Libros musicales: La nostalgia ya no es lo que era. Nueva recopilación de artículos y entrevistas de Ignacio Julia
Ignacio Julià (Barcelona, 1956) es un histórico del periodismo musical y cultural de este país. Como otros grandes de su generación, siguió ya la clásica ruta Star – Vibraciones – Rock Espezial para acabar hollando otra ruta hoy no menos clásica: la revista Ruta 66, que fundó junto a Jaime Gonzalo. Es asimismo autor de varios libros sobre rock (Velvet Underground, Sonic Youth, Springsteen, Neil Young…), además de centenares de artículos, críticas y entrevistas. Precisamente un buen puñado de esa obra, recopilada de sus publicaciones en periódicos y revistas especializadas, vio la luz en 2005 en forma de libro: Pulp-Rock. Artículos y entrevistas 1982-2004 (Editorial Milenio). Ahora, diez años después, repite recopilación: La nostalgia ya no es lo que era (Alterna Ediciones, 2014) es otro volumen dedicado a recolectar y ofrecer, con algunas pequeñas revisiones confesadas por el autor en el prólogo, nuevos artículos, críticas y reflexiones aparecidas en diferentes medios a lo largo de esta pasada década.
Partiendo de una frase sacada, no sé si al azar o de forma estupendamente calculada, de una entrevista realizada a Kevin Rowland(Dexy`s Midnight Runners, que también ocupan la portada del libro), Ignacio Julià presenta en La nostalgia ya no es lo que era un buen puñado de textos de todo tipo y temática, aparentemente escogidos y ordenados al azar, que tratan fundamentalmente sobre sus principales obsesiones: la música, por supuesto, pero también el cine, los libros y, de forma transversal al resto, el paso del tiempo. Son temas recurrentes tanto la manera en que la sociedad ha ido evolucionando a lo largo de los años, como la forma en que esa evolución (acelerada vertiginosamente en la década que aquí se repasa) va modificando, involuntaria o voluntariamente, el lugar del cronista (y de toda una generación) en dicha sociedad. Todo ello comentado desde una prudente distancia, aunque sin evitar ciertos compromisos, y con un toque de sano escepticismo que sólo se ve burlado en aquellos textos en los que, roto el velo que protege al autor de la vorágine de la actualidad, se ve arrastrado por su entusiasmo de fan sorprendido ante algún inesperado repunte artístico, como ocurre cuando habla de Wrecking Ball (Springsteen) o The Whole Love (Wilco).
El estilo de los textos no sorprenderá a nadie que haya seguido la trayectoria de Julià, principalmente porque todos ellos han sido publicados en medios de amplia difusión y se suponen, en mayor o menos medida, conocidos por el lector de prensa musical. Su prosa, cuidada al máximo, casi poética en ocasiones, ha ido ganando densidad con los años. Sin embargo, la elevada literatura que rebosan ciertos artículos no oculta una voluntad de llegar, de transmitir, y sobre todo de compartir emociones. ¿No debería ser esa, principalmente, la función del crítico musical y de cualquier divulgador cultural en general? Como escribe el propio autor en uno de los primeros artículos del libro, citando a su vez al crítico literario John Frank Kermode, «a los críticos les corresponde la hazaña menor de hallar sentido a las formas en que intentamos hallar sentido a nuestras vidas». O, en palabras esta vez del propio autor, «levantar versos, sonidos, emociones y buscar debajo de ellos; no verdades ni certezas, sino pistas que ayuden a proseguir el camino».
Estamos ante uno de esos raros libros musicales que pueden leerse de varias formas y entenderse a distintos niveles. Cualquier ávido lector de textos relacionados con la música o el cine encontrará aquí material de muy alta calidad, disfrutando de la mirada incisiva y analítica del autor sobre personajes tan interesantes como Scott Walker, Lux Interior, Yoko Ono, Antonio Vega, Tom Waits, Edwyn Collins, Tony Visconti, Antony, Howe Gelb, Lucinda Williams, David Lynch, Terrence Malick, Kevin Rowland, Jean-Luc Godard, Susan Sonntag o Ry Cooder. Asistirá a reveladores análisis de obras como Taxi Driver, The Wire, Malditos Bastardos o Antes que el diablo sepa que has muerto, así como a estimulantes charlas con otros grandes pensadores culturales entre los que se encuentran Joe Boyd, Simon Reynolds o Jon Savage. Canela fina: material de primera con el que disfrutar durante horas simplemente por el placer de leer sobre figuras como las mencionadas.
Sin embargo, y sobre todo teniendo en cuenta que no hay textos inéditos en esta compilación, tal vez lo más interesante del libro sea el hecho de tenerlos todos juntos. Me explicaré. Hay una diferencia entre ojear alguno de esos textos en un periódico, una revista o una web, en un momento puntual y saltando rápidamente a otra cosa, y la posibilidad de leerlos tranquilamente uno tras otro, reflexionando, comparando, volviendo sobre lo ya leído, asistiendo junto al autor a la evolución de esta última década, sin ninguna duda una época fascinante (para lo bueno y para lo malo) que ha transformado para siempre la manera como nos relacionamos con la cultura. A pesar de que los artículos no se encuentran ordenados cronológicamente, ni de ninguna otra manera a simple vista (tan solo una enigmática clasificación en tres secciones: Primavera, Verano y Otoño, supuestas metáforas del trayecto vital del ser humano), se intuye dicha evolución en las diferentes miradas del autor sobre temas como la función de la crítica, la dictadura de la actualidad, el progreso tecnológico, la valoración de determinados artistas y obras, la vigencia del rock, la frustración que trae consigo el individualismo del siglo XXI, la efervescencia de lo independiente o el auge y la necesidad de la implicación ciudadana en el funcionamiento de la sociedad. De hecho, el lector con buen ojo no sólo contemplará los procesos transformadores de los últimos años, con sus pros y contras, sus miserias y sus nuevas oportunidades, sino también las transformaciones sufridas a su vez por el propio autor desde su entrada en la cincuentena hasta el momento actual. Se puede intentar saber casi tanto del propio Ignacio Juliàcomo de los personajes de los que habla fijándonos, entre otras cosas, en la elección de dichos personajes: artistas con vidas bulliciosas, moviéndose por el delicado filo entre la genialidad y la locura (Cat Power, Leopoldo María Panero, Mickey Rourke) junto a otros cuya irreductible personalidad les ha hecho prisioneros de cierta atractiva marginalidad, como muchos de los ya mencionados en el párrafo anterior. También se puede indagar en el pensamiento y las contradicciones del autor, de manera que al final no tenemos claro si el motor de muchas de sus reflexiones es o no la nostalgia, cuál es su actitud ante la acumulación de fugaz información que nos lega la actualidad, o su relación exacta con las nuevas tecnologías. Quizás sea mejor así, ya que lo más atractivo de la gran mayoría de protagonistas del libro, y aquí incluyo en parte al propio Julià, es una ligera impetuosidad, una clarividente pero tormentosa relación con su tiempo y cierto halo impenetrable de suspicacia y misterio.
Si no fuera porque el oficio de crítico/analista/prescriptor cultural parece estar agotándose, al menos como opción profesional y convenientemente remunerada, este libro podría ser perfectamente un manual, una guía, una hoja de ruta a tener en cuenta por cualquier aspirante a ganarse la vida explicando, negro sobre blanco como le gusta decir a Ignacio Julià, la diferencia entre lo prescindible, lo necesario y lo sublime.