Discos

Florence + The Machine – How Big, How Blue, How Beautiful (Island Records)

Algo ha debido pasar en todo este tiempo en que Florence Welch ha permanecido callada, su anterior álbum, Ceremonials, se publicó hace cuatro años y desde entonces un anunciado año sabático y a continuación un periodo de caos y catarsis, puntuales problemas con el alcohol incluido. Todo tan bonito como poco original para tratarse de una estrella de rock. Pero algo muy bueno ha debido pasar en ese tiempo, algo de lo que yo no me he enterado, y de lo que sigo sin enterarme. Puesto que tras este hiato de cuatro años en su carrera, durante el que apenas han trascendido noticias musicales de la artista ni de su banda de acompañamiento, ha bastado tan sólo el anuncio oficial de la publicación de un nuevo álbum para que la londinense se haya posicionado directamente como rutilante cabeza de cartel de los mejores festivales de música. En España por ejemplo junto con Blur son el mayor reclamo para acudir este año al Festival de Benicàssim, pero es que en el mastodóntico Glastonbury, si bien ha sido de penalti, se han colocado como cabezas de cartel en sustitución del malogrado Dave Gröhl que sufrió una caída que ha provocado la cancelación de la gira europea de Foo Fighters, los cabeza de cartel originales. Y bueno, pues eso, que un tanto anonadado, tocaba acercarse al nuevo disco de los ingleses para ver si todo este «hype revisitado» está justificado, o simplemente debemos agradecérselo a una estupenda agencia de contratación.

En 2010 tuve la fortuna de ver la actuación en directo de Florence + the Machine en el Primavera Sound, cuando no pasaban de unos segundos espadas programados a tempranas horas de la tarde, y gracias a aquella actuación desde entonces no he podido dejar de mirar a la formación con el rabillo del ojo. Si bien su cancionero no es del que más pasiones levante en el autor, su directo suplió con creces todo lo que echaba en falta en sus grabaciones y lo que es aún mejor, todo lo que me sobraba. Su actuación rebajó de intensidad unas grabaciones que pedían a gritos soltar lastre sonoro. La carrera de Florence + The Machine parecía abocada hacía un griterío descontrolado en forma de bonitos gorgoritos para alcanzar las notas altas, creando tensiones innecesarias mientras se decidía si lo correcto sería soltar o no los caballos de una vez. Pero para gozo y alboroto de los amantes del género, veo que se han aprendido la lección al dedillo y han optado por la opción más correcta. Su nueva carpeta contiene trece cortes que coquetean entre el virtuosismo y la contención. Tras el éxito comercial de la versión de «You Got The Love» de Candi Staton, parecía claro cuál era el camino que debían seguir para arrasar. Pero sin embargo las composiciones originales de la banda no se movieron ni un ápice sobre el camino iniciado a base de pop rock melódico de tintes épicos, convirtiendo la mencionada canción versionada en una rara avis dentro de su carrera discográfica. Y eso a pesar de ser su canción más celebrada hasta la fecha.

Con How Big, How Blue, How Beautiful (2015) se nos presenta un grupo de músicos expertos en crear himnos atemporales, canciones de arrolladora simplicidad, más por su falta de originalidad que por su complejidad, pero que aciertan de lleno a la hora de engalanar los temas con una producción completamente ajena a las corrientes actuales, canciones que suenan como si hubieran sido grabadas veinte años atrás, y que parece que resistirán cómodamente el paso del tiempo, precisamente por eso, por su conservadurismo. Algo así ocurre por ejemplo cuando escuchas un disco de Fleetwood Mac. Pero esto no supone que Florence + The Machine hayan renunciado a ondear orgullosos la potente y personal voz de «la Welch», bandera marca de la casa. Su voz es espina dorsal y casi único esqueleto protagonista en piezas tan logradas como «Various Storms & Saints» en la que la escasa producción aporta tanto como si no estuviera.

«What Kind of Man», una de las canciones indiscutibles del 2015, primer y redondo single (que han echado a rodar con un potentísimo vídeo musical, que a su vez cumple a rajatabla con esa misma exigencia de atemporalidad) se construye sobre la base un ritmo guitarrero de corcheas que sirve como excusa perfecta para facturar una ligera canción rock que se graba en tu epidermis con descargas emocionales, y mira que con esta lo tenían fácil para virar hacia la estridencia. En vez de eso, optaron por el buen camino y decidieron resumir en poco más de tres minutos todo el potencial que tiene la formación.

La canción que abre el disco, «Ship to Wreck», bien podría haberse tratado del último éxito de Bonnie Tyler o si me apuras, hasta de una remozada Cindy Lauper, lo que subraya la idea de que es en ese rock pop ochentero donde subyace la naturaleza de su música. El disco funciona bastante bien porque de algún modo han conseguido crear unas atmósferas cercanas a base de reescribir o descubrir sonidos que resultan familiares, como en la canción que da título al disco, «How Big, How Blue, How Beatutiful», o la adictiva «Queen of Peace», que resulta tan evocadora como una de las primeras canciones de Kate Bush.

Consiguen con este nuevo disco mantenerse en ese difícil punto de equilibrio en el que consiguen agradar a propios y extraños, desnudando de bisutería canciones que en otras épocas se nos hubieran vendido más emperifolladas, como «Long & Lost». Hay quien habla de una americanización del grupo, pero me cuesta afirmarlo cuando los arreglos de cuerda orquestados por Will Gregory de Goldfrapp son los que priman por encima de los supuestos sonidos robustos de un blues rock americano que yo no atino a escuchar con solvencia en el disco. Aun así, y contando tan solo con una excesiva duración como fisura, por la que se permeabilizan unas cuantas canciones que restan solidez a su segunda mitad, el disco es el mejor que han sabido hacer hasta la fecha. Tras varias escuchas uno sigue preguntándose cómo es posible que los gurús de las contrataciones se adelantaran y supieran con antelación la calidad de lo que se les venía encima. Será que el show-business maneja sus propios oráculos.

 

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