Andrés Calamaro – Palacio de los Deportes (Madrid)

Abandonado por sus musas inspiradoras y una vez desterradas sus musas aspiradoras, Andrés Calamaro regresó a los escenarios españoles dejando a un lado su faceta como autor prolífico para mostrarse como intérprete de sí mismo y de una escogida selección del cancionero tradicional latinoamericano. Su actuación el pasado viernes en un abarrotado Palacio de los Deportes de Madrid comenzó con la reivindicación de su nuevo rol; primero cantando el tema de Rubén Blades “El Cantante” y más tarde recitando dentro de “Estadio Azteca” una estrofa de la obra de José Hernández La Vuelta de Martín Fierro: “Gracias le doy a la Virgen, Gracias le doy al Señor, Porque entre tanto rigor, Y habiendo perdido tanto, No perdí mi amor al canto, Ni mi voz como cantor.”

Pero la velada tuvo más de reencuentro que de reivindicación, y Calamaro, ocupando con sus teclados el centro del escenario y escoltado por los músicos de la Bersuit Verbagarat, hizo un repaso a los momentos más lustrosos de su dilatada carrera. Rememoró su etapa en Los Rodríguez con temas como “Me estás atrapando otra vez”, “Mi Enfermedad” o “Sin documentos” y rescató algunos de los temas más destacados de sus diferentes etapas en solitario, entre los que sobresalieron “El Salmón”, “Te Quiero”, Loco”, “Clonazepán y circo” además de la soberbia “Paloma”.

En todo momento Calamaro se mostró cercano y agradecido a los presentes, pero también quiso reconocer a algunos ausentes. Recordó a su vecino de Malasaña Kike Turmix, al pionero del rock argentino Roberto “Pappo” Napolitano (de quien interpretó su tema “Desconfío”) e hizo un guiño a quien le dio su primera gran oportunidad en la música, Miguel “Abuelo” Peralta, de Los Abuelos de la Nada.

El músico argentino también dio algunas pistas sobre cuáles serán sus pasos en un futuro próximo de la mano de uno de los miembros de su “familia cítrica” en España, el Niño Josele. Junto a él interpretó los tangos “Por una cabeza” -de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera– y “Sur” –de Anibal Troilo y Homero Manzi. Se supone así que su feliz simbiosis con la Bersuit tiene los días contados; a pesar de que la banda argentina desempeñó su papel secundario con muchas luces –especialmente en la recreación de Honestidad Brutal-, también hubo sombras como varios coros desafortunados y un gusto por los solos de guitarra excesivos e incongruentes. Nada que no se pueda perdonar por su apoyo a la vuelta del hijo pródigo Calamaro y por la definitiva consumación de su regreso.

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