Alex Chilton: In Memoriam. Rendimos nuestro particular homenaje al artista norteamericano recientemente desaparecido

Alex Chilton

El de Alex Chilton es uno de esos nombres con los que, invariablemente, acaba tropezando todo aquel que sienta una mínima curiosidad por el pasado de la música. No importa si abrazaste el pop en los 80 o en los 90, si lo hiciste de la mano de Robyn Hitchcock o de las Bangles, de Replacements o de Teenage Fanclub, de los Posies o de Oasis, de REM o de Matthew Sweet; lo habitual es que al final del hilo, cuando la madeja empieza a acabarse, uno se encuentre con los nombres de Chilton y de su banda por excelencia: Big Star.

 

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En mi caso no fue una excepción. Mi punto de partida fueron los Teenage Fanclub; el destino, por suerte o por desgracia, el Third / Sister lovers. Por supuesto ya conocía las inmortales canciones “September gurls” y “The letter”, sí, pero mi primer contacto con un disco completo de Chilton y sus Big Star fue con su álbum maldito de 1978. El mismo disco que, ninguneado por la industria y maltratado por el propio Alex Chilton, estuvo discurriendo de mano en mano y de boca en boca entre los años que transcurrieron entre su grabación y su lanzamiento definitivo, cuando la banda ya no existía. En su versión pirata, claro está: viejas y gastadas cintas de cassette, con diversos títulos y con las canciones en secuencias totalmente distintas, que contribuyeron a crear el mito de un grupo que llegó a alcanzar tal status sin apenas grabar discos ni dar demasiados conciertos.

Enamorado de “September gurls”, y con la carta de recomendación de Teenage Fanclub bajo el brazo, Sister lovers me supuso un jarro de agua fría la primera vez que lo escuché. ¿Dónde estaban las melodías, la felicidad, el pop, la frescura juvenil? Ciertamente algo de todo aquello se podía encontrar en las guitarras jangle de “Jesus Christ”, en la melodía de “Kizza me”, en el arranque de “Thank you friends”…pero… ¿Por qué sonaba todo tan melancólico, tan amargo, tan desganado? Desde luego canciones tan oscuras como “Big black car” o la versión de “Femme fatale” no eran lo que yo esperaba del grupo que, según me había hartado de leer y escuchar, mantuvieron viva la llama del pop durante los primeros 70, salvándola de la indiferencia y el fracaso hippie, de los embates del hard rock, de los excesos instrumentales del rock progresivo y de los no menos excesivos colorines del glam. Es más, buena parte de los críticos musicales aseguraban que Big Star prácticamente habían inventado un género nuevo: el powerpop. ¡Genial! Por entonces era mi género favorito (puede que todavía lo sea), pero…una vez más… ¿Qué tenía que ver con todo aquello el espeluznante horror de “Holocaust”?

 

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Poco a poco me fui enterando de la historia de Big Star, y sobre todo de la de Alex Chilton, y a medida que lo hacía las piezas empezaban a encajar mejor.

 

Los Box Tops

“Gimme a ticket for an aeroplane / Ain´t got time to take a fast train. “

Decidí empezar por el principio, y así fue como me enteré de que Chilton sólo tenía 15 años cuando, tras ganar diversos concursos, fue reclutado para un pequeño combo de R’n’B llamado The Devilles. El grupo cambió de nombre casi inmediatamente, pasando a llamarse Box Tops, y le dieron el protagonismo al pequeñín Chilton para que, apenas cumplidos los 16, deslumbrara al mundo con “The letter”. Canción que, por cierto, no es suya como algunos piensan. De hecho, Chilton empezó a sentirse incómodo en los Box Tops cuando se vio rodeado de músicos de estudio, de agentes, de hombres de negocios y de compositores por encargo.

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Es cierto que también estaba rodeado de lujo, de vicios y de estrellas. Giraba con los Doors, se hacía amigo de los Wilson… Era considerado la respuesta americana al también precoz Steve Winwood.  Sin embargo Alex se sentía desaprovechado, ya que pronto se dio cuenta de que le iba a resultar muy complicado dar salida a sus propias composiciones y optó por manifestar su descontento ante aquella situación que él consideraba injusta. Fue el primer rasgo de rebeldía, el primer puñetazo sobre la mesa, la primera demostración de la espesa y al mismo tiempo libérrima personalidad de Chilton.

 

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No sabemos si fue casualidad o como resultado de aquel enfrentamiento, pero el productor y compositor Dan Penn, la verdadera fuerza motora de Box Tops, abandonó el grupo a su suerte. El resultado: varios erráticos LPs que pasaron sin pena ni gloria, pero que incluyeron por fin algunas de las canciones creadas por Chilton. De todos modos Alex seguía descontento con todo el artificial entorno en el que se movía, aunque al final no tuvo que forzar su salida del grupo puesto que en 1970 los Box Tops acabaron contrato y se disolvieron. Antes, no obstante, habían dejado para la posteridad otro pildorazo de R’n’B blanco y bailable: “Cry like a baby”.

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Poco después de su salida de Box Tops, y tras estar buscando fortuna por Nueva York sin encontrarla, Alex Chilton volvió a su Memphis natal. Allí fue reclutado por un grupo recién formado llamado Icewater donde estaba Chris Bell, un antiguo compañero de correrías infantiles, junto a Andy Hummel y Jody Stephens. A las pocas semanas cambiaron su nombre por otro sacado de una conocida cadena de supermercados: Big Star.

 

Big Star 1972-1974

“I can’t get a license to drive my car / But I won’t really need it if I’m a Big Star”

El nuevo grupo fichó por Ardent Records, una filial de Stax. Como otros artistas similares de aquella época (pienso principalmente enBadfinger), Big Star no tuvieron demasiada suerte con los negocios. Su primer disco fue un ambicioso tratado de pop que combinaba la atracción de Bell y Chilton por las armonías de la British Invasion y de los primeros Byrds, pero también por la energía de los Who. Incluso el nombre delataba ganas de comerse el mundo: “#1 Record”. Para muchos fue la piedra fundacional del powerpop (con permiso de los Flamin’ Groovies), algo muy meritorio en un momento en el que casi nadie que estuviera en sus cabales (por eso Elton John no cuenta) quería hacer discos de pop fresco y simple para no ser enclaustrados dentro de la poca prestigiosa movida “bubblegum”, repleta de músicos de estudio, cantantes intercambiables y tonadillas pegadizas y entrañables pero totalmente faltas de sustancia.

 

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#1 Record (1972) estaba repleto de joyas atemporales de pop rock como “Feel” (casi toda la música de los 70 anticipada y condensada en poco más de 3 minutos), “In the street” o “Don’t lie to me”; también de bellos medios tiempos como “The Ballad of El Goodo” o “Give me another chance”. Por supuesto también incluía esa maravilla acústica que fue “Thirteen”, un tributo a la ya remota psicodelia llamado “The India song”… En fin, todo el disco en sí es una pequeña maravilla.

 

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Una maravilla que pasó totalmente desapercibida. Una pésima distribución comercial, malas decisiones, elecciones totalmente desacertadas, pasotismo de la compañía principal, Stax, que no pasaba por su mejor momento y cuya mayor preocupación en aquellos momentos no consistía precisamente en dar salida a discos de jóvenes blanquitos imberbes… Todo influyó un poco, y “#1 Record” fue un completo fracaso en su momento. Tanto fue así que Chris Bell no esperó ni siquiera al segundo intento, y dejó la banda.

Convertidos en una especie de power trio, Chilton cargó sobre sus hombros el peso de la banda, y se lanzó a por el segundo trabajo: “Radio City” (1974)”. Muchos piensan que la marcha de Chris Bell se notó en la predominancia de los ritmos y los instrumentos sobre la melodía, en una cierta amargura en las letras, en los primeros brotes de melancolía… ¡Pero bueno! ¿Acaso no estamos hablando del disco que contiene “September gurls” y “Back of my car”? Estas dos canciones, además de representar perfectamente el estilo Big Star de pop con toques jangle pero consistente, contribuyeron a cimentar la carrera de más de un grupo de los 80/90. Pero también estaban “You get what you deserve”, “O my soul”, la bellísima “What’s going ahn” y otra joyita acústica: “I’m in love with a girl”.

 

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Sin embargo, a pesar de haber creado otro disco casi perfecto, volvieron a darse de bruces con el fracaso comercial. Parecía bastante claro que aquello no iba a ningún sitio, y Alex Chilton pronto se quedó solo, medio alcoholizado, y rodeado de lo que más había odiado en los 60: músicos de sesión sin ningún interés real por su obra. Su nombre seguía siendo recordado principalmente por “The letter”, pero en general se le consideraba otro ídolo juvenil caído.

En esas deplorables circunstancias se empezó a grabar su tercer y definitivo intento de llegar, al menos, a ser escuchados.

 

Big Star 1975-1976, El final

“Your mother’s dead, you’re on your own / She’s on her bed, everybody goes”

Con Chilton totalmente fuera de sí, desencantado con todo el mundo, dependiente de diversas sustancias, con unas compañías no especialmente recomendables, enfadado con la compañía, con sus compañeros y consigo mismo, finalmente lo que quedaba del grupo fue capaz de grabar su tercer disco. Un trabajo desconcertante por todo lo que ya he comentado al principio. Los directivos de la compañía que lo escucharon pasaban de dar de palmas con algunos cortes a escandalizarse o directamente horrorizarse con otros. Aquello era la banda sonora de un artista atormentado por el fracaso y la incredulidad ante el hecho de que nadie tuviese interés en lo que él consideraba que eran canciones perfectamente preparadas para tener éxito. Más que la British Invasion o los Byrds, en buena parte del disco parecía que su mayor inspiración había sido el recién publicado Berlin de Lou Reed. Ciertamente algunas canciones encajarían perfectamente en aquel escalofriante álbum.

Finalmente nadie quiso publicar un disco tan extraño y anticomercial, tan raro que ni siquiera tuvo título (era, simplemente, el “tercero”) hasta que finalmente se editó en 1978 como Sister lovers (en algunos sitios siguió llamándose Third). Fue el colapso definitivo de un artista y de una manera de hacer música, y Big Star desaparecieron como grupo casi inmediatamente.

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Alex Chilton, sin embargo, quiso seguir ligado al mundo de la música así que contactó con un productor joven e inexperto llamado Jon Tiven para que le produjera un disco en solitario. El bueno e inocente de Tiven no lo podía creer cuando le llegó el ofrecimiento. Seguramente era de los pocos que había prestado atención a los dos primeros discos de Big Star, y le habían entusiasmado, así que le faltó tiempo para plantarse en Memphis. Lo que allí se encontró sólo puede intuirse leyendo retazos de entrevistas, historias que parecen leyendas urbanas, declaraciones poco claras de los protagonistas…Se habla de matones a las órdenes de Chilton, de gente extraña paseándose por los estudios de grabación, de una anarquía total, de un séquito de chicas que lo mismo se ponían a manipular la mesa de mezclas que hacían sus necesidades sobre el material grabado. También se habla de que Jon Tiven acabó maldiciendo haber perdido todo aquel tiempo intentando grabar un disco con alguien que había perdido todo el interés por la música en general, y por el pop muy en particular.

Los siguientes años fueron difíciles para Alex Chilton. Terminó lavando platos en Nueva Orleans, sin casa, y enganchado a diversas sustancias, principalmente al alcohol. Parecía que sus años de dedicación a la música habían terminado irremediablemente. Los últimos ecos de su nombre empezaron a desvanecerse en el tiempo.

 

NUEVA YORK Y LA TRAVESÍA DEL DESIERTO

 

“Just a little town down in Indonesia / Bangkok, Yeah Bangkok “

Hasta la cocina donde Chilton trabajaba llegaron lejanas noticias de algo que estaba pasando en Nueva York, principalmente alrededor de un club llamado CBGB. Se comentaba que todo estaba permitido, que la música era libre, que la gente se autoeditaba y distribuía sus propios trabajos…todo un caramelo para el anárquico Chilton, que se fue para allá sin dinero ni ropa ni proyectos en mente. En el horizonte se podían avistar el punk y la new wave, y aquella era una situación en la que la música de Chilton podía encajar mejor que en los primeros años de la década. De hecho logró dar algunos conciertos en los que la respuesta de la gente fue muy intensa.

Sorprendentemente logró que incluso periódicos de tirada nacional hablaran de él, por primera vez desde su etapa con los Box Tops.Conoció y actuó con gente como Talking Heads, Television, Blondie… alucinó con los conciertos de Ramones o Devo, y descubrió con mucho interés el trabajo de Brian Eno… Se abrió un mundo de infinitas posibilidades musicales para Chilton, aunque también de infinitas y sonadas fiestas que podían durar varios días…

 

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Pero Chilton había dejado de estar interesado en la música comercial, y eso era lo que se le pedía incluso en un ambiente tan abierto y rompedor como aquel. Regrabó viejas canciones de Big Star y Box Tops, hizo versiones de canciones de los 60…se le trataba como a un viejo ídolo caído que todos adoraban pero con quien no contaban demasiado para compartir con los nuevos juguetes. Chilton grabó algún single decente (“She might look my way”, “Bangkok”) y descubrió a los Cramps antes de volverse a lavar platos a Nueva Orleans. Allí pasó algunos años, hasta la entrada de los 80, haciendo lo que de la daba la gana musicalmente hablando, yendo y viniendo donde le llevaba el interés en cada momento. Perdido el gusto por el pop, empezó a sentirse atraído por la música folk oscura, el rockabilly, la música de los 50 en general.

 

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Todo ello se notó en su extrañísimo pero interesante álbum en solitario (Like Flies On Sherbert, 1979), que incluía versiones de gente tan dispar como The Carter Family o KC And The Sunshine Band, y sobre todo en su producción del debut de The Cramps (Songs the Lord thaught us, 1980). La muerte en accidente de Chris Bell durante la grabación de “Like Flies On Sherbert” no ayudó mucho a mejorar el estado anímico y mental de Chilton en aquel momento, pero de alguna forma marcó un punto de inflexión para él.

Alex empieza a ser conocido y reconocido entre los músicos. Grupos como los propios Cramps, Soft Boys o Vibrators están encantados de trabajar con él, y durante los primeros años 80 realiza diversas giras con ellos o en solitario. Empieza a ser considerado un artista de culto. Cada vez son más los grupos que reconocen la influencia de los discos de Big Star en su música, y de la personalidad de Alex Chilton en su actitud.

 

El Reconocimiento

“And children by the million sing for Alex Chilton / When he comes ‘round / They sing, ‘I’m in love, What’s that song? / Yeah, I’m in love with that song’ “

Por aquella época estaba emergiendo una innovadora y fresca escena en la música norteamericana. Entre 1982 y 1983 estalló la bomba “Thriller”, y con ella la MTV sufrió un increíble espaldarazo. La música pasó a ser visual. Hacía falta una imagen y una propuesta estética para ser alguien, a veces incluso daba igual tener una canción buena, regular o directamente mala. Empezó a ser caro montar un grupo con pretensiones de éxito.

Tal vez por eso volvió a tomar fuerza el underground, surgiendo algo que empezó llamándose “college rock” y acabó formando el germen de todo el rock alternativo que conocemos desde finales de los 80. De allí salieron grupos como Hüsker Dü, The Replacements, Violent Femmes, Minutemen o REM. Todos ellos tenían en común un rechazo a lo que significaba el mainstream, lo comercial, lo aceptado por el gran público. Tal vez por ello a muchos de esos grupos les gustaba bucear en la música más alternativa de los 70 y descubrir la letra pequeña del pop/rock, lo que no venía en las grandes enciclopedias musicales. Y así fue como casi todos acabaron por llegar, tirando de la madeja como dije al principio, hasta Alex Chilton.

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Primero fue el reconocimiento público de Peter Buck (REM), que incluso le pidió que volviera a la música en serio. Poco después losReplacements le dedicaron una canción (“Alex Chilton”). Más adelante Teenage Fanclub incluso titularon todo un disco como una canción suya (“Thirteen”). Hasta las más comerciales Bangles reconocían su admiración por Big Star incluyendo “September gurls”en uno de sus discos más vendidos. El culto fue creciendo, y a medida que los grupos influenciados por Big Star se hicieron más grandes y conocidos, también lo fue el grupo de Chilton y Bell. El pobre Chris ya no lo pudo ver, pero Alex Chilton se lanzó a disfrutar de su nuevo status de pope del pop alternativo. Encima se había desenganchado del alcohol, así que la segunda mitad de los 80 y los primeros 90 fueron una época especialmente feliz para él, llegando incluso a resucitar a Big Star junto a Jon Auer y Ken Stringfellow, miembros de The Posies (otro de sus grupos herederos).

Chilton, por supuesto, siguió siendo un espíritu libre y haciendo lo que le daba la gana, aunque esta vez sin caer en el ridículo como en su época más oscura. Lo cuentan quienes han acudido a algún concierto de los renovados Big Star, y lo atestigua la famosa versión de “Volare” con que nos epató hace ya un tiempo. Pero al menos tuvo sus buenos años de gloria, esos que se le habían robado cuando realmente más se los merecía.

 

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La nueva formación de Big Star llegó a grabar un disco de material nuevo (In Space, 2005), que pasó bastante desapercibido, una vez más. Pero a Chilton ya no le preocupaba. Había logrado ser feliz haciendo lo que realmente le apetecía, marcando el terreno, poniendo las reglas. Quedándose con el balón cuando tenía ganas de acabar el partido.

Es por eso que, ahora que se ha ido, he intentado no caer en la fácil tentación del malditismo, cuando no de la lástima. Alex Chilton ha hecho siempre lo que le ha apetecido hacer, tomando sus propias decisiones, equivocadas o no, y afirmando siempre su peculiar personalidad hasta el final. Tuvo mala suerte en ocasiones, sí, pero generalmente llevó las riendas de su vida en lo bueno y en lo malo. ¿Acaso muchos de nosotros podremos decir lo mismo?

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