Baiuca (La Riviera) Madrid 27/02/25
Viejos latidos resuenan con nuevos ritmos. Un runrún que, desde hace un lustro, impregna una parte fundamental del movimiento independiente nacional. Desde todos los rincones de España, nuevas agrupaciones encuentran inspiración en las melodías de sus abuelos y abuelas. Hace una década, si le hubieras dicho a alguien que las muñeiras sonarían como lo más vanguardista de la electrónica berlinesa o que se bailarían en salas como La Riviera durante dos noches consecutivas, te habrían tomado por loco. Pero esta nueva generación de artistas, con Baiuca a la cabeza, junto a nombres como Rodrigo Cuevas, Casapalma, Maestro Espada, Anna Ferrer y muchos más, ha sabido mirar al pasado sin complejos, encontrando en la música de raíz los sonidos que definirán el mañana, o mejor dicho nuestro presente.
En mayo de 2021, Alejandro Guillán, más conocido como Baiuca, nos decía en una entrevista para Muzikalia: “Estamos viendo un crecimiento de artistas en Palencia, en el País Vasco, en Asturias… Van a empezar unos años en los que el norte tendrá mucho que decir”. Tres años después, su predicción no solo se ha cumplido, sino que se ha convertido en una realidad palpable. Una nueva generación de oyentes y músicos que no se limita a reivindicar y disfrutar las sonoridades del pasado; al contrario, las traen al presente con naturalidad, demostrando que nunca se fueron del todo.
Esta escena está tomando forma desde todas las latitudes, bajo un folk ampliado en multitud de estilos musicales, reconfigurando y devolviendo al primer plano canciones e instrumentos que siempre han estado con nosotros, aunque durante generaciones fueron relegados a los circuitos regionales, salvo excepción (entre otros) del flamenco. No es solo una ola que gira en torno a los nuevos artistas; también evidencia cómo bandas consolidadas dentro del mainstream están mirando en esta dirección. Ejemplos como ‘Cable a Tierra (2021)’ de Vetusta Morla, ‘Nuevo Cancionero Burgalés (2021)’ de La Maravillosa Orquesta del Alcohol o ‘Matriz (2022)’ de Rozalén son solo tres muestras de este giro hacia las raíces, y fueron publicadas poco después de aquella entrevista con Alejandro.
En el caso concreto de la propuesta de Baiuca, sus ritmos electrónicos recontextualizados, combinados con las partes orgánicas aportadas por sus acompañantes en directo, configuran un espectáculo de altísimo nivel. En mi opinión, junto con el de Maestro Espada en la Sala Movistar Arena, ha sido uno de los mejores que he podido disfrutar en este primer trimestre. Más allá de las composiciones, la razón principal de este impacto radica en el equipo que acompaña a este productor gallego. Sería un error garrafal pensar que Baiuca es exclusivamente Alejandro. Él es, por supuesto, una pieza indispensable del proyecto, pero igual de importante lo es el cineasta Adrián Canoura, quien ha formado parte de la agrupación desde sus inicios.
Todo el imaginario estético de Baiuca lleva la firma de Adrián, y, de hecho, es uno de los aspectos más llamativos de sus espectáculos en directo. La calidad de las composiciones audiovisuales, el uso de símbolos, los vídeos y las ilustraciones no solo expanden el universo de las canciones, sino que les dan forma y sentido. En un concierto de Baiuca, la música es solo una pieza más de un universo mucho más amplio.
En cuanto a la música, resulta especialmente interesante cómo Alejandro ha sabido rodearse de grandes profesionales y músicos célebres de la corriente tradicional gallega. Entre ellos destaca otra de las piezas clave, no solo de este proyecto, sino del resurgir y la actualización que están viviendo las músicas del norte: Xosé Luis Romero.
Del mismo modo que Raúl Frutos (Crudo Pimiento) supo aportar la potencia de la percusión en Maestro Espada, Xosé Luis Romero lo hace en Baiuca. Un músico que, por supuesto, se nutre del pulso del folk gallego, pero también de la experimentación rítmica de grupos como Einstürzende Neubauten. Como anécdota, si Raúl Frutos colocaba cadenas sobre el charles para lograr ese sonido áspero en la percusión, Xosé Luis lo consigue con una lata de pimentón dulce de tamaño medio.
La alianza entre Alejandro y Xosé Luis se consolidó desde los inicios del proyecto de Baiuca, cuando, tras el fantástico álbum debut ‘Solpor (2018)’, Alejandro decidió reimaginar y rediseñar las pistas de grabación originales del debut de Xosé Luis Romero & Aliboria. Aquel trabajo sería su EP Misturas (2019). Un trabajo que recoge gran parte de los himnos de Baiuca como “Mangueiro”, “Olvidame” y “Caroi”, temas que sin duda fueron los más celebrados en la noche del jueves, la primera de sus dos citas en La Riviera.
El último elemento, y no por ello menos importante, que define el sonido de la agrupación es la colaboración con grandes artistas. Entre ellas se encuentran las cantareiras María Montero, Alejandra Montero y Andrea Montero (de la agrupación Pandeireteiras Lilaina), así como Antía Muíño. A ellas se suma la más reciente incorporación y pieza clave en ‘Barullo (2024)’, el último trabajo de Baiuca: Antía Ameixeiras, cuyo papel es fundamental tanto al violín como en la voz de canciones como “Xoia”, “Sementei” o “Sísamo”, temas que pudimos disfrutar durante esta velada.
Ambas noches en La Riviera colgaron el cartel de sold out, en una celebración conjunta que demuestra la fuerza que está alcanzando esta corriente musical. El concierto se extendió durante aproximadamente dos horas, divididas en torno a treinta composiciones. Tal y como señaló Alejandro, fue uno de los conciertos más extensos que ha ofrecido en Madrid. A lo largo de estos 120 minutos, la música se convirtió en un elemento de conexión. Uno de los aspectos más interesantes fue el público: personas de todas las edades y procedencias, dispuestas a disfrutar desde la primera composición de la noche, “Rachafaldra”, interpretada solo por Alejandro sobre el escenario, hasta “Veleno”, donde todos los integrantes de la formación la desarrollaron conjuntamente.
Uno de los momentos más emotivos del espectáculo llegó cuando la artista vasca Izaro, que además se encontraba lesionada, subió al escenario para interpretar “Xorieri mintzo zen”, una colaboración entre ambos publicada apenas unos días antes. Se trata de una canción en euskera de los años 60, compuesta por el poeta Mixel Labéguerie, que cobró una nueva vida en esta unión de tradiciones musicales. Un momento que como bien se dice en el futbol: “ya vele el precio de la entrada”. Un instante que refleja la fuerza y la necesidad de que existan estos conjuntos y cada vez tengan más visibilidad.
Más allá de este momento, la configuración del setlist estaba cuidadosamente medida y calculada, con una mezcla bien distribuida de los tres álbumes de Baiuca hasta la fecha, así como de sus EPs. Resulta realmente interesante cómo la agrupación sabe desarrollar, de manera prácticamente hipnótica, la transición entre las partes más orgánicas y las más electrónicas, dependiendo del momento y manteniendo siempre la intensidad del espectáculo. Todos y cada uno de los integrantes aportan para que el concierto funcione como un reloj suizo. Desde las pandereteiras bailando muñeiras hasta Xosé Luis tocando el charrasco, un instrumento tradicional gallego, pasando por las voces de Antía Muiño o el violín (y también voces) de Antía Ameixeiras, cada elemento reforzaba la fusión entre lo que diferentes medios denominan como tradición y vanguardia. La única pena fue que Carlangas, quien colabora en temas como “Fisterra” o “MonteViso”, no pudo estar presente, seguramente por motivos mayores o debido a los conciertos derivados de la gira de su último disco, ‘Bailódromo Vol. 1 (2024)’.
Un espectáculo que demuestra el valor de renovar los códigos de las músicas tradicionales, reivindicando la conexión no solo entre las distintas expresiones populares de nuestro país, sino también el imaginario contemporáneo de los jóvenes. Corrientes que no solo están emergiendo con fuerza en España, sino también en Latinoamérica y el norte de Europa. Músicas que, en última instancia, intentan responder a una pregunta que siempre nos ronda: ¿Quién soy yo en este mundo? Y su respuesta, a priori, no puede ser más reveladora: somos una parte de todo lo que nos precede.
Fotos Baiuca: Víctor Terrazas