio, ya no consiguieron (como ocurre con muchas formaciones de leyenda) recuperar al 100% de la frescura divina y hippy de los ritmos iniciáticos, aunque sí activaron un alto porcentaje de los mismos.
El bastante sabroso Cycles, de ese año 89, es el que más se aproximó a las elevadas inspiraciones setenteras y, de ese modo, reconquistaron una relativa aclamación del público más leal a ellos. Capitol Records fue, por entonces, la que les proporcionó respaldo en los albores de su retorno.
Por contra, sus posteriores álbumes como Brotherhood (1991), Sibling Rivalry (2000), World Gone Crazy (2010) o el versioneador Southbound (2014), ya no saldrán tan tan redondos ni levantaran cabeza del mismo modo, sobre todo en las listas, aunque la banda californiana, por descontado, siguió mostrando inmensos trozos de sus innegables facultades y eso ya es muchísimo, insisto. Lamentablemente, algunos componentes como Michael Hossack, Dave Shogren, Cornelius Bumpus, Bobby LaKind y Keith Knudsen, resultaron fallecidos entre 1992 y 2012. Va un recuerdo para ellos también en estos párrafos.
Aún con todo, Doobie Brothers se han seguido divirtiendo, haciendo diversas giras hasta hoy día, y de nuevo, con Michael McDonald de invitado, tocando para niños enfermos y en definitiva, no deben demostrar absolutamente nada porque ya han estampado su impronta en el firmamento atemporal de los más descomunales titanes del rock and roll y se hallan en el Top-50 del mismo, sin discusión.
Doobie Brothers (los cuales preparan disco para este mismo año, por cierto) y sus colegas de Steely Dan comenzarán, mano a mano, una gira por Estados Unidos a partir del 10 de mayo de este 2018.
Mi más sincero agradecimiento a MUZIKALIA por la publicación del excelente artículo de Txus Iglesias dedicado a los Doobie Brothers, un tanto olvidados por estos lares, como también lo son desgraciadamente los Steely Dan, pero que con reportajes de este calibre se les hace plena justicia.
Enhorabuena.
Gracias a tí por tu comentario, Joan, hacia mi artículo y hacia MUZIKALIA.
Muy muy grandes Doobie Brothers y Steely Dan, tienes toda la razón y hemos intentado por aquí reconocer y dar a conocer, un poco más, la valía de ambos y muchos más grupazos.
Un saludo y a disfrutar de la mejor música como, por ejemplo, la de estas dos bandas.
Interesante reportaje, gracias!
Gracias a Txus Iglesias y a Muzikalia por reivindicar, a través de otro espléndido artículo, y aprovechando la efeméride de la salida del sencillo referenciado, la trayectoria de este grandísimo grupo de rock que, afortunadamente sigue en activo para reverdecer los antológicos éxitos que cimentaron su apogeo y cénit creativo en los años setenta. Bien sea con Johnston (puro rock americano, en efecto) o de McDonald (el cual, si, aportó soul a raudales), supieron aportar a la historia del Rock canciones legendarias, y cabe reivindicar también que siempre estuvo como soporte fundamental de esta banda de tan largo recorrido el gran Patrick Simmons, aparte de los ilustres músicos mencionados. Cordiales saludos, y a continuar por este camino de retrotraernos a tan grandes combos y solistas.
Muchas gracias por su comentario a Julio y también a F. Xavier, al cual le agradezco todo el aporte que ha hecho con su extenso mensaje hacia mi texto sobre los fabulosos Doobie Brothers, aquí en el foro de MUZIKALIA, siempre ésta al lado de la mejor música.
Hasta muy pronto, melómanos.
Una maravilla de articulo
Aún queda gente con cultura y nivel que me hace recordar aquellas emociones intensas que sentía cuando entraba al sonido norteamericano y sin duda los doobie fueron una de esas bandas que a medida que los descubría simplemente es que me maravilla a y así fui entrando al sonido americano como los lynyrd y tiempo después ese cocinero llamado zappa
Gracias por el articulo, a cada línea que leía me he emocionado como un niño con un juguete nuevo…. HE DISFRUTADO DE LO LINDO